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México D.F. Domingo 28 de marzo de 2004

Abraham Nuncio

Videopolítica y desestabilización

El sentido ideológico de una revista -decía nuestro querido Julio Cortázar- hay que leerlo en su contraportada. De esta manera hay que leer lo que hay detrás de la campaña desestabilizadora en contra del Partido de la Revolución Democrática.

Esa campaña -disfrazada de información- la protagoniza, entre otros, el ululante locutor de derecha Pedro Ferriz de Con a través del programa radiofónico Imagen. Su patrocinador elegante es el Banco Bilbao Vizcaya Argentaria-Bancomer.

El banco español no es el único que participa en esa campaña, pero es el más representativo. Aquí vale la pena plantearse, con absoluta seriedad, hasta dónde las empresas pueden legítimamente invertir en campañas políticas (electorales o no), bien a través de los medios, bien de los partidos políticos u otros organismos de incidencia masiva, sin desbordar sus funciones y sin constituir privilegios con cargo a la salud pública.

Es un problema que nada tiene que ver con la libertad de expresión. La libertad exige igualdad de condiciones y oportunidades; todo lo contrario de lo que suponen los banqueros y otros grandes empresarios. No se conforman con sus privilegios económicos, también quieren los de orden político. Aquí en México, como antes en Brasil (las deposiciones de Getulio Vargas y Joao Goulart por las que cobró Roberto Marinho, el dueño de O Globo), en Chile (los beneficiarios fueron la AT&T y el periódico El Mercurio, dos de los vehículos de Estados Unidos para derrocar a Salvador Allende) y en Venezuela (Gustavo Cisneros, amigo personal de los principales políticos republicanos de Estados Unidos, dueño de Venevisión y otros medios, participó tan activa como infructuosamente para echar del poder al presidente Hugo Chávez).

El pretexto de la campaña contra el PRD ha sido la presunción de delitos cometidos por algunos de sus militantes a quienes las autoridades competentes deben juzgar. Vaya, a ellos y a quienes resulten responsables.

El tratamiento mediático que se ha dado al PRD, como partido, no es ni con mucho el que le fue dado al PRI y al PAN por delitos -de mayor monto- juzgados y sentenciados. La causa es obvia: el partido del sol azteca se opone a que la industria energética pase a manos privadas y a proyectos como el Acuerdo de Libre Comercio de las Américas. Y es el partido que se opuso a que Acción Nacional y el tricolor aprobaran el atraco monstruoso sufrido por los mexicanos llamado Fobaproa-IPAB. Atraco por el cual los mexicanos subsidiamos en 2003 a los bancos (la gran mayoría son propiedad del capital extranjero) con 73.4 por ciento de sus utilidades, que crecieron en 187 por ciento respecto de 2002, por el efecto de los pagarés del Fobaproa.

Tengo los videos en los cuales aparecen los operadores del sindicato de Pemex entregando a los operadores de la campaña presidencial del PRI las maletas y cajas repletas de dinero. También tengo aquéllos en que el operador de Vicente Fox recibe, casi de la misma forma, varios kilos de billetes. Por supuesto, son videos imaginarios, pero no por ello menos reales de los que han dado pie para que a partir de los actos grabados de Carlos Ahumada, René Bejarano, Carlos Imaz y Gustavo Ponce -son los personajes que aparecen en los videos- se instrumente una campaña clasista contra un partido político en la que el término conspiración, tan difícil de aceptar, ya asomó la oreja.

En el PRD hay militantes corruptos, irresponsables, viciosos y ambiciosos, revanchistas, cándidos, frágiles, miopes e ineptos. Pero también los hay honestos, responsables, entregados a las mejores causas de México, virtuosos, congruentes, sólidos, lúcidos y eficaces. Igual que en los demás partidos. Y no por unos pocos de los primeros se puede impunemente, como hacen ciertos periodistas y medios, condenar a todos y desestabilizar al PRD como institución.

La videopolítica, esa distorsión de la que habla Sartori, nos ha alcanzado por un lado que no podía ser peor: la moralidad pública. Debemos impedirlo, seamos o no perredistas, simpatizantes e incluso adversarios del PRD.

Lo que está en juego es algo más que unos funcionarios sospechosos, un gobernante, un partido y la contienda electoral de 2006. Sólo para que no se olvide: en la pasada Cumbre de las Américas, celebrada en Monterrey, George W. Bush logró que la agenda prevista (crecimiento con equidad, gobernabilidad democrática y desarrollo social) fuera relegada para ser sustituida por dos temas: el ALCA y el combate a la corrupción. Las letrinas enronizadas -como aquí las que se han destacado por su tráfico de influencias- hablando de excremento.

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