Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 13 de octubre de 2002
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Cultura

Juan Arturo Brennan

De Harlem y Clejani

El pasado fin de semana esta ciudad fue testigo de la presencia de dos grupos muy distintos de música vernácula, cuyas actuaciones resultaron, auténticamente, sol y sombra. El sábado por la noche, en el Salón 21, se presentó el Harlem Gospel Choir, precedido por la fama publicitaria de haber grabado con la banda irlandesa U2. La actuación del grupo fue tan decepcionante que casi se puede hablar de fraude. Por cuestión de elementales principios de tradición musical, hay que desconfiar de un coro especializado en gospel que jamás canta a capella.

En efecto, el coro se presentó acompañado de un trío de teclado, bajo y batería que no sólo no contribuyó nada a la buena marcha de la música sino que fue el principal elemento del fracaso del grupo. Por si la presencia de tres instrumentistas mediocres y convencionales no fuera suficiente, todo fue amplificado a la mexicana, es decir, con exceso de decibeles y saturación, y ausencia total de discernimiento musical. Gracias a ello, lo que cantó y tocó el Harlem Gospel Choir llegó al público como una masa informe y deforme.

Sin embargo, más allá de las cuestiones técnicas, la verdadera decepción fue encontrarse con un coro de gospel convertido en un mal grupo de música pop, como una mala combinación de The Supremes y The Pips. Este grupo ha perdido todo contacto con las raíces auténticas del gospel y ha hecho todas las concesiones posibles al dudoso gusto popular; en vez de ser un grupo que canta con pasión los himnos religiosos de la comunidad, se trata de una banda comercial que dedica la mayor parte de su tiempo en el escenario a producir baladas edificantes e inocuas a imitación de numerosos (e inútiles) intérpretes del montón. Todo ello, aunado a un sesentero y trasnochado estilo de ''participación del público" que en más de una ocasión llegó a los terrenos de la pena ajena, ante la complacencia de una audiencia poco exigente.

Se necesita realmente mucho esfuerzo para arruinar (como lo hizo esa noche el Harlem Gospel Choir) piezas clásicas como Amazing grace, We shall overcome, When the saints go marchin' in, o Kumbayah, arregladas e interpretadas en el peor estilo de música de lobby bar. Para muestra, un botón: el sangrón personaje que fungió como ''conductor" del espectáculo presentó a una de sus aburridas baladistas como ''nuestra propia Whitney Houston". Todo está dicho.

El domingo por la tarde, en la Sala Nezahualcóyotl, se presentó la banda gitana Taraf de Haïdouks, procedente de Clejani, Rumania, con resultados totalmente distintos. Plenamente arraigados en su tradición sonora e interpretativa, estos diez músicos rumanos dieron una cátedra de la mejor manera de combinar el desparpajo y la soltura en escena con un rigor de ejecución notable no sólo por su virtuosismo sino también por su autenticidad. Resultó fascinante ver y oír cómo esta música gitana de Rumania presenta numerosos puntos de contacto con las músicas vernáculas de otras partes de la región, especialmente lugares como Hungría y Macedonia, sin olvidar las muchas coincidencias con la música de las bandas klezmer.

Otra diferencia notable con el Harlem Gospel Choir: la banda Taraf de Haïdouks actuó en la Sala Nezahualcóyotl en el mejor estilo unplugged, es decir, sin amplificación alguna. Si bien es cierto que en algunos momentos se hizo difícil escuchar las cascadas voces de los rústicos cantores, también es un hecho que con un poco de concentración era perfectamente posible escuchar lo que había que escuchar. Sin duda, las voces destempladas de quienes se quejaron por la falta de amplificación son los mismos que la noche anterior disfrutaron al máximo las distorsiones electrónicas que caracterizaron la actuación del coro neoyorquino.

No cabe duda que los tímpanos de nuestro público están totalmente viciados por los excesos de sonorización que, por desgracia, ya son la regla y no la excepción. Entre los divertidos panegíricos a la libación generosa, las picarescas letras de doble sentido (evidenciadas no por el idioma, sino por la gestualidad de los gitanos), la difícil facilidad para la pirotecnia instrumental en violines y acordeones, los tentativos bailes de los ancianos cantores de Clejani, el omnipresente cimiento del atractivo sonido del cymbalom y la curiosa manera de tratar individual y colectivamente al contrabajo, la presentación de Taraf de Haïdouks resultó una deliciosa e instructiva sesión musical. Este domingo repiten, así que deje todo y corra a oírlos.

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