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P O L I T I C A
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México D.F. Jueves 3 de julio de 2003

Soledad Loaeza

Primi donne

Las campañas políticas no han podido escapar al narcisismo que es el sello de los tiempos. Para los candidatos a cargos de elección popular la competencia se ha convertido también en un viaje de ego, en el que se miran y se admiran cada vez que cruzan una vía rápida, se oyen, se convencen a sí mismos de que son los futuros integrantes de lo que gracias a su participación será la Camaraza, y nos sonríen seductores desde espectaculares y pendones de plástico, seguros de que son irresistibles. Parecería que en esta ocasión los dilemas más dolorosos que tuvieron que enfrentar los candidatos al inicio de su campaña fueron los relativos al color de pelo, a la obligada visita al dentista, la corbata más apropiada, Ƒchamarra o saco?, la mecha, el armazón de los anteojos, la postura ante las cámaras, el fleco o la ausencia de. Así, hoy día cruzar el anillo periférico es realmente atravesar un zuk en el que se enciman las caras de los candidatos, a las de las princesas bobas del Palacio de Hierro, las invitaciones de los cantantes y de los artistas de cine se confunden con las de los candidatos. Ya no sabemos si Peter Pan está postulado por el Partido Verde o si un gordito que responde al nombre de Díez de Bonilla es el personaje de la última película de Walt Disney, mientras que al tiburón que persigue al capitán Nemo se le atraviesa una aterradora candidata del PT.

En esta feria de colores y de sonrisas, no sabemos quién es quién, ni a qué partido pertenece o qué vende. Esta mescolanza puede ser un problema a la hora de votar. En las boletas no aparecen las fotografías de los candidatos, sino los símbolos de los partidos, que en buena parte de la propaganda electoral son apenas un escenario lejano, si acaso. De manera que cuando los votantes tengamos ante los ojos las boletas tendremos que hacer un ejercicio de asociación que puede ser bastante complicado porque habrá que identificar el nombre inscrito en la boleta con alguna de las caras que hemos visto a diario, pero en forma bastante caótica, y, ya sabemos cómo es la memoria: recuerdo el nombre, pero no la cara, o me acuerdo de la cara, pero no estoy segura del nombre. Salvado este obstáculo, habrá que asociar nombre y cara, con el sello de un partido. No hay ninguna garantía de que haremos todo esto correctamente. Es posible que los mercadólogos de la política, que ahora se han convertido en seres tan bien pagados como equivocados, no hayan tomado en cuenta cómo son las boletas que cruzaremos el próximo domingo.

La personalización de las opciones electorales no es un fenómeno exclusivamente mexicano, se ha generalizado como parte de la irrupción de la televisión en la vida política, en perjuicio de los partidos, que han quedado relegados a segundo plano. Esta operación ha sido fuente de conflictos después de la elección entre el candidato y el partido que lo postuló, porque si bien es cierto que el primero gana la elección, también lo es que no podrá gobernar sin el apoyo del segundo. Así, pues, no importa lo que diga la mercadotecnia, al elegir a un determinado candidato también estamos votando por cierto partido.

A pesar de lo anterior, los mercadotécnicos han desplazado a los ideólogos que en el pasado se consideraban indispensables para el diseño de plataformas y de programas políticos. Su misión es encontrar candidatos que se "vendan", y si es necesario inventarlos. Uno de los efectos más perversos de la mercadotecnia en las elecciones es justamente la creación de primi donne, de auténticas divas políticas, que creen, como les han hecho creer los mercadotécnicos, que son irresistibles e irremplazables.

La prima donna abunda en el medio político mexicano. Por ahora, los candidatos lo son apenas en ciernes, pero recordemos lo que ocurrió a muchos elegidos primerizos en la anterior legislatura que muy pronto se enamoraron de su propio éxito, de su presencia en los medios, de la atención que les dispensaba la opinión pública, así no fuera más que por unos minutos, de las resonancias de su voz en el micrófono, de sus pretensiones de moralidad. Los partidos sufren y toleran a este espécimen político, a pesar de que los perjudica y puede dañarlos de manera permanente, porque la prima donna no soporta la idea de pasar a formar parte de una anónima y muy democrática mayoría, porque exige un trato de privilegio, después de todo, ganó una elección, o la perdió, pero eso sí con donaire. Si le niegan su carácter especial se enoja, grita o llora y amenaza con irse para siempre, o con denuncias en la procuraduría.

La prima donna forma corrientes internas, reclama espacios amplios para su persona, promueve a sus amistades, sugiere que está dispuesta a irse con partido, pero no a aceptar las decisiones mayoritarias ni se somete a las reglas de la organización.

En realidad, la prima donna está por donde quiera. Es una incontinente verbal, dice lo que sea y como sea. A como dé lugar ocupa toda la pantalla, las ocho columnas de los periódicos, aunque en ello vaya la estabilidad de su propio partido, de su gobierno, del organismo en el que trabaja o de su gremio. Para la prima donna la democracia es el medio menos propicio y el anonimato democrático su peor enemigo, de ahí que mientras menos primi donne haya en México, más democracia tendremos.

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