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México D.F. Jueves 22 de enero de 2004

Revolución en la producción de vacunas

Poner al alcance de todo mundo el antídoto sintético contra la letal HIB, objetivo de científicos cubanos

GERARDO ARREOLA CORRESPONSAL

La Habana, 21 de enero. Esta es la historia de la lucha contra otro HIB. Un equipo de investigadores cubanos y canadienses acaba de dar un salto revolucionario en la ciencia, que puede representar una nueva era en la historia de las vacunas, al producir, por primera vez, un antídoto sintético contra una bacteria que mata a medio millón de niños al año.

Se trata de la vacuna contra el Haemophilus influenzae tipo B (HIB), un azote de los menores de cinco años, dice a La Jornada Vicente Verez, el director del Centro de Antígenos Sintéticos de la Universidad de La Habana, único de su tipo en el mundo y que acaba de cumplir dos décadas de trabajo.

La empresa cubana Heber-Biotec empezará a producir en las próximas semanas la vacuna, que en principio será aplicada en la isla, tras ser presentada mvc-003faaquí a finales del año pasado en un congreso de biotecnología.

Hasta mediados de los años 80 no había cura para esa bacteria especialmente agresiva, que se aloja en la cavidad bucal de los menores de cinco años, una edad en la que el organismo es incapaz de detectarla para combatirla. Según la ruta que siga el agente, puede provocar neumonía (si va a los pulmones), meningitis (si llega al cerebro), sinusitis (si alcanza la parte superior de la cara) o sepsis (infección generalizada de la sangre). El resultado es la muerte o serias secuelas como sordera y retraso mental.

La carrera empezó entre finales de los años 80 y principios de los 90, cuenta Verez. En esa época se llegó a una vacuna ''conjugada''.

El científico explica: el antígeno principal, es decir, la sustancia base por la cual el organismo humano reconoce a la bacteria del HIB, es un polisacárido (un carbohidrato que contiene tres o más moléculas de carbohidratos simples). Los recién nacidos no tienen capacidad para reaccionar ante ese agente.

En países desarrollados se encontró la forma de que ese polisacárido se hiciera visible al sistema inmunológico del niño, uniéndolo químicamente a una proteína. Cuando se inyecta la vacuna, el sistema cree que todo lo que recibe es una proteína, a la que sí reconoce; se le engaña y reacciona, logra detectar al intruso.

"Fue un tremendo descubrimiento", dice Verez. Europa y Japón produjeron las primeras vacunas, con un impacto muy fuerte en los sistemas de salud de esos países.

Pero había un problema: la producción es muy difícil. ''Hay que obtener el polisacárido, luego una proteína de otro lugar y unirlos químicamente. Y todo eso llevado al proceso farmacéutico es muy complicado, lo que la convierte en una vacuna muy cara".

Al surgir la vacuna costaba 30 dólares la dosis, "lo cual era impensable para otro lugar que no fuera Estados Unidos y Europa". Los precios han bajado, ahora están entre tres y 10 dólares la dosis y empiezan a llegar a otros países.

Aun así, "el panorama en el mundo es realmente tétrico" frente al Haemophilus, advierte el investigador. A pesar del salto que representó el hallazgo de la primera vacuna, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) dice que sólo 2 por ciento de la población está vacunada. Quiere decir que 98 por ciento de los niños menores de cinco años están expuestos a la influencia del HIB. "Y, por supuesto, están en el mundo pobre".

Cuando surgió la primera vacuna, varias instituciones en el mundo pensaron que podrían sintetizar la bacteria. Al menos 10 laboratorios han reportado esos proyectos, señala el investigador. El equipo cubano inició esa misma tarea en 1990 y logró concluirla.

"Pero en eso no hubo gran novedad", dice Verez. "Es sabido que las actuales herramientas permiten diseñar un proceso sintético de química orgánica. Pero si usted sintetiza eso y el producto es 10 veces más caro que por la vía convencional, es como no haber hecho nada. Y hasta ahí llegamos junto con la mayor parte de los demás laboratorios que estaban trabajando".

El reto era el costo. Había que lograr por lo menos el mismo nivel de costos de la vacuna anterior, para pasar a un ensayo clínico. "Seguimos el trabajo y llegamos a descubrimientos importantes. Algunos están patentados, porque pensamos que tienen un ingrediente de novedad y pueden contribuir a otra vacuna. Logramos elaborar una tecnología tan competitiva como la otra. Luego, a partir de las pruebas clínicas, demostramos que el resultado era una vacuna tan eficiente como la otra".

La clave del salto científico que ha dado el equipo cubano y canadiense, señala Verez, es que cierra un círculo que estaba incompleto. Hasta ahora no hay ninguna otra vacuna en el mundo lograda a partir de un antígeno sintético. Muchos investigadores han demostrado académicamente que es posible elaborarla, pero nadie había creado la tecnología capaz de llegar a un producto al menos tan competitivo como el convencional.

La tecnología es de patente conjunta entre la Universidad de La Habana y la Universidad de Ottawa, cuyos especialistas participaron en la investigación. En esa fase es "donde están los conocimientos que podemos considerar como los más revolucionarios, desde el punto de vista sintético", dice el jefe del equipo cubano. Cauteloso, el especialista advierte que aún habrá que esperar la reacción de la comunidad científica internacional, cuando circulen los artículos de divulgación especializada.

Pero algunos expertos "ya están diciendo que esto abre una nueva era en la vacunología, porque de antígenos sintéticos se viene hablando hace 20 o 30 años. Se han logrado cosas a nivel académico, pero ninguna vacuna.

''Para los vacunólogos eso era una cosa potencial, no una realidad. Nuestro trabajo va a tener una influencia muy positiva en otras investigaciones similares, porque va a facilitar la credibilidad.''

Verez dice que esta vacuna, que Cuba fabrica con la marca comercial Quimi-Hib, no es aún la solución para los países pobres. Es un producto que puede aspirar a un precio similar a los más bajos del antídoto convencional y "sólo es un buen comienzo".

Dice que en 13 años todas las trasnacionales europeas y estadunidenses que fabrican la vacuna contra el haemophilus no han llegado a 100 millones de dosis. Heber-Biotec producirá en dos o tres años más unos 50 millones de dosis. "Esto debe tener un impacto importante en los precios. Es otra tecnología que entra al mercado y promueve la competencia".

Pero el investigador agrega que, con la trayectoria de cooperación cubana en políticas de salud, el desarrollo de la vacuna en la isla "es una luz de esperanza, a mediano plazo, para los países pobres".

Verez cree que la producción sintética será en el futuro una alternativa más en la creación de vacunas, que coexistirá con la vía convencional. "Esta es una tecnología más, una posibilidad". Una de sus ventajas es que no utiliza microorganismos de la bacteria, todo se hace químicamente, por lo cual no hay ninguna posibilidad de que quede algún residuo tóxico del virus incluido en la vacuna, un riesgo, dice el científico, siempre potencial en las vacunas conocidas. "Esta es una tecnología más limpia, más segura desde punto de vista del usuario final".

Dice también que el descubrimiento obliga a pensar en que la producción de vacunas puede tener una eventual migración de la industria biotecnológica, de apenas cuatro décadas, a la químico-farmacéutica, más desarrollada. "No sabemos qué pasará en el futuro, pero me inclino a pensar en una solución mixta".

Señala que su equipo se propone ahora una meta mayor: la vacuna de neumococo, una bacteria aún impune, dentro del cuadro de las que provocan meningitis y neumonía. "Es un gran reto porque es mucho más complejo, hay que sintetizar muchos antígenos. Pero con el impulso con el que hemos salido de esto, necesitamos retos superiores. Tenemos mucho trabajo para los próximos años".

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