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México D.F. Sábado 3 de abril de 2004

Exhorta al Estado a montar piezas clásicas; actualmente está en La pareja inolvidable

Un niño que no ve teatro pierde buena literatura: López Tarso

Antes de entrar a escena, la emoción me viene naturalmente; y si no es así, me la provoco, comenta

Lamenta que una obra sólo se represente cuatro veces a la semana; ''no hay asistencia suficiente''

ARTURO CRUZ BARCENAS

El actor mexicano Ignacio López Tarso ha dedicado su vida al teatro, al cine y la televisión; tiene recuerdos para pasar muchas noches escuchando anécdotas, nombres, lugares. No obstante, cuando se le pregunta: "¿Por qué no escribe su biografía?", responde: "Eso no me interesa".

-¿Ha tenido problemas por ser famoso?

-No, porque nunca he sabido lo que es eso. ¡Famosos los gringos, que lo logran con una publicidad bestial! Son famosos en ocho días. Si a mí me conocen es porque en más de 50 años no he parado para nada.

-¿La memoria?

-La tengo topográfica. Un maestro me dijo que para desarrollarla me aprendiera una línea de un poema cada día...

-¿Cuántos poemas se sabe?

-¡Ninguno! Es más, tampoco me sé ningún corrido completo. Rememoro. Mi memoria es rápida para aprender y para olvidar.

Lo dice sin dudar. Con toda su experiencia, afirma que para ser actor "hay que llegarle al personaje poco a poco; es necesario hacerse amigo de él, para que surja una gran confianza entre intérprete y personaje, por eso no me gusta que asista gente extraña a los ensayos. Al personaje hay que tenerlo firme, fijo, seguro. Esos primeros acercamientos del actor son como un parto", expresa.

Los inicios

En 55 años de carrera, López Tarso (DF, 15 de enero de 1925) ha participado en 100 obras de teatro -desde 1949, "haciendo Vanegas Arroyo"-, 50 películas -la primera fue Chilam Balam, de 1956, aunque antes desempeñó "un personaje pequeñísimo en La desconocida", que define como "¡pésima!"- y 20 telenovelas -a la televisión llegó en 1951-. Estudió arte dramático en la Escuela de Bellas Artes, en 1949, "entonces la única academia".

En esos primeros días "hacíamos de todo; pintábamos nuestros decorados, hacíamos el equipo eléctrico con botes de leche, redondos, elaborábamos los telones, lavábamos y hasta diseñábamos la publicidad", dijo en entrevista este actor a quien, puede decirse sin dudar, conocen todos los mexicanos, quienes tienen en su memoria alguno de sus personajes, que suman cientos, como el entrañable Macario, de la película del mismo nombre basada en la novela de Traven.

Los inicios eran de hacer papeles de seres populares. "Era muy divertido. Poníamos obras de Emilio Carballido, como La zona intermedia, y de Rodolfo Usigli, como El niño y la niebla. Después en Bellas Artes, con piezas de Salvador Novo, Gorostiza y Sor Juana. Recuerda Macbeth y Enrique IV, Otelo, Los empeños de una casa, El duelo. También hizo lo quellama teatro clásico español de México, "que hicimos con doña Amparo Villegas, con obras como La celestina, con Ofelia Guilmáin, Guillermo Orea, Augusto Benedico, Miguel Córcega". Era 1949, cuando López Tarso tenía 24 años.

Mucho teatro: con Alvaro Custodio, uno de sus maestros, hizo Reinar después de morir, Las mocedades del Cid, La discreta enamorada... "Lo que me interesaba, en principio, era hacer teatro", precisó.

Cuando lo invitaron a hacer tv, dijo, "sí me gusto lo que hice. No así en cine, la primera y la segunda. Con Elsa Aguirre actué en Vainilla, bronce y morir, que sí me agradó, por Elsa, creo. Luego llegó Macario, que me metió, de plano, al cine". Fue el parteaguas.

Siguieron sus actuaciones en Nazarín, de Luis Buñuel; La cucaracha, con María Félix. "Con Dolores del Río ya me encaminé muy bien en el cine, sin dejar el teatro, puesto que después vino el Seguro Social, donde hice un montón de obras muy buenas, con piezas del repertorio grande, como Cyrano de Bergerac, Edipo Rey, Otelo. Todo eso en cinco años".

Mucho trabajo, pocos descansos

Cita que la gente antes iba más al teatro, "que era más barato, no había ningún problema de inseguridad, la ciudad era muy segura, transitable. Se ha convertido en un verdadero demonio. Ahora no se puede caminar, ni transitar, no se puede nada, no se puede trabajar, la gente no tiene dinero... ¡en fin!"

Entre los directores que considera decisivos cita a Roberto Gavaldón -"quien, para mi gusto, llegó a ser el mejor director del cine mexicano"-, con quien hizo Macario, El gallo de oro, Pito Pérez, Días de otoño.

En El gallo de oro -cuento de Juan Rulfo adaptado al cine por Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes, "quienes entonces no eran tan famosos"- alternó con Lucha Villa, "quien estaba en todo su esplendor como mujer. ¡Hermosísima y con una voz excepcional! También estuvo en Pito Pérez, donde no cantaba. En El gallo de oro era La caponera, una cantante de palenques".

-¿Es usted un gran lector?

-Leo, sobre todo, teatro; prefiero a los clásicos. De mayo a diciembre de 2003 hice El alcalde de Zalamea, obra que no hemos abandonado y que pronto la escenificaremos otra vez en Oaxaca, en el teatro Macedonio Alcalá.

Cita muchos nombres de directores de teatro con los cuales ha trabajado, como Javier Rojas, Alvaro Custodio, Celestino Gorostiza, Ignacio Retes... Su memoria es detallista.

"Ahora podría hacer mejor El rey Lear, de William Shakespeare, o Macbeth, que desarrollé cuando era joven y que eran para actores de más edad. Quiero actuar el papel central de la obra inglesa El vestidor, de un actor que no quiere ir a la guerra porque quiere desempeñar personajes de Shakespeare. Hace un gira con El rey Lear".

Reconoce que ha trabajado mucho y que se ha dado pocos descansos. "Mis descansos son salir de gira. Viajar-trabajar, trabajar-viajar. Es pesado, pero me divierte, me gusta hacerlo". Asegura que "naturalmente me viene la emoción antes de entrar a escena, pero cuando no me viene así me lo provoco. Actuar es mi mayor placer y preocupación. Todos los días estoy aprendiendo algo, como actor".

Nunca le ha faltado trabajo, afirma. "Siempre me ofrecen algo antes de que termine yo las cosas". No ha tenido que alternar papeles en una obra teatral, como lo hacen algunos de sus colegas en piezas que están en cartelera, que ve surtida, ''pero ha menguado, pues hemos visto cómo han desaparecido las salas, y hay menos público.

"¡Es tristísimo que una obra se represente sólo cuatro veces a la semana! Pero aún así no existe una asistencia suficiente para mantener una temporada, los fines de semana".

El Estado debe responsabilizarse de poner obras de teatro clásico. "Sólo ellos pueden hacerlo. Un niño que no ve teatro pierde buena literatura y desaprovecha un maravilloso medio de comunicación. Los clásicos construyen y aleccionan, hacen que la gente se lleve de tarea a su casa una frase, un pensamiento. Eso es útil".

Duda que en la vida pudiera hacer otra cosa que ser actor. Este hijo de Alfonso López Bermúdez e Iquenacia López Herrera (primos hermanos) cambió su apellido a Tarso para darle más fuerza artística.

Entre corridos

A su modo, dice corridos, lo cual fue una idea de Alvaro Custodio. No los cantaba, sino que los narraba. "Los corridos son historias de voces anónimas, populares, que se transmiten, en su mayoría, por tradición oral". Grabó 100 corridos, en ocho elepés, en CBS.

Después salió una parodia de ese personaje, que componía una especie de corridos con comentarios políticos: Tacho López Cuarzo, con "un actorcillo" (Héctor Kiev).

Desde hace 10 años no ha hecho nada en torno a los corridos y en cine desde hace siete años no hace ninguna película, "porque no me han llamado para nuevas cosas; no me han ofrecido

papeles importantes. ¡Me quedé en 50 películas, exactamente! La última fue Santo Luzbel, de Miguel Sabido".

El peso en taquilla

Sobre el cine está porque se destine un peso de la taquilla para apoyar al séptimo arte. "La ayuda oficial es difícil. El presidente Vicente Fox ofreció destinar una cantidad anual que nunca ha existido. El cine estadunidense apabulla en todas las salas, con la mayor publicidad, y el cine mexicano anda ahí, a duras penas. Sin embargo, siempre salen unas dos o tres películas al año que tienen éxito, aunque esas producciones a mí no me gusten mucho".

De plano dijo: "Era una industria muy poderosa, ¡pero ahora es una mierda! ¡Hacen ocho o diez películas con unos trabajos de la chingada! Los gringos han apabullado al cine mexicano, argentino, español, y el italiano e inglés. Ahora son los únicos que producen. Con lo que ellos hacen una cinta nosotros podríamos hacer obras durante 10 años.

"Lo del peso está bien, pero los exhibidores no lo aceptan. Son ambiciosos y no quieren que nadie intervenga en sus cuentas. Hay que proteger al cine, como se hace en todos los países, menos aquí. Primero, el gobierno debe cumplir con lo que le ha prometido al cine. En una comida de gente de cine, el propio Fox ofreció 70 millones de pesos al año. ¡Jamás se ha hecho! Ya deben lo de tres años. ¿Cómo se va a poder así? Se plantea lo del peso de taquilla y se amparan los exhibidores".

Ve bien el trabajo de actores jóvenes como Gael García y Diego Luna. "No tienen mucha experiencia; esta se adquiere con los años, pues no hay escuelas para adquirirla. Algunos actores de hoy dominan otro idioma. ¡Yo no! Me gustaría saber inglés para leer a Shakespeare en su idioma original.

"Para hacer Shakespeare hay que decirlo traducido por un gran poeta, ¡como lo hice yo, con León Felipe! ¡Era un chingón! Esa es la única manera".

Tal es Ignacio López Tarso, hoy.

Actualmente se presenta en La pareja inolvidable, donde también participan Sergio Corona y Juan Soler, en el teatro Fernando Soler del Centro Teatral Manolo Fábregas (Velázquez de León 31, col. San Rafael. Teléfonos 5535-4546 y 5566-4321). Funciones: viernes 20:30, sábado 18 y 20:30, y domingo 18 horas. En Semana Santa también trabajarán el jueves, a las 20:00 horas.

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