Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 20 de abril de 2003
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Política

Rolando Cordera Campos

Tiempo de comprender

La Semana Mayor no habrá permitido a nadie sensible el retiro tradicional o el jolgorio pagano que nos remite a la prehistoria de estas celebraciones. Más que para meditar, las horas de esta semana fueron de consternación ante el horror de la guerra y sus imágenes devastadoras.

Los reportajes estrujantes y certeros de Robert Fisk en La Jornada, o las reflexiones de Carlos Monsiváis y Susan Sontag sobre las fotografías de los niños y la muerte en el número anterior de Proceso, nos refieren a unas realidades cuya cercanía no sólo reduce la geografía física. Con la globalización de la imagen, formamos todos ya una sola geografía humana, plagada por la violencia y el rencor, la prepotencia y la avidez, pero humana y universal al fin, a pesar de la mitología que Samuel Huntington puso a circular hace ya 10 años.

Lo que se ha impuesto de la guerra para acá es una incertidumbre mayor y corrosiva, que rebasa la del mercado y se instala en el centro de vidas y destinos de la humanidad entera. Tenga o no que ver con las vueltas de la especulación mercantil que marcó la primera posguerra fría, la incertidumbre con que inauguramos esta segunda ronda global unipolar es voluptuosa y agresiva y no da descanso a contemplación alguna; tampoco puede decirse seriamente que antecede a nuevas olas mundiales de reclamo de cambio y civilización, a pesar de lo alentadoras y valientes que fueron las manifestaciones antibélicas en los propios países invasores. Por encima de la victoria y la protesta, se abrió un paréntesis viscoso para la nueva vida pública global, que sólo podrá cerrarse si se comprende lo que pasa más allá de las imágenes o de las teorías instantáneas de los publicistas de la guerra y la sumisión a la hegemonía.

No habrá reposo para el mundo mientras el Medio Oriente se mueva de convulsión en convulsión, a cual más violenta, y mientras Eurasia siga en la mira de los planificadores del poder imperial y de los financieros del petróleo y el gas natural. Décadas de dominio oligárquico y opresión fundamentalista, aceitadas por los dineros de las infames dinastías que administran y usufructúan el crudo de la mano de la Gran Finanza americana, han abierto un pozo de desolación y ruptura social que ninguna firma experta en perforación podrá taponar a tiempo. La cuestión palestina, inseparable de la cuestión israelí, articula históricamente el conflicto total y distorsiona de punta a cabo el supuesto discurso civilizatorio de la coalición. Pero ahora toda se anuda por el vacío de un orden que se quiere gobernado desde una sola e inapelable cumbre.

Desde estas latitudes, aquello de poner las barbas a remojar se impone como sabia y pertinente conseja. Las reprimendas del triunfador se dejarán sentir poco a poco, o estruendosamente, pero nadie debería dudar de ellas. Lo que debería discutirse más bien son las formas políticas necesarias para modular los efectos más nocivos de una relación difícil y hostil pero indispensable para el destino del continente y, desde luego, de nuestro país.

Las idas y venidas con las proyecciones económicas, que sólo alteran el ánimo inversionista y asustan al ciudadano de a pie, deberían sustituirse por una reflexión sobre las capacidades productivas de que el país goza, y sobre los mecanismos que se pueden usar ya para proteger a los más débiles que sufren el desempleo abierto y carecen de lo más elemental en materia de salud y apoyo efectivo para los suyos. Puntos de más o de menos, el crecimiento de este año será ínfimo y se unirá a dos años de recesión pronunciada, que dejaron en la cuneta varios cientos de miles de empleos formales y agrandaron las franjas del mal empleo y de la desolación regional.

Lo mismo debe decirse del petróleo, todavía el factor de equilibrio y alivio principal de la economía y la finanza pública. Valorizarlo en la perspectiva estratégica abierta por la guerra y la victoria estadunidense es imperativo, como lo es el poner a trabajar cuanto antes a las empresas energéticas que constituyen la columna vertebral del desarrollo mexicano posible. Continuar la sangría fiscal de Petróleos Mexicanos y la Comisión Federal de Electricidad no sólo ampliará su deterioro injustificado sino que vulnerará su aprovechamiento futuro con cualquier vuelco promisorio en la economía mundial.

Aquí también lo que cuenta es la cuenta que hagamos de nuestras capacidades, más que los intentos de hacer ficción financiera para aterrorizar al público y obligarlo a aceptar sin más la privatización de la energía. A ésta, hay que verla seriamente como palanca del desarrollo general y, por ello, como un bien público que hay que cuidar y potenciar.

Tela de donde cortar para imaginar nuevos cursos, hay. Lo que resta es reapropiarnos del tiempo y usarlo para pensar y comprender, tal vez las actividades más valiosas para cualquier sociedad en problemas y acosada por una incertidumbre inclemente sobre la que no se tiene control alguno.

La falta de tiempo para situarnos en el mundo: atributo letal de todo subdesarrollo.

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