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Obituario   - NUEVO -

P O L I T I C A
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México D.F. Miércoles 30 de junio de 2004

La multitudinaria demanda de seguridad pública en el Zócalo, producto del miedo

La violencia y la inseguridad, propias del neoliberalismo, señala Peter Lock

Mafias y bandas criminales delinquen a la sombra de un Estado en descomposición

CARLOS FAZIO / I

marcha_delincuencia_4ttLa actual demanda de seguridad pública expresada de manera masiva y policlasista el 27 de junio en el Distrito Federal, es producto del miedo. De un miedo fundado en una realidad concreta. Existe temor extendido entre la población a ser víctima de una violencia y una criminalidad desatadas, casi sin límites, que esgrime muchas máscaras y rostros, lo que impide ver qué, quién, cómo y por qué se reproduce esa violencia criminal de manera cíclica y sin aparente solución de continuidad. El enojo de un amplio sector de la población tiene que ver con la ineptitud y/o el dolo de las autoridades en brindarles seguridad. Una de las funciones por excelencia del soberano (el Estado) es proteger al pueblo. Pero sucede que, como afirma el investigador hamburgués Peter Lock, el Estado ha renunciado a garantizar el derecho de la población a la seguridad.

Para Lock, esa renuncia del Estado -y otras propias de una nación soberana- tiene que ver con "la privatización del poder" en el marco del capitalismo liberal triunfante en la posguerra fría. Junto con el poder, la seguridad también ha sido privatizada. Se convirtió en mercancía y responde, por tanto, a una lógica de mercado; está sujeta a la ley de la oferta y la demanda. El neoliberalismo, que ha convertido a las principales ciudades de México en selvas socialdarwinistas, donde se libra una guerra de todos contra todos y sobrevive el más apto, a nivel sicológico produce inseguridad, miedo. Genera una desesperación por la seguridad que el soberano no puede resolver porque no lo permite el propio modelo. Además, quienes controlan la seguridad, incluso desde las estructuras del actual Estado oligárquico, cohabitan con los grupos del crimen organizado; son socios de los actores de la violencia.

Llama la atención, en la coyuntura, que grupos y organizaciones que tradicionalmente han servido como organismos pantalla de los poderes fácticos, clasistas y antidemocráticos por naturaleza, hayan convocado a la marcha en nombre de la "sociedad civil". Los mismos que antes privatizaron el poder, al liberar a la economía de sus cadenas sociales, y que han reducido los derechos humanos a la protección de la propiedad privada y los negocios -o sea, del capitalismo salvaje-, quieren hoy privatizar el miedo y conducir al país hacia una seguridad posorwelliana.

Esos grupos (pro)oligárquicos, semisecretos algunos, que intentan secuestrar y capitalizar la legítima indignación de una sociedad fragmentada y polarizada, ya harta de vivir en la inseguridad, son los precursores de un nuevo tipo de Estado punitivo, que potencia la desigualdad socioeconómica, criminaliza la pobreza y engendra como ideología de dominación una cultura permanente de estado de excepción. Para tales fines, explotan la necesidad real de protección de súbditos inermes frente al crimen -una desprotección muchas veces inducida, manipulada y/o fabricada desde los medios electrónicos bajo control monopólico, como ocurrió ahora, con el agravante de que las cadenas de radio y televisión se convirtieron en protagonistas de su propia noticia-, con el objeto de generar demandas de corte represivo que apuntan a políticas de control de población. La paradoja, como dice Horst Kurnitzky, es que "la llamada a la violencia por la economía salvaje provoca una creciente demanda de seguridad -leyes, más policía, cárceles, exclusión de las partes irritantes de la sociedad- que contribuye a una creciente inseguridad". Con el agregado de que los mismos que fabrican la demanda, venden el producto.

Génesis de las estructuras de la violencia

Peter Lock, ensayista y consultor de política internacional, sostiene que la conceptualización de los procesos económicos provee una herramienta analítica "que permite descifrar la lógica de una violencia y atrocidades en apariencia irracionales (y caóticas), desenmascarándolas como estrategia de dominación económica, donde el mercado es remplazado por la violencia o la amenaza de ésta" (Factores económicos de los conflictos y de la violencia, ver en www.Peter-Lock.de).

Según él, el punto de partida de la actual globalización bajo regulación neoliberal "es una violenta lucha de clases desatada por los de arriba, cuyo fin es la exclusión de otros grupos sociales"; lucha que se libra en "estados en descomposición", donde cohabitan tres esferas dinámicas antagónicas, pero a la vez simbióticas o interdependientes: la economía normal y legalmente operante; la economía informal o de sobrevivencia, que mantiene en un estado de inseguridad legal y física constante a las mayorías empobrecidas, y una economía abiertamente criminal, parasitaria y desterritorializada, sustentada en sistemas trasnacionales de redes (de tráfico de drogas, armas y personas), que facilitan una amplia gama de "transacciones desreguladas".

Lock, uno de los pocos investigadores que en el mundo han venido analizando las estructuras de la violencia actual, señala que las dos últimas esferas, que llama "globalización sombra" -una economía "subterránea" que aparece como la cara oculta o el anverso del globalismo liberal, y que "probablemente constituye el área más dinámica de la economía"-, están marcadas por una "violencia reguladora", que define como "la amenaza y el despliegue de la violencia física para la imposición de relaciones de intercambio desiguales y de apropiación". Dicha violencia, que opera "como mecanismo dominante de regulación social y económica", se manifiesta por medio de homicidios, de la industria del secuestro, la venta de protección y otros actos criminales violentos. Según Lock, esa "violencia reguladora" encuentra condiciones aptas en "estados débiles", "en descomposición" y se reproduce en "enclaves del apartheid económico y social" a través de estructuras "similares a las existentes en economías de guerra" (P. Lock, Caminos para salir de la violencia: experiencias y características en otras regiones de crisis).

Si se aplica la hipótesis de Lock y se sigue su método de rastrear la génesis de las estructuras de la violencia actual, se puede comprobar que bajo la presión de los grupos económicos más poderosos, en México y en cada país a escala internacional, el Estado se ha venido transformando para favorecer los intereses de los grupos dominantes. Años de radicales medidas impulsadas por el consenso de Washington y sus perros guardianes, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (políticas de privatización y fiscales de reducción de impuestos y de asignación de subsidios a los de arriba, y de recorte del gasto social a los de abajo), socavaron los fundamentos del Estado benefactor.

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