Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 10 de octubre de 2002
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Robert Fisk

Cómo la Liga de las Naciones terminó convertida en despojo

Así que ahora George Bush hijo es un experto en la Liga de las Naciones. ƑNo es cierto? Anda por todo Estados Unidos diciéndole a la gente que Naciones Unidas corre el peligro de convertirse en una anticuada organización de tiempos anteriores a la Segunda Guerra Mundial. "Un taller de conversación", así es como se refiere a esa entidad. Debería consultar un libro de historia de vez en cuando. Así descubriría que la Liga de las Naciones le falló al mundo debido al mismo cinismo y desprecio por la moralidad que hoy ostenta su país y que entonces practicaron las principales potencias.

La Liga de las Naciones se formó después de la Primera Guerra Mundial, enfrentamiento que duró de 1914 a 1918. El presidente estadunidense, Woodrow Wilson, fue una de las parteras de ese organismo. Quería proteger los derechos de las minorías, dar independencia a los pueblos. Sus "14 puntos" fueron una inspiración para todas las futuras naciones del mundo. Exigió un nuevo orden internacional -que posteriormente evocó George Bush padre- e igualdad entre los países. "Europa está siendo liquidada", anunció el general Smuts en 1918, y añadió: "La Liga de las Naciones debe ser la heredera de este gran Estado". Fue así como se llegó a una nue-va Polonia, Yugoslavia, Checoslovaquia, a una Europa reformada, y, por supuesto, a un nuevo Medio Oriente.

El Estado moderno de Irak (presidente Bush, por favor tome nota) debe su creación a la Liga de las Naciones, cuyos mandatos británico y francés nos dieron, para bien o para mal -más bien para peor-, a Palestina, Siria y Líbano. Otros también querían estados. Los kurdos querían un Estado, los armenios querían regresar a Turquía para revertir el genocidio turco del que fueron víctimas.

Pero el presidente Wilson cayó enfermo. El Congreso estadunidense declinó unirse a la Liga de las Naciones y Estados Unidos optó por un aislamiento del que sólo salió después del bombardeo japonés en Pearl Harbor, pero antes de dicho ataque (tome nota otra vez, presidente Bush) se vivieron dos muy redituables años de neutralidad en tiempos de guerra. Los estadunidenses no querían ser parte de ese organismo mundial. La futura superpotencia, cuya influencia por la paz pudo haber sido muy benéfica para el mundo -y cuyo creciente poder económico y militar podía haber hecho que Adolfo Hitler revisara sus planes- le dio la espalda a la Liga de las Naciones. Los kurdos nunca obtuvieron un Estado y los armenios nunca volvieron a casa.

Otras grandes potencias se unieron a la liga. Los franceses querían que fuera poderosa, que contara con una fuerza militar multinacional -no del todo distinta a las actuales tropas de mantenimiento de paz-, pero los británicos, que querían permanecer como la primera superpotencia mundial, rechazaron la idea.

El primer desafío real provino de Japón, quien sería en el futuro nuestro enemigo en la Segunda Guerra Mundial; propuso una cláusula en los principios de la Liga de las Naciones en la que se impulsara el concepto de igualdad racial. El mismo asesor de Wilson, en momentos en que Estados Unidos todavía estaba dispuesto a unirse a la organización, le dio la espalda a la idea. "Levantará la cuestión racial por todo el mundo", escribió.

Finalmente, a la cuestión "racial" sólo se le permitió entrometerse cuando la Liga de las Naciones quiso exigir protección para las minorías en estados pequeños o de reciente formación tras la Primera Guerra Mundial. Los estados más grandes no te-nían que preocuparse de esas garantías. Por lo tanto, cuando Hitler comenzó a perseguir a los judíos de Alemania, después de 1933, la Liga de las Naciones no pudo hacer nada al respecto.

En 1923 -sin que se contara con el respaldo británico a un ejército de la organización mundial- los franceses ocuparon Renania, para obligar a Alemania a pagar reparaciones de guerra. Así, cada Estado comenzó a ignorar a la Liga de las Naciones de manera individual. La invasión italiana a Abisinia (en Africa) y la guerra civil española, que comenzó en 1936, constataron la inutilidad del organismo. Bajo el gobierno de Hitler -a quien desde luego no le interesaba la "igualdad de las naciones"-, Alemania abandonó la liga. Los soviéticos, sorprendentemente, siguieron apoyándola. Las sanciones contra España no lograron poner fin a su guerra civil. Estados Unidos se mantuvo al margen de todo aquello.

Las pequeñas naciones intentaron arrear a los gigantes, cuando el presidente del Consejo de la Liga -el antecesor del Consejo de Seguridad de nuestros días-, Ea-mon de Valera, de Irlanda, propuso a la organización internacional una fuerza multinacional para poner fin a la agresión italiana de 1935. El estaba preparado para comprometer a su nuevo y minúsculo ejército irlandés en el proyecto. A los grandes poderes no les interesó. "No fuimos capaces de doblegar nuestras voluntades para sacrificarlas a la ventaja egoísta, cuando ésta entra en conflicto con la justicia para los otros", se quejó posteriormente De Valera. Para 1939, fue él quien acertadamente calificó a la Liga de las Naciones de "despojo".

Ahora, Bush hijo da a entender que la Organización de Naciones Unidas (ONU) también se volverá un despojo si no acepta seguirle el paso a Estados Unidos y obedecer su demanda de invadir Irak. Quiere usar al organismo para concretar su proyecto de un "cambio de régimen", que cambiaría el mapa de Medio Oriente, provocaría una marea de prosperidad petrolera para las compañías estadunidenses y reduciría a la impotencia a los enemigos de Israel. Se supone que debemos creer que todo se trata de armas de destrucción masiva, y olvidarnos de que Estados Unidos vendió toxina de botulismo, ántrax y unidades del virus del Nilo occidental a Irak, entre 1985 y 1989. En esos años, Irak combatía a Irán en una guerra que la ONU trató de frenar.

ƑPor qué el presidente Saddam Hussein habría de tenerle algún respeto a la ONU? ƑPor qué, si Israel burla hasta hoy las resoluciones del Consejo de Seguridad, habría Irak de cumplirlas al pie de la letra? A los estadunidenses no les importa la insistencia de Israel en no cumplir las resoluciones de la ONU, de la misma forma que a la Alemania nazi no le importó cuando la Liga de las Naciones repudió su ingreso a Renania, ni a Italia le importó la oposición internacional a su invasión a Abisinia.

Son las mayores potencias mundiales las que gobiernan la Organización de Naciones Unidas, y la usarán y abusarán de ella según su antojo. Curiosamente, la administración estadunidense -que durante años no pagó sus cuotas al organismo mundial- es la más apropiada para recordar el fantasma de la Liga de las Naciones, pues fue el cinismo y la arrogancia de las potencias lo que la destruyó, de la misma forma en que hoy Estados Unidos puede destruir a la ONU.

© The Independent

Traducción: Gabriela Fonseca

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