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E C O N O M I A
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México D.F. Domingo 5 de septiembre de 2004

Laura Alicia Garza Galindo

Mmmm... los pactos

Me va usted a dispensar el escepticismo, pero el presidente Fox está hablando de pactos políticos desde que era aspirante a candidato y pretendía llegar al poder presidencial -al cual ni él mismo consideraba posible arribar-, hasta los referidos, incluso firmados, ya en su carácter de mandatario de este México, por demás doliente. Pero permítame y le platico las ocasiones -tengo cada una registrada- en que el hoy Presidente se refirió a los pactos políticos como condición sine qua non para gobernar.

La primera vez fue en su propuesta electoral, el 14 de mayo de 2000, cuando planteó un acuerdo nacional para la transición, diciendo que, de ser electo presidente de México por las mayorías, convocaría a las ONG -que hoy tiene tan olvidadas-, a los partidos políticos -al referirse al PRI, dijo que llamaría a Florencio Salazar, hoy secretario de la Reforma Agraria- y a su gente. En esa ocasión anunció que crearía dos equipos de trabajo: uno para la transición -de tan infausta memoria, pues sólo cobraron y no diseñaron nada- y el otro, el gabinete.

El 3 de agosto de 2000, ya electo presidente, mandó a Santiago Creel para anunciar que en breve se convocaría al pacto de Chapultepec con todos los actores políticos. Este pacto, sin embargo, nunca llegó a concretarse, puesto que determinaron invitar sólo a la sociedad civil, ONG y a los partidos políticos, con excepción del PRI, que no merecía ser convocado. Fue tan absurdo dejar fuera a la mayor fuerza política nacional -sin duda una de las más importantes con las que se requería pactar-, que nadie hizo eco de la convocatoria y el pacto de Chapultepec murió solo y abandonado: nadie lo tomó en serio. Faltó, como en muchas otras cosas, empeño y visión para perseguir la liebre. Fue más grande la tentación de debilitar al adversario que crear el clima propicio para que los partidos políticos, incluso al que dice pertenecer, se robustecieran y crecieran ante la sociedad.

Pasaron muchos meses desde entonces. Fue hasta el 7 de octubre de 2001 que se firmó el Acuerdo Político para el Desarrollo Nacional. Se aproximaban cuatro elecciones en otros tantos estados de la República y la Asamblea Nacional del PRI. Se buscaba, después de muchas aproximaciones verbales, aprobar la reforma fiscal con la eliminación de la tasa cero del IVA para alimentos y medicinas. Le urgía al Ejecutivo pactar. Y se invitó a todos los representantes de fuerzas y grupos políticos. Se redactó una agenda nacional con 65 puntos. Lamentablemente, sólo fue un pacto para la foto. Sólo quedaron de él papel, firmas y buenas intenciones. Pero permítame el gusto de transcribirle un párrafo, que no tiene desperdicio:

"Que las medidas necesarias para enfrentar la situación actual para llevar a cabo la reforma del Estado y para adaptarse al nuevo entorno internacional demandan una eficaz colaboración dentro del orden constitucional y de un equilibrio entre el poder Ejecutivo y el poder Legislativo, a efecto de asegurar el desarrollo del bienestar social y la viabilidad del país y sus instituciones democráticas en el mediano y largo plazos."

ƑA poco no es precioso? Pero además, el jefe del Ejecutivo federal, en el marco del nuevo esfuerzo para pactar, el 2 de mayo de 2002 invitó a los legisladores para "acercarse al diálogo". Y sí, dialogaron los coordinadores parlamentarios del Congreso y se colocaron de nuevo en el tapete de la relación las mejores intenciones para trabajar en concordancia. ƑEl resultado? Lamentable: fueron inumerables los asuntos con los que el poder Legislativo convocara durante meses al poder Ejecutivo ƑLa respuesta? El silencio. Ahora de nuevo se buscan treguas.

La noche del cuarto Informe, en una mesa de análisis de un canal televisivo, en donde hubo aportaciones espléndidas, me llamó la atención que el conductor comentara -no es textual- la insistencia en aplicar acá el Pacto de la Moncloa. Sólo un breve comentario. Se conoce que el pacto versó sobre la manera de abatir el desempleo y los topes salariales. Pero en los hechos, el Pacto de la Moncloa fue a la vez un importante laboratorio en el que los partidos políticos tomaron las decisiones que, acertadas, los fortalecieron en tanto que instituciones, y luego el pacto funcionó como eficaz instrumento de ensayo para la consecución de otros acuerdos en temas también delicados y complejos.

Se puso en práctica -nada menos- que el delicado arte de hacer política, cediendo un poco cada parte, para lograr acercarse al consenso y pactar, llegar a acuerdos que satisficieran a parlamentarios, a las militancias y al pueblo. Fue duro el aprendizaje y lo lograron, al eliminar las mutuas descalificaciones y al alcanzar acuerdos. Se reforzó el sistema de partidos para pactar con el Presidente y los grupos y entonces sí convocar a la sociedad. ƑSerá esto posible ahora? Sólo el tiempo y el esfuerzo lo dirán. Pareciera que ya es tarde pero la inconformidad social y el ambiente enrarecido lo exigen.

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