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México D.F. Miércoles 13 de octubre de 2004

Arnoldo Kraus

Medicina y poder: unas notas

Muchas veces he dudado de algunos de los médicos que son contratados por compañías farmacéuticas para experimentar nuevos fármacos. He dudado también de quienes viajan en primera clase invitados a congresos internacionales y de quienes les pagan hoteles de cinco estrellas. También he dudado de las modas terapéuticas y me incomodan las presiones que ejercen los representantes de las compañías farmacéuticas para imponer determinado medicamento. Lo mismo pienso de las universidades que se someten a las leyes de los donantes y que imponen cerrojos no éticos cuando la investigación no marchó bien.

Otra reflexión insoslayable es la inmoralidad de los estudios que no revelan todos los efectos negativos de los experimentos. Muchas investigaciones publican sólo algunas porciones de los efectos colaterales y esconden otras; los médicos deberían conocer esos efectos antes de prescribir y el público antes de consumir. Este escenario es común en muchas investigaciones. Las razones son tan obvias como tristes: los intereses de las compañías farmacéuticas predominan sobre el valor del conocimiento médico y sobre la voz de los doctores. Ese escenario prostituye la medicina y afecta la imagen del galeno: se trabaja para los intereses del poder y se descuidan los del paciente.

La doble moral es una de las peores enfermedades de la sociedad y del individuo. La doble moral en medicina "es doblemente" amoral: se trata de salud y de vidas. Son muchas las situaciones que ilustran esos andares tortuosos. Dentro de una miríada de preguntas expongo dos. ƑEs ético recetar nuevos medicamentos cuando no se conocen todos los efectos colaterales y cuando se sabe que son 10 o 20 veces más caros que los viejos? ƑEs ético aceptar cenas o viajes de las compañías farmacéuticas que pugnan por introducir una medicina "recién desempacada"?

Renglones atrás mencionaba que los estudios que se publican suelen ocultar muchos datos negativos. De saberse estos efectos, es muy probable que muchos doctores no los prescribirían. Desafortunadamente, la mayoría de las revistas médicas carecen de una política que conmine a los investigadores a mostrar todos los datos desde que se inició el estudio. Esto permite que algunos "científicos" oculten lo que no conviene. El "caso" de los antidepresivos es paradigmático.

A pesar de que se sabe que algunos antidepresivos nuevos son marginalmente más eficaces que los placebos -moléculas inertes-, su precio puede ser 20 veces más caro que los viejos. Además, y esto es lo más grave, pueden incrementar las tendencias suicidas. De acuerdo con datos no revelados, por cada mil pacientes que usan antidepresivos viejos 3.4 se suicidan al año; con los nuevos, la cifra es de 8.4.

Lamentablemente, esa información no la conocen muchos de los médicos que recetan esos fármacos. En Estados Unidos, en 2000 y 2001, los nuevos antidepresivos fueron los medicamentos más vendidos. Las "caras ocultas" de las medicinas no se limitan a los antidepresivos. Sucesos igualmente penosos ocurren con otros productos, como lo demuestra el caso reciente del Vioxx, que tuvo que ser retirado del mercado después de varios años de uso. El inmenso problema es que no existen las vías para exigirle a los monopolios farmacéuticos que brinden toda la información desde que se iniciaron los experimentos y que incluya todos los resultados, sean favorables o desfavorables. Si se contase con esos datos quizás no sería necesario retirar de las farmacias medicinas una vez que fueron comercializadas. Asimismo, antes de prescribir, los doctores deberían conocer los efectos negativos de las medicinas y después las indicaciones sugeridas por los dueños de las drogas; el responsable de la receta no es ni el dueño ni el ejecutivo de las compañías farmacéuticas, sino el doctor.

En el tercer mundo se vive otro problema: las grandes trasnacionales venden combinaciones de fármacos absolutamente ilógicas e ineficaces, cuya única razón de ser es de índole económica. Huelga decir que muchos de estos cocteles no se venden en los países ricos. La doble moral y la avaricia de las trasnacionales encuentra cobijo en la debilidad y torpeza de las autoridades sanitarias de los países en desarrollo.

No sólo en los países pobres, sino también en los ricos, la relación del poder comercial y en ocasiones político con la figura de los médicos es insana. Insana y sin equilibrio. Es urgente que los científicos honestos detengan la voracidad de las compañías farmacéuticas. Mientras éstas continúen decidiendo precios, "necesidades", lo que debe decirse y lo que debe ocultarse acerca de las medicinas, y mientras algunos galenos sigan doblegándose, quienes pagarán los platos rotos son los enfermos y la ética médica.

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