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México D.F. Jueves 5 de febrero de 2004

Ricardo Robles O.

Los aniversarios del EZLN y la sociedad civil

Mucho se ha dicho con ocasión del doble aniversario zapatista. De los tiempos de San Andrés y de todo lo que se ha seguido, me queda el agradecimiento. Allá en la selva, por el tiempo de los diálogos, nos decía una vez el comandante Tacho: "Ya no sé ni qué soy, creo que un civil armado". Quizá la frase no es textual, pero la idea es fiel. Y así digo hoy mi palabra de los aniversarios. Creo que soy sociedad civil, pero no estoy tan cierto al afirmarlo. Desde mi precaria cultura de origen y desde el entrañable mundo de los indios y sus pueblos vengo, desde el universo de pluralidades amigas que desde ellos la vida me ha reglado. Como nos dijera el comandante Tacho, no sé ni quién soy, o con quién soy, o quién somos, pues.

Nos reconocemos y nos desconocemos a nosotros mismos, reconociendo que la experiencia zapatista nos ha tocado en la propia identidad. Ninguno de los que en San Andrés estuvimos salimos como llegamos. Todos cambiamos, algunos quizá para deplorar, los más para agradecer abiertos a la diversidad. No resultamos ya uno y otro, sino uno todo, un cuerpo, una complejidad de relaciones desconocidas en los detalles de su todo, pero confiada en los todos. Los otros mundos, distintos del acostumbrado nuestro, en algo, al menos, nos han transmutado.

Sí, creo que los zapatistas con su sed de justicia y su palabra verdadera, con sólo sus miradas quizá, nos desarmaron de golpe ante las diversidades, nos invitaron a apreciar las diferencias, nos cautivaron con el corazón que abierto nos entregan en sus ojos, que es lo que de ellos vemos. Nos han ido ofreciendo así sus palabras verdaderas, sus mitos ancestrales, sus puentes de arcoiris interculturales, sus compartidos sueños de paz, libertad, justicia y democracia.

San Andrés fue, entre los zapatistas y quienes los acompañamos, un muy logrado ejercicio de democracia participativa. Lo fue en contraste con el hosco mundo de la otra parte, que más que achicar logró vitalizar nuestros consensos crecientes. Y trabajamos juntos los más diversos de entre los diversos. El cuerpo de asesores y la delegación zapatista avanzamos en el pensamiento, construimos posibilidades, imaginamos el futuro posible. Las diferencias quedaron de lado para todos nosotros, las amistades crecieron con raíces hondas en muy pocos meses, nos subyugó la búsqueda de la paz con dignidad y justicia para todos.

Nos despertaron al nacer el 94, se ha dicho. Nos han impactado, sacudido y enrumbado. Por eso estamos aquí ahora, porque sembrado en nuestros interiores más hondos queda su derrotero de fidelidades a la vida, a la humanidad, a nosotros, a los amigos, a los todos que se vengan a agregar. Y cuando hay rumbo hay pasos, caminamos el reto, el de ellos ya nuestro, de ser uno los muchos, concordia los diversos, inclusión en respetos.

Que como sociedad civil caminamos ya esa vereda de la historia, parece claro; que mucho nos resta, se dice y parece cierto. Esta nueva comunidad humana que se integra, tan dispersa y plural, puede tener y tiene, es verdad, insuficiencias, topes o vacíos, quién lo duda. Pero esta realidad heterogénea llamada sociedad civil, convocada ahora por los aniversarios zapatistas, no existía ni se soñaba hace apenas 10 años. Este pequeño e imprevisto mundo que hoy somos ya incluye muchos mundos muy diversos. Y ése es el rumbo, desde cambio en cada uno y en los todos, hacia el mundo donde quepan muchos, todos los mundos humanos.

Por eso me queda de estos 10 años recientes -y de los otros 10 que adivinamos- el agradecimiento a los amigos zapatistas y a la sociedad civil que se ha nacido en busca del tan posible y tan prohibido mundo donde quepamos todos.

He escrito estas palabras de agradecimiento y promesa como homenaje a todos los actores de este sueño sin permiso y como protesta ante quienes lo prohíben.

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