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E S P E C T A C U L O S
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México D.F. Domingo 10 de octubre de 2004

Cambió en varias ocasiones de vestuario durante el show

Cher convirtió al Palacio de los Deportes en disco de los años 70

ARTURO CRUZ BARCENAS

El pasado viernes, la cantante Cher llevó el glamur de la música disco al Palacio de los Deportes, en el primero de sus tres conciertos consecutivos. Sin lo chic, la música de las esferas de cristal iridiscentes es fatua, falsa, aburrida, anacrónica, pero la promocionada como diva, título nobiliario ganado a lo largo de 40 años de carrera, demostró la vigencia del sonido que inundo en los años 80 miles de antros en el mundo.

Hacia las nueve de la noche el público -unos 15 mil- hacía su show. Cher representa sensualidad convertida en imagen camaleónica. A cada canción, unas 25 en total, incluyendo un popurrí de sus éxitos con Sonny Bono, cambió de vestuario, de peluca, de maquillaje. La apariencia es esencia, en su caso.

Entre el público, algunas jóvenes presumían pelucas plateadas, rojas, azules. Otras ostentaron estolas de colores chillantes en una noche de escotes. De las bocinas, Pueblo funky.

A las 21:11 comenzó la parafernalia músico-circense-perfomancera en que se basa su espectáculo, titulado The farewell tour. Abrió con su versión de I still haven't found what I'm looking for, de U2. Apareció de un cono muy mono que bajó lentamente, desde unos cinco metros de altura.

Se quitó la larga bata que le cubría su cuerpo torneado y dejó ver sus largas piernas. Quedó en top negro y una especie de taparrabo. No faltó su diadema plateada.

Song for the lonely para entrar en ritmo. Gayatri mantra en un homenaje a la India. Un elefante de utilería movía su cabeza de izquierda a derecha. Cantó encima del paquidermo falso y un espectro con seis manos creaba un ambiente oriental, mítico.

Vuelta a lo suyo con All or nothing y Bang bang. Entró en la nostalgia con un medley de su etapa con su marido Sonny: The beat goes on, Baby don't go, I got you babe, con imágenes de la época proyectadas en pantallas gigantes.

Las coreografías enaltecen su belleza, su actitud de diva lejana de las manos, de los ojos de los mortales. Eso es una diva.

Cuerpos penden como en espectáculo del Circo del Sol, en un cuadro de erotismo aéreo, de torsos que se buscan, se acercan y se alejan, abriendo el vértice cálido que forman las extremidades. Los cuellos se yerguen, las venas se pronuncian, la masa muscular se agita cual gelatina.

Otro vestuario y luce un penacho largo y su cuerpo apenas se oculta en pequeñas prendas. Sinuosidades, talle discreto. En las pantallas se ve a Cher en sus tiempos mozos. Joven, bella, con la dulzura de la piel lozana, antes de las cremas antiarrugas, preventivas.

Entonces cantaba temas cándidos. El pop y las guitarras con sonidos a lo Yardbirds. Ahora es la reina de las pelucas. En su show su imagen hippy es cosa del pasado. En su pecho, la cruz y el pez cristianos. La multiplicación de los peces.

Para dar fe de lo que se ve, de la estrella que refulge aun en la distancia del tiempo y el espacio, se ve a Cher con The Jackson Five, Tina Turner, Elton John, David Bowie. Su triunfo es que no ha vencido al tiempo; nadie puede contra éste. Se ha adaptado artísticamente.

Bailarines negros brincan, bailan, se contonean. De ellos es el movimiento. Canta su versión de Love hurst, Herida de amor, sobre un trance doloroso que no se le desea a nadie. El abandono a pesar del ruego. La postración, la derrota. Sólo el tiempo ayuda.

Versátil, Cher aparece en las pantallas en algunos de sus papeles teatrales, como en el musical Amor sin barreras. En sus películas, junto a Jack Nicholson. Su fama se ha nutrido de El hombre elefante, Mask, Pegado a tí y tantas otras. Ha ganado un Oscar.

Se pone un sombrero de charro. Al lugar que fueres haz lo que vieres, reza el refrán, y hay que conectarse con el respetable.

A las 22:30 hace la primera finta de que se va. Sale para cantar a plenitud, con el Palacio convertido en una gran disco. Todos de pie ante la diva, aplaudiéndole, creyendo en ella.

Believe, el tema que la catapultó de nuevo a la gloria, a los primeros lugares de popularidad. Believe, el refuerzo de un sonido que fue moda y hoy es nostalgia y realidad, vigencia innegable, en la voz y parafernalia de Cher.

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