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México D.F. Martes 29 de julio de 2003

Vilma Fuentes

El ciclismo también es cultura

Sin duda el espectáculo deportivo más popular en Francia es el Tour de Francia, la célebre carrera ciclista que atrae millones de espectadores a orillas de las rutas por donde pasa el pelotón de campeones, mientras otros millones de telespectadores siguen cada día en directo el acto transmitido por la televisión. Este año, la grande boucle (la gran argolla), como se la llama, festeja su centenario. En efecto, el primer tour tuvo lugar en 1903. šEpoca heroica cuando algunos corredores po-dían llegar a la meta cerca de un día más tarde que el ganador!

Hoy las cosas han cambiado, pero la pasión del público, lejos de decaer, no deja de aumentar. A lo largo de rutas que atraviesan el país de un lado a otro, se aglutinan los espectadores para ver a estos héroes modernos, gladiadores del circo actual, trepar escarpadas montañas bajo la canícula, deslizarse como meteoros en plena caída por caminos sinuosos rodeados de precipicios, pedalear contra el reloj para ganarse el aplauso del público, o el amenazante acercamiento y el peligroso correteo de algunos fanáticos que tratan de tocar a los ciclistas convertidos en santos milagrosos, cuando no tienen la suerte de transformarse, si el destino los señala, en las víctimas sacrificadas a los dioses para el placer sin duda egoísta de los espectadores.

No es posible dejar de interrogarse sobre el sentido de tal culto. Cierto, el valor, la voluntad, la resistencia excepcional de los corredores y, finalmente, las proezas realizadas, repetidas cada día, bastarían para explicar la fascinación del público, perfectamente comprensible y legítima. Tenemos necesidad de héroes, es indispensable poder liberar en nosotros ese deseo de entusiasmo y admiración, esa dicha de aplaudir que tan escasamente tenemos la oportunidad de satisfacer. Pero no se puede evitar pensar en la ambigua voluptuosidad de esos famosos juegos del circo, donde el gentío asistía también para apagar su voracidad sanguinaria con el espectáculo de los luchadores que iban a morir. Ave Cesar, morituri te salutant.

Hoy muchos de los corredores ciclistas podrían dirigirse a la muchedumbre que va a verlos sufrir: ''šSaludos, público, quienes van a morir te saludan!'' El público, nuevo César de las sociedades democráticas. Puesto que se trata de un secreto de polichinela: todo mundo lo sabe, los campeones se drogan, se dopan. Lo cual no es una exclusividad reservada a los ciclistas: el fenómeno ha contaminado todos los deportes que alcanzan el rango de las competencias internacionales.

Es aquí donde se plantean las verdaderas cuestiones. En lugar de acusar a los campeones, y arrastrarlos en ocasiones ante los tribunales, Ƒno es el público el que debería interrogarse sobre sus exigencias? Y, sin embargo, es él mismo quien pide siempre más. ƑCómo sería posible ir a la velocidad alcanzada en largas distancias (con promedios superiores a 50 km/hora) por ciclistas normales? Hay cierta mala fe en quienes desean espectáculos cada vez más extraordinarios y, al mismo tiempo, campeones ordinarios e inclusive virtuosos. Es imposible. Cada uno lo sabe, aunque no quiera saberlo.

Quizá hay muchas otras cosas que no queremos saber. Que sentimos una fascinación turbia, por ejemplo, por el espectáculo del sufrimiento, inclusive de la agonía, cuando nos instalamos frente a la televisión. Alfred Jarry, sin ilusión en la condición humana -y quien se desplazaba de buena gana en bicicleta- tuvo la audacia de describir la ascensión de Cristo al Gólgota como una competencia ciclista. Más allá del humor negro de un texto voluntariamente blasfematorio, surge la terrible verdad: ahí, también, hubo un público para gozar del espectáculo.

Pienso en uno de mis mejores amigos, gran aficionado de las corridas taurinas. No deja de asistir a la plaza de toros desde hace 30 años. ƑY si él esperara, en realidad, el otro espectáculo, el verdadero: ver morir, destripado por una espléndida cornada, al héroe del público? La pregunta queda por ahora sin respuesta, pero merece plantearse.

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