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México D.F. Lunes 28 de junio de 2004

Hermann Bellinghausen

México te mido

Los otros nosotros. De poquitos en poquitos, compactos pero expansivos y concientes de ser muchos en el fondo, han creado, muy creativamente, infalibles códigos de identidad. Establecen cruces. Cada uno es radical a su manera. A veces lucen peligrosos (consiguen parecerlo) pero también parecen mansos. Se dan el lujo de ser tiernos porque se saben bravos. Se saben buenos. Su identidad para ellos es clara, y se lo hacen saber al resto. De uno u otro modo, se consideran en lucha. Dan "batallas", pintan muros legales o ilegales y se toman una foto para que les crean, cantan a gritos lo que quieren. Precarios pero firmes, han conquistado espacios mínimos de tierra liberada. Como dice un amigo, hay un chingo de gente en estas calles queriendo expresar algo. Especialmente a través de la música asociada con la palabra, y notablemente, en los muros.

Desde Ciudad Juárez roquea María Barracuda: "Yo no tengo a nadie a quien patear, necesito a veces insultar por todo lo malo que siento dentro, ya no puedo tener tanto mal final, no soy material para que a mí la mala suerte me persiga siempre. Sólo quiero un pedacito de mundo pa' mí donde pueda ser, donde pueda vivir y reír sin fingir, seguir mi destino sin sufrir, haciendo todo lo que se me pueda ocurrir. Yo no tengo nada y nunca he podido ser alguien atrevido y sé que justo ahí está lo divertido para que yo me pueda consolar.

"Sólo quiero un pedacito de tiempo pa' mí, para malgastar de una manera feliz sin reprimir mi sentir, gozar día a día el porvenir, dejando todo a un lado y mi tristeza despedir. Me importa una chingada esta vida de cagada, voluble y arreglada, no me impresiona nada. Al ponerse desgraciada, pues creo que ya la empiezo a abominar. šChale! šChale!

"Más vale que me empiece a portar muy muy mal, a ver si así de menos me atropellan y me ahorran el sentirme criminal. Es que me importa que mi vida no sea bella, además de dejar huellas, pero espero que sea provisional. Sólo quiero un pedacito de mundo pa' mí. Hoy, hoy. Sólo quiero un pedacito de tiempo pa' mí. Ah, ah. Hoy, hoy" (María Barracuda en "šChale!", dueto con Elfego Buendía, Sonny Music, 2004).

Los llamábamos bandas. Ahora se quieren llamar tribus, clanes, castas, crews, colectivos... o bandas. Según. Y son muchos más los que los acompañan, incluidas sus familias. La vasta base social de humanidad que los rodea. No se marginan; donde ellos están es el margen. Trágame ciudad, parecen gritar.

Situacionistas todos, aunque algunos no se lo propongan, su sola presencia en las calles sirve para encarnar su verdad. Sean indígenas migrantes en plantón itinerante; artesanos; danzantes emplumados; campamentos libertarios de anarquistas punk que piden libertad a los presos políticos; o góticos darquetos maquillados cual vampiros y con goggles negros vendiendo rosas blancas pintadas de mórbido azul asfixia; gays y lesbianas orgullosos de ser. Hay tantas formas de decir "no".

A la luz de los intersticios resisten desde las suyas a las barricadas que impone el poder. It's great to be me proclama la camiseta de una muchacha entre varias que atraviesan provocadoramente las peloteras en un día normal (Ƒqué es un día normal?) del Centro defeño.

En Monterrey, Gato de Troya skatea gachamente en "Tierra y libertad", tras el siguiente diálogo inicial:

-Oiga señor, Ƒpor aquí pasa el Ruta 35?

-No señor, aquí nada más pasa el Tierra y Libertad.

-Ándele, fíjese.

-Aquí pasa en la esquina nomás.

-Y ese Ƒpa' dónde va, oiga?

Un coro responde en clave de polka y ska: "A apoyar al EZLN", y da entrada a la canción.

"Un día yo viajé a un estado militar donde sufre el pueblo, no lo dejan de chingar. Son nuestros hermanos que nos gritan dignidad y lo único que hacen es unirse en libertad. Somos pacifistas pero vamos a explotar y si es necesario las armas hay que tomar. Vamos todos juntos, vamos a cantar el himno a la inocencia bailando este rico ska: 'Tierra y libertad, grita tierra y libertad. Todos con Zapata vamos a luchar. Todos contestamos al gobierno nada más. Al subcomandante Marcos, solidaridad' (Gato de Troya: Yo no quiero ir a la guerra, Pepe Lobo Records, 2002).

Al topar con el límite, las tribus constituyen una mayoría y un desafío. "Distrito Federal, paraíso del rapero" reconoce La Vieja Guardia, una tripulación de grafiteros, danzantes de break, diyéis y MC (maestros de ceremonias con mucho que decir). Incómodos, frescos, a contra corriente, inquietantes en cuanto reales, proliferan los pelados.

Y qué tal el hip hop norteño, también regiomontano, de fuertes ecos chilangos: "Tengo, ya no tengo, no me queda nada, por donde jugamos sabemos que nadie gana en este triste tablero de ajedrez donde los peones batallan a fin de mes. ƑCrees que porque un nuevo milenio está por comenzar mi territorio dará señales de progreso?

"Ya son siete décadas y algunos años, han sobrepasado el promedio de vida humano. Demasiado tiempo conocido. Manipulado por un partido siempre favorecido por el jurásico Senado, šqué raro! Mientras todos trabajan a otros les pagan por estar sentados, šbravo, bravo! Varios políticos se creen dinámicos, gastan millones de pesos en panorámicos, invierten fondos del pueblo en amplificar sus rostros. Dicen que son mis amigos. Ni los conozco. Y esta falacia llamada democracia con todo y credencial para legalizar la farsa. Pues si queremos cambio, algo mejor, tendremos que pintar las banderas de otro color... Y no falta el fanático banal que se pone a llorar porque la selección falló un penal. Un lugar seguro es donde vivo, pues el gobierno es tu mejor amigo en esta nación que juntos construimos. Sigue soñando, México lindo y querido" (North Siders, grabación independiente, 2004).

Oyendo estas voces enojadas, combativas o irónicas, uno encuentra que puede que México corra peligro, pero está muy vivo. Los de arriba en consecuencia andan espantados y muy alzados. Se creen únicos. Y dueños de las adormideras. Quieren que el país de abajo esté dormido. Y no es así.

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