Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 10 de octubre de 2002
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Cultura

Desairado concierto en el Teatro de Bellas Artes

La Orquesta Mozart de Viena abrió el FIC en el Distrito Federal

PABLO ESPINOSA

Con la presentación de la Orquesta Mozart de Viena en Bellas Artes, este martes se iniciaron las actividades del Festival Internacional Cervantino (FIC) en su edición trigésima, aun antes de la inauguración formal en Guanajuato.

El inicio de la extensión, en la ciudad de México, de la oferta cervantina ocurrió de manera desafortunada en cuanto a oportunidades, pues el máximo foro cultural del país, el Teatro de Bellas Artes, lucía prácticamente vacío. Algo hizo agua en la estrategia de difusión actual del FIC. Se perdió así el público de un concierto cálido, amable, mozartianísimo.

El agrupamiento que viene de Viena viaja con vestuario de época, lo cual le confiere un atractivo adicional a su limpieza de sonido y, sobre todo, sus capacidades de articulación, fraseo, densidades y discurso sonoro de nivel alto, coherente con la naturaleza de una orquesta especializada.

Amplio conocimiento de causa

En vivo, la Orquesta Mozart delata su conocimiento de causa amplio en la materia prima que maneja. Interesante, por ejemplo, la manera en que el director, el venezolano Manuel Hernández-Silva, enfatiza acentos, subraya articulaciones, pone en primer plano secciones enteras sin perder una ortodoxia puntual. Así, por ejemplo, puso al alcance de los oídos profesionales y los que quisieran oír, las célebres carcajadas de Mozart en algunos tutti, en los timbales, en los alientos-madera y sobre todo en el contrabajo. Admirable, en tanto, el desempeño y esfuerzo de los dos cantantes solistas: la soprano Claudia Ema Camie y el barítono George Lehner, sobre todo en la electrizante aria -a punto de romper la voz- de la Reina de la Noche, ella, y en los lances pajarísticos, él, hilarante como se debe en cuanto hace cantar a Leporelo, célebre criado de labio leporino, de acuerdo con las claves de la mozartmanía.

No posee ciertamente este conjunto las alturas de genialidad interpretativa especializada en el músico de Salzburgo que alcanza la Academy of Saint Martin in the Fields, ni tiene su director la profundidad mozartianísima del tigre bondadoso Karl Bohm, pero sí tiene encanto, sutileza, gracia, buen humor y un don amable superlativo. Ah, también ciertas pifiecillas que si don Arturo de Córdova hubiera ejercido la crítica musical hubiese formulado así: ''No tienen la menor im-por-tan-cia".

Oídos, ojos y gustos exigentes reprocha-rían un pendular entre lo turístico y lo hiperespecializado en esta orquesta símil de los célebres chocolates marca Mozart, pero nadie podría negar que en vivo es exquisita.

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