GUERRA CONTRA IRAK
Queremos esa democracia de la que habla Occidente:
jeque Aref
Líderes religiosos toman el control de Ciudad
Sader
Pistoleros leales a sus mezquitas se encargan de la
seguridad
ROBERT FISK ENVIADO ESPECIAL THE INDEPENDENT
Bagdad, 13 de abril. Por todos lados hay pintura
fresca. Donde antes decía "Ciudad Saddam" ahora dice Ciudad Sader.
Afuera de la Escuela Preparatoria Aleppo para Señoritas me topé
con un artista grafitero en plena acción, escribiendo "Sader" sobre
"Saddam".
El
imán Bakr Sader de Najaf fue una de las primeras víctimas
de Saddam entre los prelados religiosos. Recuerdo que cuando visité
esa ciudad, hace más de dos décadas, el gobernador de Najaf
se inclinó hacia mí con especial interés.
"Sí, lo colgamos", me dijo con una sonrisa. "Y
también a su hermana." Según la leyenda -demasiado real,
me temo-, le quemaron la barba con un encendedor y le metieron un clavo
en el ojo con un martillo antes de colgarlo.
Y ahora esta ciudad de chozas donde habitan musulmanes
chiítas, de desagües a flor de tierra y hectáreas de
basura ardiendo, de montones de objetos producto del pillaje -al parecer
los autobuses son la especialidad aquí-, este centro de oposición
al régimen baazista lleva el nombre del imán asesinado y
retoma las esperanzas de todo aquello a lo que aspiró, la mayor
de las cuales es la creación de una república islámica.
Por eso en otro muro está pintada esta leyenda: "El Islam y el-Sader
no aceptan a los saqueadores".
Y quién podría ser mejor vocero de tan dignos
sentimientos que el jeque Aref Jassim es-Saed, imán de la mezquita
de as-Sajad y guardián de lo que debe ser la mitad del botín
robado en laboratorios, farmacias y tiendas de artículos médicos
de toda Bagdad. De hecho, la mayor parte de su mezquita está llena
hasta el tope de medicinas, sillones de dentista, escupideras, camillas
y vendajes.
"Todo se dará a la gente, se devolverá proporcionalmente
a los hospitales que lo necesiten", me informa el jeque Aref, observándome
con atención por encima de sus delgados anteojos. "Estamos porque
se detenga todo este pillaje. Hacemos inventarios y listas para que estas
cosas se devuelvan al pueblo de Bagdad."
En el patio de la mezquita un grupo de religiosos de turbante
negro revuelve costales de leche para bebé de fabricación
vietnamita y cartones cerrados que llevan la leyenda "Importado de la república
de Irak, Ministerio de Comercio, Compañía Estatal de Alimentos".
Por supuesto, sé de dónde provienen. Observé a los
saqueadores entrar en el Ministerio de Comercio hace cuatro días.
En todo Ciudad Sader -como se le debe llamar ahora-
hay retenes y barracas y jóvenes barbados que portan armas. No se
trata precisamente de una revolución chiíta, aunque algunos
de los custodios armados aceptan que están en busca de "wahabitas",
musulmanes chiítas que según dicen les dispararon y que en
algunos casos son "árabes voluntarios" que vinieron a Irak a combatir
a los estadunidenses.
El jeque Aref y sus secuaces atraparon a cuatro: un afgano,
un sirio, un saudita y un marroquí. "Pero estamos en favor de toda
la gente", dice. "Hay sunitas entre nosotros. Compartimos la comida y oramos
juntos."
Exactamente quién manda en Ciudad Sader es
un misterio. Los pistoleros parecen ser leales a sus mezquitas individuales
y no tienen el ánimo -por el momento- de atacar a los estadunidenses.
"Ahora tenemos seguridad en nuestra zona y debemos iniciar
la reconstrucción y ponernos a trabajar", señala el jeque
Aref. "Los estadunidenses dicen que vinieron a liberarnos y eso nos alegra.
Pero, ¿cuándo volveremos a tener electricidad y agua para
nuestra gente? Si quieren ayudarnos, ¿por qué no las restituyen
para nosotros? Estados Unidos es un país muy poderoso y puede hacer
lo que quiera con nosotros."
El jeque Aref y otros imanes como él están
preparados para compartir el deseo estadunidense de que los "voluntarios"
árabes sean expulsados de Irak. "Estados Unidos dice que quiere
combatir el terrorismo; también nosotros lo queremos. Pero, ¿en
realidad quieren liberarnos? El futuro lo dirá."
Los barrios bajos de Ciudad Sader son bibliotecas
orales de dolor y tortura. Pregúntenle a cualquiera dónde
estaba el principal centro subterráneo de tortura de Saddam y le
dirá que era el complejo de Baladiat, o el Istiqbal, al lado de
Aqadmia.
Fuera
del complejo de Baladiat -contenía seis bloques residenciales para
los policías secretos y sus familias-, dos personas suplican información.
Hace 20 años llevaron allí a su padre y a un hermano. ¿Estarán
allí todavía? Por desgracia, sólo hay estadunidenses
adentro, con un vocero que recita lecciones sobre la conexión entre
Saddam y el "terrorismo palestino". Dice haber descubierto una fotografía
en la que Abú Abbas, líder del llamado Frente de Liberación
de Palestina, quien envió dinero a los deudos de todos los palestinos
muertos por tropas israelíes, estrecha las manos a un oficial de
la Guardia Republicana Iraquí, así como una bandera palestina
de colores rojo, blanco, negro y verde. Y esa es la prueba para los estadunidenses.
"Terrorismo es terrorismo", sostuvo. Pero ¿acaso los palestinos
no combaten a un ejército de ocupación? "No tengo intención
de hablar de eso", contestó.
Lo que intentaba dejar claro es que los chiítas
de Ciudad Sader apoyan a los palestinos en su lucha contra Israel
y, aunque nadie expresa apoyo a Irán -el jeque Aref realizó
sus estudios en Bagdad y en la ciudad santa de Najaf-, la mayoría
de los pobladores de estas casuchas y tiendas escuchan el servicio en árabe
de la radio iraní y saben lo cerca que estuvo Irán de la
victoria en la guerra de 1980-1988 contra Irak. De hecho, hoy en Najaf
se difundió que un grupo de pistoleros dio al ayatola al-Osma al-Asistani
-quien supuestamente llamó a su grey a no combatir a los estadunidenses-
24 horas para dejar la ciudad y marcharse al extranjero. Se dice que a
otro prelado lo mataron a hachazos por haber hecho declaraciones similares
a principios de la semana pasada.
Por el momento Ciudad Sader sonríe a Occidente.
"Queremos esa democracia de la que nos hablan ustedes", dice el jeque Aref.
"¿Nuestra definición de democracia? Dar a las personas todas
las libertades en todas las formas, siempre y cuando estén dentro
de las normas morales."
Lo interrumpe otro hombre devoto, no un imán, sino
un trabajador de la industria eléctrica. "Cuando ustedes los británicos
vinieron, tuvimos que hacer que se fueran. Ahora han llegado los estadunidenses,
pero tampoco queremos que se queden."
© The Independent
Traducción: Jorge Anaya