Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 6 de marzo de 2003
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Cultura

Olga Harmony

Autoconfesión

Peter Handke no es un autor muy conocido entre nosotros, a pesar de su importancia en las letras alemanas, y para algunos es sólo el coautor del guión de Las alas del deseo, filme de Wim Wenders (y por cierto, en el muy citado poema de ambos, Cuando el niño era niño, se repiten temas de la dramaturgia de Handke). Por allí de la década de los 70, el director y actor español José Luis Gómez trajo un repertorio casi a base de piezas del autor austriaco -que causaron irritación en algún crítico muy tradicionalista- consideradas como antiteatro. Recuerdo que empezaba con un acto en el que solamente comía una manzana frente al estupefacto público del Palacio de Bellas Artes, pero el plato fuerte era Gaspar, basado en la historia de Kaspar Hausser, en que narra a su manera el aprendizaje del habla del mozo que sólo sabía repetir ''Quisiera ser como aquél otro que ha sido una vez".

Esta obra fue escenificada tiempo después por un director mexicano, cuyo nombre se me escapa y no lo encontré documentado como el del español. A partir de entonces se escenifica esporádicamente algún texto suyo, como Insulto al público, que un grupo de provincia no logró sostener con plena congruencia, o la paráfrasis que Enrique Ballesté hizo del El pupilo quiere ser tutor, que con el nombre de Pescar águilas montó de manera excelente Jesús Coronado con él mismo y su hijo Edén.

En términos generales, el teatro de Handke se funda en la exploración del lenguaje, por lo que imagino que su traslación a otro idioma no es cosa fácil. Autoconfesión, en la excelente traducción de Antonio Castro, logra parecer un texto imaginado en español aun cuando el personaje aluda a las formas gramaticales. Con base en frases contradictorias, de dualidades que afirman y niegan, se produce una metáfora del desarrollo humano y de lo que es el ser humano mismo, tomando como eje el crecimiento de un hombre desde la primera infancia. Las preguntas y sus respuestas, otra constante del autor de El juego de las preguntas, pretenden llegar a lo más íntimo de la humanidad. Es un texto espléndido y hay que estar agradecidos de que se nos dé a conocer.

Gerardo Trejoluna encara la obra desde el punto de vista de la expresión corporal, como resultado de un taller en el que participó. Por momentos el texto se pierde, quizá porque fue escrito para decirlo de otra manera, como una simple exposición. No se puede hablar de una mala lectura, porque el director escénico, Rubén Ortiz, es un joven teatrista de probada seriedad y cultura. Más bien es un experimento para aunar lenguaje y cuerpo, apoyando el concepto de humanidad en general (''yo nombré las cosas" es un recuerdo adánico) con ciertas actitudes y con el empleo de los cuatro elementos que aparecen en los límites de la gran X que es la escenografía, reforzada por la iluminación de Matías Gorlero. El actor hace gala de un verdadero virtuosismo escénico, inclusive cuando blusea.

Autoconfesión pertenece al ciclo Cuerpos en acción, del Centro Cultural Helénico. Acabo de recibir el cuadernillo en donde, recogida en varios ciclos, aparece la programación de todo el año del centro, por lo que hay que felicitar a su director Luis Mario Moncada, por este hecho insólito en nuestro medio, que habla de rigor y previsión en el manejo del Helénico por parte de quien está al frente de él.

Por último, y a propósito de Peter Handke, hay que recordar la polvareda que levantó hace años con su escrito acerca de la guerra en la ex Yugoslavia y que fuera reseñada en México en 1999 por Juan Villoro para La Jornada Semanal. Ahora es una de las voces más lúcidas que se oponen a la guerra contra Irak. En esta semana en que actores y actrices de multitud de países protestaron de manera pacífica con la lectura de Lisístrata, de Aristófanes (que por cierto tiene una versión muy divertida de Margarita Villaseñor, que Germán Castillo escenificó hace unos años con toda la impudicia que amerita), hay que insistir en un contundente šNo a la guerra! Ojalá nuestro gobierno, por esta vez, nos haga caso. Y habría que ir revisando la paráfrasis que Héctor Azar hizo de La paz, también de Aristófanes, para sus alumnos de Coapa y que se presta para escenificarse en estos días de incertidumbre mundial.

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