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México D.F. Viernes 19 de septiembre de 2003

El ataque podría haber sido en respuesta al asesinato de ocho policías, afirman

Mueren ocho soldados de Estados Unidos en nueva emboscada en Irak

Una bomba explotó en Khaldiya al paso del vehículo que llevaba 10 militares, afirman testigos

En represalia, los estadunidenses dispararon contra todo iraquí que se moviera, acusan lugareños

ROBERT FISK ENVIADO

Khaldiya, Irak, 18 de septiembre. El Humvee estadunidense quedó consumido por el fuego; el vehículo de transporte de patrullas fue destruido por cohetes, y un camión de re-dilas iraquí, destrozado por balas estadunidenses en los momentos posteriores al ataque, aún ardía en el centro de la escena.

"Vi a estadunidense volando. Al estallar salieron disparados hacia arriba -me contó, no sin satisfacción, un mecánico iraquí que estaba en su garaje y se alumbraba con una lámpara de petróleo-. Los heridos estaban tirados en el camino, vociferando".

Las autoridades estadunidenses en Irak, que sólo reportan sus propias muertes y nunca las del lado iraquí, reconocieron que tres de sus soldados habían muerto. Podrían ser hasta ocho, sin contar los heridos. Varios iraquíes dijeron haber visto brazos, piernas y trozos de uniforme regados por la carretera.

Podría ser la emboscada más costosa que los estadunidenses han sufrido desde que ocuparon Irak, y coincidió nada menos que con el reconocimiento del presidente George W. Bush de que no hubo nexo alguno entre Saddam Hussein y los ataques contra Estados Unidos del 11 de septiembre de 2001.

Cuando los tanques Abrams em-pezaron a circular con gran estruendo por la oscura carretera de Khaldiya la noche del jueves, sustituyendo a los Humvees de frágil coraza, las implicaciones absolutas de la emboscada quedaron claras.

Complejidad nueva de la guerrilla

Hubo, en realidad, tres emboscadas separadas en Khaldiya, y la guerrilla mostró una complejidad nueva. Cuando me alejaba del lu-gar de los asesinatos, después del anochecer, podían verse las bengalas del ejército estadunidense sobre la planicie semidesértica a cientos de kilómetros al oeste de Bagdad, mientras el fuego rojo de rastreo se extendía a lo largo del horizonte, detrás de las palmeras.

Podía ser una escena de una película de Vietnam, incluso un documental, ya que ahora este país, con una guerrilla resistente y letal, sebag99-115956-pih convierte cada día más en una trampa mortal para los invasores.

Como de costumbre, el portavoz militar estadunidense "no tenía información" sobre esta emboscada extraordinaria. Pero los iraquíes que la presenciaron dieron un re-cuento escalofriante del ataque.

Una bomba -aparentemente en-terrada en la parte central de una carretera de cuatro carriles- explotó junto a un camión estadunidense que transportaba a unos 10 soldados. Casi inmediatamente después, una granada arrojada con lanzacohetes impactó contra un Humvee, con tres soldados a bordo, que iba detrás del camión.

"Los estadunidenses dispararon contra los iraquíes que podían ver. Contra todos nosotros", dijo Yahyia, un chofer transportista. "No les importan los iraquíes".

Los orificios de bala demuestran que las tropas estadunidenses dispararon al menos 22 cargas contra el camión iraquí que circulaba de-trás de su convoy, después de que todo a su alrededor estalló.

Las chozas de adobe habitadas por paupérrimas familias iraquíes que bordean la zanja de arena junto a la carretera muestran las huellas del fuego de rifles estadunidenses.

Posteriormente la guerrilla, a la que curiosamente las personas del lugar llaman "mujaidines" o "guerreros santos", huía al tiempo que arrojaba más granadas contra los vehículos que habían sido dañados.

Más granadas fueron disparadas contra los estadunidenses desde el camino, a un cuarto de milla de distancia, aprovechando la zanja de arena que sirve de muro de contención a la carretera.

Siempre según testimonios de musulmanes sunitas de esta localidad tradicionalmente sadamita, los estadunidenses respondieron al ataque, esta vez disparando contra personas que salieron de sus casas al escuchar los disparos.

Varios, incluido el conductor del camión de redilas, fueron heridos por los estadunidenses después del primer bombazo, y fueron trasladados al hospital más cercano, que está en la ciudad de Ramadi, al oeste de Khaldiya.

"Nos dispararon a ciegas. Fue un fuego muy pesado -señaló Adel, el mecánico con la lámpara de petróleo-. No les importamos. No les interesa el pueblo iraquí, y vamos a sufrir nuevamente cosas como ésta. Pero yo le digo que ellos van a sufrir por lo que nos hicieron hoy. Pagarán el precio con sangre".

Jamel, tendero que presenció la batalla, insistió -en Irak, lo que cree la gente es lo que gobierna las emociones, no necesariamente la realidad- en que fueron 60 los estadunidenses muertos o heridos en el ataque con morteros de la semana pasada contra la ex base aérea iraquí (que también fue de la aviación inglesa) de Habbaniyeh.

Esto es falso, por supuesto. Pero mientras hablábamos, se escuchaba el estruendo del fuego de morteros en Habbaniyeh; los relámpagos que provocaba la detonación iluminaban la oscuridad y las explosiones hacían vibrar el suelo.

Esta es una guerra de guerrillas que funciona a escala coordinada, planificada, y que se lleva a cabo según una estrategia.

Una emboscada como la de este jueves también requiere una planificación considerable, realizada por un equipo de quizá 20 hombres que tienen la capacidad de elegir el mejor terreno para un ataque así.

Esto es exactamente lo que hicieron los iraquíes. El muro de contención en el camino dio a los atacantes la posibilidad de ocultarse de la vista del convoy estadunidense a lo largo de media milla.

Deben haber contado también con que los estadunidenses iban a dispararle a lo que se moviera tras el ataque -seguramente la guerrilla esperaba que eso sucediera-. Los furiosos habitantes de Khaldiya dijeron la noche de este jueves que 20 civiles iraquíes fueron heridos por los estadunidenses.

Hace sólo seis días los soldados mataron a ocho policías iraquíes entrenados por las fuerzas estadunidenses, y a un guardia jordano, a 14 kilómetros de Fallujah. Primero la autoridad estadunidense aseguró que "no tenía información" sobre el tiroteo, y después ofreció disculpas, pero no dio la más mínima explicación sobre los asesinatos.

Venganza y vergüenza

Iraquíes de Khaldiya sugirieron que la costosa emboscada pudo ser en venganza por la muerte de los policías. Esto es lo que las guerrillas pueden alegar, sea o no cierto. Seguramente se preguntan si estos combatientes están al tanto de los cuestionamientos políticos que en-frentan Bush y el primer ministro británico, Tony Blair.

ƑSe habrá planeado el devastador ataque para que coincidiera con la creciente vergüenza que rodea al presidente estadunidense por su falsa acusación sobre las armas iraquíes de destrucción masiva?

Esto es improbable. Pero cuando Hans Blix, ex jefe de inspectores de armas de Naciones Unidas, condenó hoy la "cultura de dar giros a la información e inflarla", en referencia a la exageración angloestadunidense de la amenaza que Saddam Hussein significaba para el mundo, algunas de sus palabras pudieron haber tenido resonancia en Irak: "En la Edad Media, cuando las personas estaban convencidas de que había brujas, ciertamente las encontraron".

Ahora Bush está convencido que está combatiendo una vasta red "terrorista" internacional, y que sus agentes se están acercando a la batalla final en Irak. Los mujaidines -como los llamó el tendero Jamel- están listos para arrebatarle sus fantasías al presidente estadunidense y devolverlo a la realidad.

No pude evitar ver un grafitti en una pared de Fallujah. Estaba escrito en árabe, con cuidadosos trazos, por alguien que se tomó su tiempo para producir una amenaza real. Decía: "Quien ofrezca la más mínima ayuda a los estadunidenses es un traidor y un colaboracionista".

© The Independent

Traducción: Gabriela Fonseca

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