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México D.F. Domingo 3 de agosto de 2003

A PLENO ZOCALO

José Agustín Ortiz Pinchetti

Tiempos difíciles en la Cámara de Diputados

HAY QUE reconocer que Francisco Barrio Terrazas, futuro coordinador del PAN en la Cámara de Diputados, hizo bien en encomendarse al altísimo para cumplir su tarea. Podría ser una buena precaución que lo hicieran otros coordinadores, e inclusive no sería mala idea organizar una peregrinación a La Villa con los 500 nuevos diputados.

šSI QUE es difícil lograr acuerdos! Empezando por quienes van a dirigir la Cámara, y siguiendo después respecto de reformas que justifiquen la existencia de la Cámara y del Congreso y que no nos lleven a quedar en una especie de confusa ignominia histórica. Ojalá el optimismo de Elba Esther Gordillo sea confirmado por los hechos y no el escepticismo de Barrio.

LA GRAN dificultad no está sólo en llegar a los acuerdos, sino en vincular la función legislativa con los ciudadanos. Y aquí hay graves obstáculos. Es la tradición. El Congreso fue un instrumento del poder presidencial por lo menos hasta 1997. El Poder Legislativo sólo procesaba iniciativas del Presidente. El partido oficial se mantuvo en mayoría abrumadora en ambas cámaras desde 1929. Y hoy el PRI controla la Cámara de Senadores y casi la de Diputados. Es ingenuo pensar que el peso de 50 años y las trabas que subsisten no graviten sobre el naciente Poder Legislativo.

LA ESTRUCTURA del Poder Legislativo no ha sufrido modificaciones. Es una legislación obsoleta y opera muy mal, porque estaba hecha a la medida del control que tenía que ejercer el Presidente sobre el Congreso. Por ejemplo, los ridículamente largos recesos de trabajo del Poder Legislativo son injustificados en nuestra época. También la llamada congeladora, que consiste en el requisito previo para discutir en definitiva los proyectos de ley en el pleno: que hayan sido dictaminados favorablemente en las comisiones. Si éstas, que son órganos secundarios, bloquean un asunto, por más mezquinos que sean los intereses que determinan la maniobra, éste quedará indefinidamente congelado.

EL SISTEMA vigente no sólo permite sino estimula que los diputados y los senadores no tengan ningún género de responsabilidad frente a sus electores. El sistema se basa en una serie de ficciones: el representante lo es de todo el pueblo, es decir, de la nación, es independiente de sus electores y en consecuencia no existe revocación del mandato. El representante no está obligado a rendir cuentas a sus electores. Los electores no intervienen en la designación de los candidatos plurinominales, elegidos por los partidos. No existe relección de los legisladores y por lo tanto es prácticamente imposible hacer una carrera legislativa basada en la popularidad. No es sorprendente que el pueblo no sienta respeto ni afecto por quienes dicen representarlo. En realidad no representan a nadie, o más bien representan sus propios intereses o los del grupo al que responden.

LA GRAN dificultad de estos tiempos para la Cámara de Diputados está en cómo vincularse y prestigiarse ante la ciudadanía antes de que ésta, enfurecida por su ineficacia, empiece a gritarnos como en Argentina: "šAfuera todos!"

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