Sus movilizaciones de resistencia civil, ejemplo para el mundo

* Las mujeres son clave para alcanzar la paz y acabar con la guerra

* “No parimos hijos ni hijas para la guerra”, proclaman en sus marchas por los territorios más castigados por el conflicto armado

Graciela Atencio

Corría el año '96. Para entonces Colombia ya estaba devastada por una guerra que lleva décadas de combates cuyos principales protagonistas son varones: guerrilleros, paramilitares y soldados del ejército. Mujeres de distintos sectores de la sociedad, como respuesta al reguero de sangre y destrucción, crearon un movimiento tan amplio y aglutinante, que se hizo oír en todos los rincones del país. La Ruta Pacífica de Mujeres Colombianas nació no sólo para buscar una alternativa de resolución al conflicto armado, sino también para hacer visible a la sociedad colombiana y al mundo, el exterminio sistemático al que son sometidas las mujeres de aquel país.

“Desde nuestras movilizaciones, queríamos ser solidarias con esas cientos de madres a las que le habían asesinado sus maridos, hijos e hijas; mujeres que habían sido violadas por paramilitares o asesinadas como consecuencia del fuego cruzado entre distintos bandos armados; secuestradas para ejercer la prostitución forzada entre grupos guerrilleros; obligadas a controlar la natalidad; a abortar; a desplazarse de territorios”, dice María Eugenia Sánchez, colombiana, socióloga, feminista, de 50 años, integrante del comité de coordinación de la Ruta, impulsora del proyecto desde sus inicios y trabajadora de La Casa de la Mujer, una de las más de 320 organizaciones no gubernamentales (ongs) que integran este movimiento.

Cómo nació el proyecto

La idea de crear la Ruta Pacífica surgió por un lado, a petición de las comunidades más afectadas por la guerra y por otro, por la inquietud de varias activistas. “Necesitábamos unirnos contra el oprobio de un sistema patriarcal que nos trata como víctimas y botín de guerra. -expresa Sánchez-. Una tarde de 1995, en medio de un café, soñamos que muchas de nosotras podíamos extender un grito de resistencia pacífica en los territorios más castigados por el conflicto”. La sincronía no se hizo esperar: el 25 de noviembre -fecha que se conmemora el día de la no violencia contra la mujer- del 96, más de mil mujeres provenientes de todo el país realizaron una caravana hasta Urabá, situado en la región de Antioquia. Un año antes, las ongs feministas y de derechos humanos habían recibido el reporte de que en por lo menos una población de Urabá, alrededor de un 95 por ciento de mujeres habían sido víctimas de violaciones.

¿Por qué llamarla Ruta Pacífica? Sus organizadoras consideran que, por un lado, movilizarse hacia los sitios más castigados por la guerra, paraliza o detiene las acciones violentas entre los distintos protagonistas del conflicto. Esa recuperación simbólica permite, además, la creación de un corredor humanitario para poder llegar a la región, luego se recaba información y se denuncian las violaciones a los derechos humanos cometidas, se presta solidaridad y ayuda a la población civil y se cristaliza el pedido de auxilio de las campesinas y las víctimas de la guerra.

Las marchas se sucedieron año tras año hasta alcanzar un nivel de convocatoria y popularidad sin precedentes, el 25 de julio de 2002. Leonora Castaño y María Eugenia Sánchez coinciden: “40 mil mujeres de todos los rincones del país nos juntamos en la Plaza de Bolívar, Bogotá. Negras, mestizas, indígenas, afrocolombianas, campesinas, amas de casa, trabajadoras, profesionales y hasta hombres se sumaron al grito de: ‘A la guerra las mujeres oponemos la resistencia activa no violenta'”.

En aquel momento histórico, la Ruta hizo una petición pública, al entonces presidente electo, Álvaro Uribe, a través de un manifiesto, en el que rechazaba que las mujeres sean reclutadas para la guerra. “En la actualidad, casi el 30 por ciento del ejercito y la guerrilla están integrados por mujeres, pero la mayoría de ellas han sido obligadas a ingresar a sus filas”, advierte Sánchez. También expresaron su rechazo a vestirse con prendas militares; su oposición a que el servicio militar sea obligatorio; y a pagar impuestos para la guerra cuando ésta lo único que ocasiona es más pobreza, en un país en el que de 40 millones de habitantes, 26 millones son pobres.

El 25 de noviembre pasado, más de tres mil mujeres se movilizaron hasta la región del Putumayo, departamento considerado en “ruinas” por los efectos de la fumigación, practicada a gran escala para frenar los cultivos de coca entre los años 2000 y 2002. Las fumigaciones han provocado un desastre ecológico, desplazamientos de campesinos, desempleo y aumento de la pobreza. “Lo notable es que en situaciones de esta naturaleza, las que salen a enfrentar la tragedia, las que deciden liderar el desplazamiento son las mujeres”, dice Sánchez.

El hostigamiento ¿del gobierno?

Entre las violaciones a los derechos humanos sobresalen los desplazamientos forzosos, siempre ocasionados por intervenciones armadas que involucran a ejércitos legales, ilegales, paramilitares y la guerrilla. La Ruta denuncia que los paramilitares son los que más generan desplazamientos y que el gobierno actual no busca una alternativa negociada. Leonora Castaño aclara: “sucede todo lo contrario, Estados Unidos, con Bush a la cabeza y España, con el gobierno saliente, han apoyado la militarización de Colombia”.

Sánchez sostiene que la población civil está indefensa ante el atropello del poder ejecutivo. “Proliferan los allanamientos sin orden previa, las detenciones arbitrarias sin respeto del derecho de habeas corpus , intervenciones de teléfonos sin orden judicial. Al final, somos objeto de persecuciones y hostigamiento aquellas que defendemos los derechos humanos”. En diciembre pasado, en la institución donde trabaja Sánchez, La Casa de la Mujer, cuatro hombres armados entraron a sus oficinas y se llevaron cinco computadoras con información que contenía proyectos institucionales y datos de las organizaciones y líderes con las que trabaja. La Ruta entendió que este acto es “un efecto de la política de seguridad democrática y el Estatuto Antiterrorista, que coloca a las organizaciones que trabajamos por los derechos humanos, en este caso, los derechos de las mujeres, bajo sospecha”. El movimiento se solidarizó con esta ong, hizo un llamamiento a la comunidad nacional e internacional y exigió al gobierno colombiano la investigación de los hechos.

El futuro esperanzador

A finales de julio de 2004 se celebrará el Encuentro Internacional de Mujeres contra la Guerra, auspiciado y organizado por la Ruta Pacífica. Asistirán feministas y activistas de diversas partes del mundo. En dicho marco se debatirán estrategias de trabajo para desmilitarizar zonas de conflictos armados.

La próxima cita de la Ruta se celebrará, como cada año, el 25 de noviembre. Las más de 300 organizaciones que la integran viajarán a la región del Choco. Sánchez concluye: “Cada día que pasa, se suman nuevas protagonistas al movimiento. Cuando nos preguntan cuál es nuestra fórmula de éxito en la convocatoria, respondemos que la guerra nos ha hecho más vulnerables pero también más fuertes. Las que participamos en la Ruta sabemos que el individualismo no sirve para nada. No hay forma de supervivencia que no sea la colectiva. Por eso apostamos por la paz, por eso seremos las protagonistas del cambio que tarde o temprano llegará a Colombia”.

Fotos: www.rutapacifica.org.co