Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 14 de abril de 2003
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Mundo
GUERRA CONTRA IRAK

Queremos esa democracia de la que habla Occidente: jeque Aref

Líderes religiosos toman el control de Ciudad Sader

Pistoleros leales a sus mezquitas se encargan de la seguridad

ROBERT FISK ENVIADO ESPECIAL THE INDEPENDENT

Bagdad, 13 de abril. Por todos lados hay pintura fresca. Donde antes decía "Ciudad Saddam" ahora dice Ciudad Sader. Afuera de la Escuela Preparatoria Aleppo para Señoritas me topé con un artista grafitero en plena acción, escribiendo "Sader" sobre "Saddam".

El imán Bakr Sader de Najaf fue una de las primeras víctimas de Saddam entre los prelados religiosos. Recuerdo que cuando visité esa ciudad, hace más de dos décadas, el gobernador de Najaf se inclinó hacia mí con especial interés.

"Sí, lo colgamos", me dijo con una sonrisa. "Y también a su hermana." Según la leyenda -demasiado real, me temo-, le quemaron la barba con un encendedor y le metieron un clavo en el ojo con un martillo antes de colgarlo.

Y ahora esta ciudad de chozas donde habitan musulmanes chiítas, de desagües a flor de tierra y hectáreas de basura ardiendo, de montones de objetos producto del pillaje -al parecer los autobuses son la especialidad aquí-, este centro de oposición al régimen baazista lleva el nombre del imán asesinado y retoma las esperanzas de todo aquello a lo que aspiró, la mayor de las cuales es la creación de una república islámica. Por eso en otro muro está pintada esta leyenda: "El Islam y el-Sader no aceptan a los saqueadores".

Y quién podría ser mejor vocero de tan dignos sentimientos que el jeque Aref Jassim es-Saed, imán de la mezquita de as-Sajad y guardián de lo que debe ser la mitad del botín robado en laboratorios, farmacias y tiendas de artículos médicos de toda Bagdad. De hecho, la mayor parte de su mezquita está llena hasta el tope de medicinas, sillones de dentista, escupideras, camillas y vendajes.

"Todo se dará a la gente, se devolverá proporcionalmente a los hospitales que lo necesiten", me informa el jeque Aref, observándome con atención por encima de sus delgados anteojos. "Estamos porque se detenga todo este pillaje. Hacemos inventarios y listas para que estas cosas se devuelvan al pueblo de Bagdad."

En el patio de la mezquita un grupo de religiosos de turbante negro revuelve costales de leche para bebé de fabricación vietnamita y cartones cerrados que llevan la leyenda "Importado de la república de Irak, Ministerio de Comercio, Compañía Estatal de Alimentos". Por supuesto, sé de dónde provienen. Observé a los saqueadores entrar en el Ministerio de Comercio hace cuatro días.

En todo Ciudad Sader -como se le debe llamar ahora- hay retenes y barracas y jóvenes barbados que portan armas. No se trata precisamente de una revolución chiíta, aunque algunos de los custodios armados aceptan que están en busca de "wahabitas", musulmanes chiítas que según dicen les dispararon y que en algunos casos son "árabes voluntarios" que vinieron a Irak a combatir a los estadunidenses.

El jeque Aref y sus secuaces atraparon a cuatro: un afgano, un sirio, un saudita y un marroquí. "Pero estamos en favor de toda la gente", dice. "Hay sunitas entre nosotros. Compartimos la comida y oramos juntos."

Exactamente quién manda en Ciudad Sader es un misterio. Los pistoleros parecen ser leales a sus mezquitas individuales y no tienen el ánimo -por el momento- de atacar a los estadunidenses.

"Ahora tenemos seguridad en nuestra zona y debemos iniciar la reconstrucción y ponernos a trabajar", señala el jeque Aref. "Los estadunidenses dicen que vinieron a liberarnos y eso nos alegra. Pero, ¿cuándo volveremos a tener electricidad y agua para nuestra gente? Si quieren ayudarnos, ¿por qué no las restituyen para nosotros? Estados Unidos es un país muy poderoso y puede hacer lo que quiera con nosotros."

El jeque Aref y otros imanes como él están preparados para compartir el deseo estadunidense de que los "voluntarios" árabes sean expulsados de Irak. "Estados Unidos dice que quiere combatir el terrorismo; también nosotros lo queremos. Pero, ¿en realidad quieren liberarnos? El futuro lo dirá."

Los barrios bajos de Ciudad Sader son bibliotecas orales de dolor y tortura. Pregúntenle a cualquiera dónde estaba el principal centro subterráneo de tortura de Saddam y le dirá que era el complejo de Baladiat, o el Istiqbal, al lado de Aqadmia.

Fuera del complejo de Baladiat -contenía seis bloques residenciales para los policías secretos y sus familias-, dos personas suplican información. Hace 20 años llevaron allí a su padre y a un hermano. ¿Estarán allí todavía? Por desgracia, sólo hay estadunidenses adentro, con un vocero que recita lecciones sobre la conexión entre Saddam y el "terrorismo palestino". Dice haber descubierto una fotografía en la que Abú Abbas, líder del llamado Frente de Liberación de Palestina, quien envió dinero a los deudos de todos los palestinos muertos por tropas israelíes, estrecha las manos a un oficial de la Guardia Republicana Iraquí, así como una bandera palestina de colores rojo, blanco, negro y verde. Y esa es la prueba para los estadunidenses. "Terrorismo es terrorismo", sostuvo. Pero ¿acaso los palestinos no combaten a un ejército de ocupación? "No tengo intención de hablar de eso", contestó.

Lo que intentaba dejar claro es que los chiítas de Ciudad Sader apoyan a los palestinos en su lucha contra Israel y, aunque nadie expresa apoyo a Irán -el jeque Aref realizó sus estudios en Bagdad y en la ciudad santa de Najaf-, la mayoría de los pobladores de estas casuchas y tiendas escuchan el servicio en árabe de la radio iraní y saben lo cerca que estuvo Irán de la victoria en la guerra de 1980-1988 contra Irak. De hecho, hoy en Najaf se difundió que un grupo de pistoleros dio al ayatola al-Osma al-Asistani -quien supuestamente llamó a su grey a no combatir a los estadunidenses- 24 horas para dejar la ciudad y marcharse al extranjero. Se dice que a otro prelado lo mataron a hachazos por haber hecho declaraciones similares a principios de la semana pasada.

Por el momento Ciudad Sader sonríe a Occidente. "Queremos esa democracia de la que nos hablan ustedes", dice el jeque Aref. "¿Nuestra definición de democracia? Dar a las personas todas las libertades en todas las formas, siempre y cuando estén dentro de las normas morales."

Lo interrumpe otro hombre devoto, no un imán, sino un trabajador de la industria eléctrica. "Cuando ustedes los británicos vinieron, tuvimos que hacer que se fueran. Ahora han llegado los estadunidenses, pero tampoco queremos que se queden."

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya

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