Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 10 de octubre de 2002
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Política

Soledad Loaeza

Cómo quedarse sin amigos

La movilización de opinión que ha emprendido la Casa Blanca en las recientes semanas en torno a su plan de ataque militar contra Irak parece la primicia del lanzamiento de un libro de autoayuda de los que tanto gustan en Estados Unidos y en Sanborns: Cómo quedarse sin amigos, de George W. Bush. Mucho se ha esforzado el presidente por convencer a sus compatriotas y aliados de que la permanencia de Saddam Hussein en el poder representa una amenaza cierta, clara e inminente a la seguridad de su país y del mundo. Sin embargo, y al contrario de lo que se espera, como hasta ahora no ha dado pruebas contundentes de que existe una relación real entre Al-Qaeda e Irak, ese apoyo en lugar de aumentar parece reducirse día con día, al mismo tiempo que se extiende el antiestadunismo, que hoy no es más un asunto sólo de países pobres, resentidos e ingratos, sino que ahora también se ha presentado en países ricos, quizá ingratos, pero difícilmente resentidos.

Hasta ahora muchos europeos han vivido con disimulada resignación la preponderancia de Estados Unidos, que pudo sostenerse en la bondad de sus intenciones, en la supuesta moralidad de sus objetivos. No obstante, en la guerra contra Irak los intereses y las pasiones del presidente Bush y de sus asesores le han tomado la delantera a los ideales tradicionales de la política exterior estadunidense y lo han conducido a proponer un ataque preventivo militar que es por completo inaceptable para la mayor parte de los europeos, que hasta ahora se mantienen firmes en la noción de contención que fue el pilar de la estrategia disuasiva de la guerra fría. Así lo han expresado en numerosas encuestas. Nada sugiere que este rechazo pueda detener a Washington.

Muchas son las expresiones oficiales que han dejado saber a los europeos que sus opiniones no importan mucho en Washington. Sin embargo, el gobierno del presidente Bush tendría que reconocer que por este camino está perdiendo amigos y la fuerza moral que en el pasado hacía tolerable para los europeos su hegemonía, pero que ahora les resulta grosera e insoportable.

No deberá sorprenderle que en el futuro se repitan en Europa críticas a la inmoralidad de sus acciones, que líderes europeos pretendan erigirse ellos mismos en autoridad moral frente a los abusos del hegemón, o que busquen atajar el unilateralismo de Estados Unidos en asuntos ahora secundarios: derechos humanos, comerciales. En el mediano plazo estas irritaciones harán cada vez más costoso el unilateralismo. La reciente elección en Alemania es una prueba de que la política exterior de Washington ya no cuenta con cheques en blanco ni siquiera ahí, donde una firme alianza con Estados Unidos fue durante décadas la piedra de toque de la estabilidad interna y de la respetabilidad internacional.

El tema de la guerra con Irak mostró una división interesante en el seno de una sociedad alemana que casi siempre había visto en Estados Unidos más que un amigo a un liberador con quien los alemanes estaban para siempre comprometidos. Aparentemente ahora muchos alemanes sienten que el compromiso ya se acabó y están dispuestos a "emanciparse", como lo dijo Egon Bahr -el arquitecto de la política de Willy Brandt de reconciliación con el este- en una reunión privada. Tony Blair está haciendo más malabarismos que nunca para sostener su compromiso con Bush, el gobierno del presidente Chirac ha estado diciendo "sí, pero...", mientras otros se arropan en la ambivalencia. Los líderes europeos no pueden actuar como si no supieran que sus respectivas opiniones públicas desconfían de las verdaderas intenciones de los estadunidenses en Irak; o que la mayoría de las encuestas sobre el tema de la guerra arrojan porcentajes crecientes de oposición.

A más de una década de distancia ha quedado claro que la existencia de una potencia hegemónica no basta para generar un equilibrio de largo plazo y que la preponderancia de una sola potencia es una fuente de incertidumbre internacional. Saddam Hussein es indefendible, pero los preparativos de guerra del gobierno de Bush han generado una incertidumbre que ha impactado los mercados financieros internacionales y el comportamiento de los consumidores en Estados Unidos, que se mantienen a la expectativa y con ello retrasan la recuperación económica.

Más allá de las imprevisibles consecuencias de una guerra contra Irak, es inquietante saber que forma parte de un cambio profundo y general del pensamiento estratégico en Estados Unidos. Hace unas semanas, la Casa Blanca dio a conocer un documento titulado La estrategia de seguridad de Estados Unidos, que contiene los conceptos centrales que se han desarrollado en la Casa Blanca después del 11 de septiembre.

El documento es una loa al unilateralismo y se inaugura con la afirmación de que el poderío militar estadunidense será tal que habrá de disuadir a cualquier adversario potencial que pretenda construir una fuerza militar capaz de "superar, o igualar" el poder de Estados Unidos.

Todo sugiere que Bush y sus asesores han optado por la consigna maquiaveliana de que para un gobernante es mejor ser temido que ser querido.

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