.
Primera y Contraportada
Editorial
Opinión
El Correo Ilustrado
Política
Economía
Mundo
Estados
Capital
Sociedad y Justicia
Cultura
Espectáculos
Deportes
CineGuía
Lunes en la Ciencia
Suplementos
Perfiles
Fotografía
Cartones
La Jornada en tu PALM
La Jornada de Oriente
La Jornada Morelos
Librería
Correo Electrónico
Búsquedas
C U L T U R A
..

México D.F. Jueves 3 de julio de 2003

Margo Glantz

Paseando con Robert Walser

Robert Walser, el gran escritor de lengua alemana, nació en Biel, Suiza central, en 1878, miembro de una familia de pastores progresistas perseguidos y empobrecidos por sus ideas. Debido al proceso de proletarización de su familia, Walser dejó de estudiar a los 14 años para hacer labores menores en un banco, luego residió en Stuttgart, donde pretendió convertirse en actor, actividad en la que fracasó.

Desde 1986, en Zurich, se dedicó a trabajos manuales y a publicar poemas y ensayos en diversas revistas en lengua alemana. Trabajó luego como mayordomo en Silesia, experiencia que le serviría para la escritura de su novela más popular, Jacob von Gunten. De 1905 a 1913 vivió en Berlín, donde publicó su novela Los hermanos Tanner que entusiasma a los críticos y a los escritores, pero que no consigue llegar al gran público. En 1908 siguió El ayudante, sin mayor éxito; regresa a Berna, viviendo de lo que Lisa, su hermana preferida, le proporciona; finalmente, en 1925 publica La rosa.

Walser fue contemporáneo de Rilke, de Hoffmanstal, de Robert Musil y fue grandemente admirado por Walter Benjamin, Franz Kafka, Max Brod, Stefan Zweig, Elías Canetti.

A partir de ese año empiezan a intensificarse los síntomas nerviosos de origen hereditario que le producen depresiones, terrores nocturnos, alucinaciones y periodos de agresión, de tal forma que su hermana piensa en la conveniencia de que ingrese en el manicomio de Waldau, de donde será transferido a partir de 1933 al de Herisau, en Appenzell, donde permanece hasta la Navidad de 1956, día en que muere durante uno de sus paseos habituales por la montaña, hermosa muerte y famosos paseos que inmortalizará su amigo y mecenas, el poeta Kart Seelig, quien publicará su libro intitulado Paseos con Robert Walser, en 1957.

De él dijo Benjamin: ''Sus historias son de una delicadeza poco habitual, eso todo mundo lo comprende. Pero lo que no se advierte es que no se encuentra allí la tensión nerviosa de una vida decadente sino la atmósfera pura y alerta de la convalecencia. 'Me asusta la idea de que pudiera tener éxito en el mundo', dijo alguna vez Walser, haciendo una paráfrasis de Franz Moor. Todos sus personajes comparten ese terror. Cabe preguntarse por qué. No se trata de un desprecio por el mundo o de un resentimiento moral, sino de razones totalmente epicúreas. Sus héroes prefieren gozar de ellos mismos. Y tienen para hacerlo un talento excepcional. Lo manifiestan, lo hacen con una nobleza poco habitual. Y poseen también para hacerlo un derecho absolutamente poco común. Porque nadie goza tanto como un convaleciente. Completamente alejado de la orgía, su sangre renovada fluye y canta en los arroyos y su aliento purificado proviene de las cimas. Los personajes de Walser comparten su nobleza infantil con los personajes de los cuentos que también emergen de la noche y de la demencia, la del mito... Naturalmente, no podría decirse simplemente que esos personajes no se parecen a los de Walser. Combaten para liberarse del sufrimiento. Walser comienza donde se terminan sus cuentos".

Y la palabra de ese hombre, para muchos un fracasado, que sin embargo tanto influyó en la de varios de los escritores que he mencionado, vuelve a oírse brevemente en las páginas que le dedicara Karl Seelig, a quien hace un momento mencionaba. Palabras dichas en medio de caminatas presurosas por los caminos y montañas de su tierra natal, durante los meses de verano o los de invierno, durante nevadas o tormentas, días soleados o sombríos, entre copas de vino o vasos de cerveza, asados, carnes frías, quesos de la región o pasteles merengados. Palabras recogidas amorosamente por este poeta, también amigo de Max Brod, quien dedicó su vida y su dinero a hacer más amable la vida de los hombres a quienes admiraba y que carecían de medios para sobrevivir.

En una de esas conversaciones memorables, Walser dijo: ''Ya en Herisau (el asilo) no escribí más. ƑPara qué? Mi mundo se desbarató con el nazismo. Los periódicos donde escribía se acabaron, sus redactores fueron expulsados o murieron. Casi me he convertido en un fósil". En otra, sostenida más tarde, en 1950, se puso a despotricar más de media hora contra la intervención estadunidense en Corea: ''ƑHa visto usted qué cara de brutos o de gángsters tienen? šCómo pueden estar tan estúpidamente orgullosos de sí mismos, ser tan arrogantes, tan criminales! Además, Ƒen qué les concierne a los estadunidense la liberación de un pueblo de tan refinada cultura? Ya es suya la victoria, pero, Ƒcómo podríamos hacer para que la bestia capitalista regresara a su jaula? šEsa es la cuestión! Una cuestión que obviamente no se resolverá de manera fácil. La verdadera civilización no puede residir en Washington".

Números Anteriores (Disponibles desde el 29 de marzo de 1996)
Día Mes Año
La Jornada
en tu palm
La Jornada
Coordinación de Sistemas
Av. Cuauhtémoc 1236
Col. Santa Cruz Atoyac
delegación Benito Juárez
México D.F. C.P. 03310
Teléfonos (55) 91 83 03 00 y 91 83 04 00
Email
La Jornada
Coordinación de Publicidad
Av. Cuauhtémoc 1236 Col. Santa Cruz Atoyac
México D.F. C.P. 03310

Informes y Ventas:
Teléfonos (55) 91 83 03 00 y 91 83 04 00
Extensiones 4445 y 4110
Email