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México D.F. Miércoles 1 de octubre de 2003

Carlos Martínez García

Martirologio mediático

La persecución de la que dice ser sujeto el cardenal Juan Sandoval Iñiguez es muy peculiar. El mártir que encabeza la diócesis tapatía aparece en noticiarios radiofónicos y televisivos, le hacen entrevistas que son transmitidas en horarios estelares. La prensa escrita le ha dado espacios considerables para que hable sobre el sufrimiento que le ha traído la investigación de la Procuraduría General de la República (PGR). Es recibido por el Presidente de la República y departe alegremente con la progenitora de Fox en su fiesta de cumpleaños. Organiza marchas en su favor, que transitan por las principales calles de la capital jalisciense y cuentan entre sus integrantes a políticos y amigos del arzobispo, quienes claman respeto a la investidura del purpurado. Para ser mártir cuenta con apoyos y recursos que lo hacen un perseguido de excepción.

El arzobispo de Guadalajara es un acabado ejemplo del clericalismo que considera todo lo demás inferior a sí mismo. Para alguien de este perfil es intolerable, y hasta repugnante, que autoridades civiles se atrevan a incursionar de alguna manera en su vida pública y posibles relaciones privadas con personajes involucrados en actividades ilícitas. Ya de entrada un hombre de la Iglesia católica como Sandoval Iñiguez juzga ofensivo e inadmisible que se le inicie un expediente por posibles delitos cometidos al amparo de su puesto eclesiástico.

Acostumbrado a dictar órdenes y tener feligreses, y no a tener que explicar ni dar razones de sus ideas y prácticas, el alto funcionario eclesial lanza sentencias flamígeras contra todo aquel que se atreva a pedirle cuentas de cualquier tipo. Cubierto por el manto cardenalicio arroja al lago del fuego eterno al Estado laico y sus instituciones, que, por lo menos en las leyes, no reconocen fueros ni altares que protejan a sus ilustrísimas y reverendísimas excelencias.

El del domingo, en Guadalajara, fue un espectáculo bien montado para sólo convencer a los previamente convencidos de que la investigación de la PGR es, en realidad, un eslabón de la cadena persecutoria contra la Iglesia católica. Los genios cercanos al cardenal, que decidieron resucitar consignas cristeras y elaborar pancartas dignas de las catacumbas, las gritaron y enarbolaron sin ningún problema y rodeados de la prensa nacional e internacional. El santo acarreo de que se valieron los convocantes de la marcha mostró que no les quedó de otra más que aceptar la atenta invitación a un buen número de padres y madres que tienen a sus hijos o hijas en escuelas privadas y ligadas al catolicismo.

Con su acción los organizadores demostraron que han aprendido bien de su mentor, el cardenal, en eso de hacer aparecer como apoyo de enormes dimensiones lo que en realidad tiene mucho menor tamaño. Recordemos que hace pocos días Sandoval Iñiguez hizo pasar como apoyo incondicional del Vaticano a su persona una carta que le dirigió quien desde el centro del poder católico encabeza la Comisión de América Latina, el alto clérigo Cipriano Calderón. Varios medios se fueron con la finta e hicieron eco a la pretensión del arzobispo Sandoval.

Para muchos reporteros de la fuente respectiva el cardenal de la capital tapatía está irreconocible. Antes era reacio a conversar con reporteros, ahora se esfuerza por buscarlos y muestra disposición a informar cómo va el caso ante la PGR. Aunque sigue privilegiando a ciertos medios y sólo da más tiempo a entrevistadores que sabe no lo van a cuestionar a fondo ni hacerle menciones inoportunas, Juan Sandoval tiene acceso para dar ampliamente sus pareceres y éstos se reproducen noticiosamente por todas partes. La suya es una posición de privilegio, que en sí misma desmiente el cuento de que está bajo inclemente persecución por las fuerzas del mal. En todo caso es un perseguido muy bien apoltronado, que se mueve en lujosos automóviles y tiene a su disposición helicópteros que lo conducen a celebraciones en el rancho San Cristóbal. Si algo sabe de mártires como los que padecieron bajo Nerón, es nada más porque leyó sobre el asunto mientras realizaba su doctorado teológico en Roma.

La investigación de la Procuraduría, por el solo hecho de haberse iniciado, ya tuvo repercusiones que el arzobispo Juan Sandoval hubiera deseado no lo alcanzaran. Pero su alcance vuelve a poner a discusión un tema más amplio: en una democracia las leyes y sus instancias tratan igual a todos los ciudadanos. Pero Sandoval Iñiguez se resiste al juego democrático, y para evadirlo se proclama mártir. Su arenga la hace el perseguido cómodamente sentado y compartiendo deliciosas viandas con sus incondicionales.

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