Abraham Nuncio

El Frente Sindical, Campesino, Social y Popular: expectativas

Viviendo en Monterrey desde hace tres décadas, no he perdido mi condición de forastero.

Asisto invitado por sus organizadores a la constitución del Frente Sindical, Campesino, Social y Popular en Nuevo León. Espero leer, por su importancia, las notas correspondientes en los diarios de la ciudad. Las busco al día siguiente y me encuentro con que el evento no fue registrado en los de mayor circulación.

ƑCómo puede ser eso posible? Me sorprendo, pero la sorpresa del forastero es puesta con los pies en la tierra por el habitante de una metrópoli donde la clase obrera aparece en espacios marginales o en los equivalentes a la nota roja.

Sólo un periodista, Raúl Rubio Cano, del diario Regio, señaló el significado que la fecha de la constitución del frente adquiría con la coincidencia de los sucesos sangrientos del 29 de julio de 1936. Entonces, hace casi 70 años, emergía con fuerza la clase obrera, se organizaba y le disputaba terreno laboral, político y social a los industriales de Monterrey. Figuras destacadas de esa insurgencia fueron Valentín Campa, cuyo primer centenario de su natalicio no ha sido recordado como debiera, y el líder ferrocarrilero Tomás Cueva, secretario de la Federación de Trabajadores de Nuevo León-CTM.

Hubo tres trabajadores muertos y Cueva resultó herido de bala, junto con una treintena de trabajadores, por los industriales que dispararon sobre la manifestación que realizaban las organizaciones obreras cerca del cuartel de la Asociación Cívica Nacionalista, organización copiada de la falange, donde la burguesía regiomontana se hacía fuerte en contra del movimiento obrero y las reformas cardenistas.

Hoy que se ha instrumentado una agresión anticonstitucional en contra de las conquistas de los trabajadores, centrada en el contrato colectivo del sindicato del IMSS, es esencial traer a cuento episodios como el del 29 de julio. Y también otros añadidos.

Después de las elecciones de 1940 y de la crisis política subyacente, la derecha resultó fortalecida. Es también en Monterrey donde se firma, primero que en ninguna otra parte, el Pacto Obrero-Industrial. Sus consecuencias serían contrarias a los intereses de los trabajadores en lo inmediato y para el futuro.

Desde esos años, la añagaza del pacto histórico del movimiento obrero organizado con el Estado empezó a surtir sus efectos lesivos para los asalariados y jornaleros. La gran mayoría de sus organizaciones, sujetas al cacicazgo cetemista, perdieron la autonomía que, por el contrario, fueron ganando los empresarios. Estos le dieron vida a un partido alternativo, el PAN, pero entendieron además que debían conquistar territorios de lucha a los que no han accedido los trabajadores: el de la educación, el del tiempo libre y el de los medios de comunicación masiva.

En la nueva embestida contra sus condiciones de vida, es alentador su empeño de unión organizada, pero es también clara la desventaja de los trabajadores frente a la burguesía bipartita que la instrumenta. Además de que la formación del frente es (apresuradamente) reactiva ante la política de la derecha, sus organizaciones no están entrenadas en el combate ideológico por conducto de instituciones y unidades económicas civiles: escuelas, universidades, centros de estudio, editoriales, productoras de cine y video, teatros y salas de cine y juegos, ni a través de los medios de difusión masiva, incluida la red cibernética.

En concreto, no son sus dueños y no pueden determinar su orientación ideológica. Por ello su voz, su imagen, su pensamiento, sus posiciones ideológicas y objetivos políticos reciben un tratamiento mediático manipulado que no pueden contrarrestar, como reconocieron en Monterrey Francisco Hernández Juárez, el líder de los telefonistas, y Liliana Flores Benavides, dirigente de El Barzón. Además, no caen en campo fértil. Los hijos de los trabajadores no se educan en instituciones en las que se reproduzca su visión de las cosas; son las agencias influidas o dominadas por los patrones los que les imponen la suya.

Gánese o no la batalla contra la mutilación del contrato de los trabajadores del IMSS, es urgente que las organizaciones obreras y campesinas, al lado de organizaciones sociales y culturales identificadas con ellas, emprendan el camino que hace 70 la Universidad Autónoma de Guadalajara, precursora de la enseñanza privada de nivel superior, y la XEW, madre de Televisa, fueron ambas fundadas en los años 30- iniciaron los empresarios: fundar instituciones educativas y culturales y diversos espacios informativos, recreativos y de comunicación.

Formar o fortalecer los partidos que representan los intereses de los trabajadores de la ciudad y del campo en la arena electoral es menos arduo que desarrollar ese tipo de instituciones, espacios y medios de comunicación. Pero a la larga, si se dispone de ellos, resultará más fácil resistir a las fuerzas civiles y estatales del capital, e incluso vencerlas para poder inaugurar la democracia efectiva (la que hoy se ostenta con ese nombre es la democracia de los pocos, nada menos que su opuesto).

Si no lo entienden así los trabajadores, sus batallas inmediatas y su proyecto histórico por construir estarán condenados a la derrota.