JUSTICIA O VENGANZA POLITICA
El
proceso de procuración de justicia en torno al llamado Pemexgate
parece haber entrado en contradicciones e inconsistencias inocultables
para el sentido común de la opinión pública y preocupantes
por las distorsiones que introducen en la salud de la vida republicana.
La más grosera de estas inconsecuencias es la asimetría
en el manejo de la investigación del presunto desvío de recursos
de Pemex para la campaña presidencial priísta de 2000, por
una parte, y la falta de interés de esas dependencias por esclarecer
los dineros posiblemente ilícitos que la asociación Amigos
de Fox recibió del extranjero. Los foxistas -el Presidente incluido-
argumentan que se trata de cosas diferentes, y ciertamente lo son, menos
en un punto: ambas prefiguran la comisión de delitos electorales
penalmente sancionables.
En tanto la Procuraduría General de la República
(PGR) y la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos
Electorales (Fepade) sigan persiguiendo a presuntos responsables del Pemexgate
y dejen en paz a los presuntos responsables de Amigos de Fox, se fortalecerán
las sospechas de que los aparatos de procuración e impartición
de justicia actúan de manera facciosa, partidista y, a fin de cuentas,
corrupta, al servicio de los intereses del grupo en el poder y de sus afanes
de venganza política, y no en bien de la legalidad, la justicia
y la transparencia.
Desde otra perspectiva, llama la atención lo que
puede interpretarse como un súbito desinterés de los legisladores
panistas por llevar adelante el desafuero de los líderes sindicales
presuntamente involucrados en el desvío de fondos de Pemex hacia
el PRI mientras, por otra parte, la PGR pide -y obtiene- órdenes
de captura contra ex integrantes del equipo de campaña de Francisco
Labastida, como Carlos Almada y Jaime Cárdenas, cuya participación
en el presunto ilícito resulta mucho menos clara y probable, pero
cuyo encauzamiento parece más fácil, no necesariamente porque
haya pruebas contra ellos, sino porque carecen del fuero legislativo de
que gozan Carlos Romero Deschamps, Ricardo Aldana y otros charros con curul.
No puede dejar de pasarse por alto que el cambio de actitud entre los panistas
y las nuevas órdenes de aprehensión giradas se presentan
después de que el Ejecutivo federal negociara, con la actual dirigencia
nacional priísta, la desactivación de la huelga en Pemex.
No cabe pedir, sugerir o insinuar el mínimo resquicio
de impunidad para quienes, según los indicios disponibles, utilizaron
recursos de la nación en el financiamiento de una campaña
política. Pero, en tanto no se aclaren y corrijan las inconsistencias
mencionadas, quedará la duda sobre la imparcialidad de un proceso
legal dirigido por un gobierno que no ha sido capaz de esclarecer los señalamientos
sobre la legitimidad de su origen electoral y que, para colmo, se sienta
a negociar con dirigentes partidistas pretendidamente opositores sobre
quienes pesan señalamientos por fraudes electorales, mangoneos sindicales
y hasta homicidios.