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México D.F. Domingo 28 de septiembre de 2003

En sus reuniones los mandatarios pusieron el acento en los temas económicos

Finaliza estancia de Lula en Cuba; es la mejor visita que hemos tenido: Castro

Empresarios brasileños y funcionarios de la isla firman compromisos de intercambio comercial

GERARDO ARREOLA CORRESPONSAL

La Habana, 27 de septiembre. El presidente de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva, concluyó hoy una visita de 28 horas a Cuba, de acentuado tono económico, que el mandatario anfitrión, Fidel Castro, consideró "la mejor" que ha tenido la isla.

"Cuba se llena de honor. Esta es la mejor visita que hemos tenido nunca", declaró Castro a la prensa en el aeropuerto internacional tras despedir a su invitado al pie del avión y con un fuerte abrazo, como lo recibió en un gesto excepcional el viernes.

También fuera del protocolo cubano, Castro acompañó hoy a Lula a rendir homenaje al héroe nacional José Martí. Luego, ambos asistieron a un foro empresarial, en el cual el sector privado brasileño formalizó el comienzo de discusiones sobre un abanico de negocios con la isla, que si cristalizan pueden llegar a un valor de 200 millones de dólares.

En el encuentro, al que asistieron 66 ejecutivos brasileños que acompañaron a Lula, ambos mandatarios se manifestaron convencidos de que la relación comercial entre sus países puede prosperar, a partir de su modesta dimensión actual (33 millones de dólares el primer semestre) e invitaron a los empresarios a lograrlo.

Castro describió a Brasil como un "gigante latinoamericano y mundial"; agregó que es "una esperanza para Cuba y otros pueblos". Expresó que "ningún sector empresarial en América Latina es tan fuerte como el empresariado brasileño" y que al detonar el comercio entre los dos países "todos ganamos".

Tras la restructuración de la deuda cubana con el país sudamericano, de 40 millones de dólares, pactada el viernes, empresarios brasileños y directivos de entidades de la isla firmaron compromisos de negociación, entre otros proyectos, para la construcción de 2 mil 500 habitaciones en cuatro hoteles en la nación caribeña, que en total equivalen a 114 millones de dólares, así como la creación de fábricas de hemoderivados, medicamentos y alcohol.

También se pactó la participación brasileña en la explotación de níquel y la venta de barcos langosteros cubanos a Brasil y de ambulancias de la nación sudamericana a la isla.

Mario Vilalva, director de Promoción Comercial de la cancillería brasileña, dijo que cada proyecto se discutirá caso por caso. Descartó que haya decisiones sobre la operación de la estatal Petróleos Brasileños en Cuba a corto plazo y que ese sector haya sido tema de las conversaciones entre los presidentes.

Mensajes implícitos

La política se expresó en este viaje con omisiones y lenguaje simbólico.

Ante los empresarios, Lula fue al grano en su mensaje de cinco minutos. Castro habló diez veces más y abordó, como suele hacerlo, numerosos temas locales e internacionales. Con deferencia, el mandatario cubano apareció esta vez en traje oscuro, en contraste con el uniforme militar de la víspera.

Más claro, aunque igualmente sutil, fue el cambio de tono del diario oficial Granma. El jueves y el viernes, antes de que Lula hablara con Castro, el visitante fue citado sólo como "el presidente de la República Federativa de Brasil".

Este sábado el matutino tituló su portada: "Encuentro entre dos amigos", y se refirió a Lula como "un amigo entrañable de Cuba y de su máximo líder".

Si bien era un gesto de calidez, el matiz editorial de Granma también pudo ser un leve reproche a la declaración de Lula en México, según la cual no venía a Cuba en calidad de "amigo", sino de "jefe de Estado".

En su discurso Castro llamó a su invitado "nuestro hermano Lula" y lo describió como "un obrero tornero (que) dirige los destinos de Brasil con un enorme sentido práctico y una gran inteligencia natural".

El mandatario cubano se refirió luego a sí mismo como "un abogado que nunca fue buen abogado, pero que se vio obligado a pensar, y a pensar mucho, para poder ir descubriendo las posibilidades de nuestros países".

Esa fue la única ocasión en la que los dos presidentes hicieron declaraciones públicas. Una fuente de la cancillería brasileña afirmó que, en privado, las conversaciones también fueron sobre relaciones comerciales. Lula se marchó del país sin hablar con la prensa.

En el foro de negocios, Castro se refirió a su auditorio como "empresarios con mayúsculas y empresarios entre comillas". Fue una licencia con la que aludió a una de las diferencias estructurales entre los dos países: el mercado y la fuerte clase propietaria en Brasil frente a la economía centralizada y estatal de la isla.

El líder cubano facilitó la estancia a su invitado, al omitir en su discurso la habitual descarga de adjetivos contra Estados Unidos. Sólo una referencia pasajera al bloqueo económico a la isla y un sarcasmo sobre política internacional ("algunas seguridades nacionales son sagradas") recordaron pálidamente el diferendo con el gobierno estadunidense, con el que Lula mantiene, a la vez, relaciones de interlocución, debate, negociación y conflicto.

Lula anunció desde México que prefería omitir valoraciones sobre los asuntos internos de otro país. En esa línea, se abstuvo de responder a las peticiones para reunirse con opositores cubanos, con familiares de disidentes presos o abogar por éstos, con lo cual eliminó un potencial foco de irritación para los anfitriones.

En una comitiva oficial nutrida de personajes de trayectoria militante (Frei Betto, Antonio Palocci, Tilden Santiago), fue singular la presencia aquí del número tres del gobierno brasileño, José Dirceu.

A sus 56 años, el jefe de la Casa Civil de la Presidencia de Brasil podría ser un personaje de John LeCarré: dirigente histórico del Partido de los Trabajadores, eminencia gris de la campaña electoral y del actual gobierno, reputado como el artífice de la larga travesía política de Lula hacia el centro, interlocutor de banqueros e inversores, es el mismo que, durante la dictadura militar en su país y por el rigor de la clandestinidad, se hizo dos cirugías plásticas, recibió entrenamiento guerrillero en Cuba, adonde llegó en 1969 tras ser canjeada su libertad por la vida de un embajador estadunidense y pudo casarse sin revelar a su esposa su verdadera identidad.

En la ceremonia de recepción oficial a Lula, en el Palacio de la Revolución, Castro extendió la mano a Dirceu, pero rápidamente ambos dejaron de lado el protocolo y se dieron un fuerte abrazo. Dirceu, narró un testigo, se emocionó hasta las lágrimas.

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