Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 7 de septiembre de 2002
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Espectáculos
Ofrecieron el jueves noche de rock pesado y gospel en el Auditorio Nacional

Foreigner demostró que su música continúa vigente

ARTURO CRUZ BARCENAS

Cada generación hace suyas algunas canciones, que muchas veces sólo son recordadas, al paso de las décadas, como una tonada que se extingue. Pero la flama de I want to know what love is está encendida, como el fuego inolvidable de U2. Foreigner ofreció el pasado jueves un concierto de rock pesado y suave, ligero y, por momentos, elocuente, solemne.

Atrás quedaron las preguntas de la prensa, las dudas sobre la salud de Lou Gramn y el infame tumor que éste sufrió y alejó temporalmente al grupo de los escenarios y de los estudios de grabación. Su voz se escuchó potente, diáfana. Dirigía el micrófono hacia el público, instando a corear los temas que por 25 años, poco a poco, se metieron en la memoria y en el corazón de quienes son forever youngs.

El público fue llegando al Auditorio Nacional, algunos acompañados por sus hijos, para que se dieran un quemón del rock con el que bailaron y se enamoraron.

Foreigner mantuvo la estafeta del rock duro, con sus tonos de R&B, en medio del auge del travoltazo, de los cantos de ardillas de los Bee Gees, de las noches de discotheque. Aún se hallaba, hacia 1977, fresca la memoria de la ola inglesa sesentera, de los Beatles, los Rolling y Burdon. Humble Pie, John Kongos, Toncho Pilatos y todo el rollote de la Generación eléctrica.

Foreigner brilló en las décadas de los setenta y ochenta y, según expuso Mick Jones, no se quedará como uno de tantos grupos que explotan la nostalgia y que son considerados por los chavos de hoy, que gustan de ellos, como retros. Jones anunció que en breve lanzarán al mercado una nueva producción que los recolocará en el mercado.

Los toques de pop mezclados con el progresivo hicieron bailar desde el primer momento, en su breve espacio de la butaca, a una muchacha de pelo trenzado. Feels like the first time. Sí, como la primera vez, y más fuerte. El requinto de Jones suena mejor. Fue como una vuelta a la morada paterna: Long, long way from home.

Tras 25 años de trayectoria, Foreigner ofreció un nuevo concierto en México. Sólo uno, pero suficiente para reafirmar que no todo está perdido, aunque esté tras cortinas de humo. Head games cruzó todo el foro con su contrapunto, su brillo popero, insistente. Jukebox hero y la guitarra en sus ratos de soledad, más la balada Waiting for a girl like you, que cautivó a enamorados arrullados por serenatas de rock pesado.

I want to know what love is, el deseo gospel imposible de cumplir. Nadie lo sabe. Tan sólo se ha dicho que el amor es una pasión y, por lo tanto, no está sujeto a ser sometido a un concepto. La pasión no es sujeto de razón. Por eso el anhelo de Quiero saber qué es el amor es eterno y pertinente antes, ahora y después. Con esa canción, Foreigner logró una frase propia de poetas.

Muchos querían otra, como siempre. Pero a la hora y media, tal y como Jones lo había anunciado en conferencia de prensa previa, se acabó la roliza y se rompió una taza. "No somos Bruce Springsteen como para tocar tres horas", dijo. Y fue verdad.

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