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México D.F. Domingo 11 de abril de 2004

Angeles González Gamio

Las sorpresas de Azcapotzalco

En varias ocasiones hemos hablado de Azcapotzalco, ya que la antigua e histórica villa está llena de sorpresas que descubrimos constantemente. En días pasados nos maravillamos con una de las mejores colecciones de máscaras de nuestro país, que ha conformado a lo largo de 46 años el arqueólogo y escultor Jaled Muyaes y su adorable mujer, Estela Ogazón, nativa del lugar, al igual que sus dos hijas, artistas ambas, una plástica y la otra crea original joyería, ya también expertas en la rica colección.

La familia vive en una casona que construyeron ex profeso para alojar las máscaras, en parte del predio de la mansión del legendario Aquiles Elorduy, brillante abogado y escritor, fundador del Centro Antirrelecionista que combatió a Porfirio Díaz y generoso benefactor que donó sus sueldos de diputado y senador para establecer escuelas.

En este lugar, conviviendo con bellas artesanías, plantas de todo género, libros, esculturas notables que hace Jaled con herramientas y exquisitas antigüedades, se custodian alrededor de 5 mil máscaras, todas "bailadas", esto es, que son las que usaron danzantes en las distintas fiestas y rituales que se llevan a cabo en todo México, lo que les da un valor etnográfico, además de artístico. Esta riqueza se complementa con las fotografías de los grupos en sus bailables y con la memoria notable de sus dueños, que cuentan anécdotas de las hazañas que en ocasiones tuvieron que realizar para lograr la adquisición de una pieza. No es exagerado decir que hay auténticas obras de arte, y todas tienen un encanto y poseen ese espíritu ancestral que inspira a los que las "bailan" y que les da alma a las máscaras, que pueden ser de madera, cartón, cuero, barro y últimamente hasta de plástico. Es alentador que existan personas como ellas, que demuestran su amor por México preservando sus riquezas patrimoniales, que son únicas e irrepetibles y que nos dan identidad y orgullo.

Azcapotzalco parece ser venero de estos personajes, pues recientemente conocimos a don Octavio Romero Arzate, también oriundo del añejo señorío tepaneca, quien ha dedicado la mayor parte de sus 80 años de vida a excavar en los sitios que dice que le indican sus antepasados, extrayendo muchas piezas magníficas de las diversas culturas que poblaron la zona. La mayoría está en el Instituto Nacional de Antropología e Historia, y a Romero Arzate le dejaron una pequeña colección, con algunas piezas de excepción, que expone en un museíto casero, situado en la calle de Libertad 43, en donde se encontraba la vecindad en que nació.

De esta estirpe espiritual es Pablo Moctezuma, quien ha vivido gran parte de su vida en ese barrio y fue delegado político. Actualmente, en la planta baja de la casa donde vive, ha instalado el Centro Cultural Azkalkalli, en donde imparte talleres de náhuatl, ajedrez, guitarra y otros, y ya hemos hablado de la lucha de los vecinos de San Miguel Amantla por proteger el predio en donde Manuel Gamio realizó en 1914 las primeras excavaciones estratigráficas que se hicieron en América, y cuyos valiosos vestigios serían cubiertos por una unidad habitacional. Ellos proponen la creación de un espacio cultural y turístico, con un museo de sitio, que no dañe los tesoros que se encuentran bajo tierra.

Cabe recordar una vez más que Azcapotzalco es posedora de una historia riquísima, anterior a la de la ciudad de México (hoy Centro Histórico) que data del siglo XIII, cuando se establecieron en ese lugar los tepanecas (los que viven en el pedregal). Ahí fundaron el que llegaría a ser un poderoso imperio que dominó a los pueblos más importantes de la cuenca. Azcapotzalco, vocablo que proviene del náhuatl "azcatl" hormiga, "potzoa" acumular y "co" lugar, lo que significa "en el hormiguero", Existen muchas leyendas acerca del significado del nombre, aunque la que prefieren sus actuales pobladores -los chintololos- es la que alude a su numerosa y trabajadora población que constituyó un centro ceremonial y comercial de gran importancia, que tenía fama por sus técnicas artesanales especializadas en trabajar piedra, hueso, concha, madera y pluma.

Otro atractivo del viejo señorío son sus buenos lugares para comer, como el restaurante El Bajío, ubicado en avenida Cuitláhuac 2709. Su dueña, Carmen Ramírez Degollado, la querida Titita, atiende personalmente con su simpatía veracruzana. Es de la mejor comida mexicana tradicional de la ciudad y la decoración es muy agradable. El mole, preparado con la receta de la abuela, es una maravilla, sea con pato, pollo o en enchiladas. Para iniciar son de rigor las gordas infladas y las garnachas orizabeñas; los fines de semana hay barbacoa y diario ricas carnitas y chicharrón.

cronmex @ prodigy.net.mx

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