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P O L I T I C A
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México D.F. Lunes 2 de agosto de 2004

Rafael Alvarez Díaz*

ƑA quién tenemos que perdonar?

La controvertida declaración del secretario de la Defensa Nacional (La Jornada, 1Ɔ de julio) ha reavivado el debate sobre la asignatura pendiente que como sociedad tenemos con el pasado, pues inmediatamente después de afirmar que los militares no deben de involucrarse en asuntos políticos, incursionó de lleno en ese terreno al sostener que "es tiempo de conciliar" y que "es necesario saber perdonar".

Muchas han sido las interpretaciones que han surgido sobre esos señalamientos, incluso del propio secretario, pero más allá de especulaciones que pudieran hacerse están los hechos recientes, que parecen dar la razón a quienes pretenden mantener los delitos del pasado bajo la sombra de la impunidad. Como es sabido, durante décadas el régimen del partido en el poder reprimió con gran violencia e impunidad a los que consideraba sus enemigos. De los desaparecidos nadie quería saber nada.

Sólo la valentía y tenacidad de las familias de los perseguidos, presos políticos y desaparecidos, que no cejaron en su lucha por años, lograron que la sociedad poco a poco conociera de los crímenes cometidos por los aparatos de seguridad del Estado. Desde entonces, muchos -entre ellos las autoridades- ya conocían la verdad de las detenciones arbitrarias, torturas, ejecuciones sumarias, desapariciones forzadas y la identidad de sus autores materiales e intelectuales.

Después de tres décadas seguimos sin saber dónde están al menos 532 desaparecidos. Desde el cambio de gobierno, diversas voces han exigido la creación de una comisión de la verdad y la justicia en México, para investigar las heridas causadas en esos años, que aún siguen abiertas. Pero lo más importante es lo que significa para las víctimas que se reconozca la verdad. La reparación del daño en muchos casos es imposible, sin embargo, reconocer la verdad puede ser parte de la mitigación del daño ocasionado por el Estado.

La fórmula verdad/justicia es un elemento básico, sin el cual no se puede hablar de gobernabilidad democrática en ningún país. La impunidad que ha prevalecido hasta nuestros días debe terminar. Como sociedad no podemos seguir permitiendo que los responsables de los crímenes del pasado sigan sin castigo. Por eso, ante la exhortación del secretario de Defensa es pertinente preguntarnos: Ƒa quién tenemos que perdonar, cuál es su identidad, con nombre y apellidos? ƑQué crímenes cometió cada uno? ƑCuál es la responsabilidad individual de estos criminales? ƑCómo van a pagar por sus delitos?

Conocer la verdad implica ubicar a las víctimas y a los responsables en su contexto histórico. Reconocer la responsabilidad individual y del Estado en estos hechos. Sólo mediante el esclarecimiento de lo acontecido se resolverán adecuadamente las contradicciones que hasta ahora han existido entre lo que hemos conocido como verdad jurídica y la verdad histórica. Sin explicar cabalmente estos acontecimientos es imposible entender la sociedad que ahora somos.

No puede haber justicia si no se conoce primero la verdad. Asumir la verdad sin hacer justicia es una nueva y más grave agresión, que aumentaría la ofensa a las víctimas y a sus familiares. El fruto de la justicia será la reconciliación y la convivencia democrática entre actores antagónicos hasta ahora en conflicto. Es indispensable tener en cuenta que la defensa futura de los derechos humanos y la fortaleza del régimen democrático que pretendemos conseguir dependen, en gran parte, de cómo abordemos la revisión de nuestro pasado. Los resultados obtenidos forzosamente tendrán que reflejarse en la reforma del Estado en general, y de las instituciones encargadas de la seguridad nacional, la procuración y la administración de justicia en particular, instrumentando mecanismos de prevención, transparencia, control, rendición de cuentas y sanción efectiva de los abusos, para evitar que se repitan este tipo de crímenes que ofenden a la humanidad toda.

La solución pacífica de este conflicto implica hacer justicia, reconocer abiertamente nuestro pasado y descubrir la sociedad que realmente somos. De lo contrario, aspirar a convertirnos en una sociedad plural, democrática e incluyente sería una mera ilusión.

* Defensor de derechos humanos

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