Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 7 de julio de 2002
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Espectáculos
Encuentro con quienes lo oyeron hace 33 años

No soy cantor de traumas, dice el argentino Leonardo Favio

ARTURO CRUZ BARCENAS

Se dice que instantes antes de cruzar el umbral de la vida hacia la muerte se ve, como en una película, lo que uno ha sido. La noche del viernes, en el teatro Metropólitan, Leonardo Favio provocó que un alud de recuerdos se presentaran de golpe, todos a la vez. Hacía 18 años que no estaba en México. ¿Por qué? Porque la vida lo llevó a otros lados. Se le esperó 18 años, que para muchos son toda una vida.

Sus canciones, mezcla de balada con tango, tienen el candor de las composiciones de Leo Dan, su paisano, El León de las Pampas, de quien confesó haberle robado la fórmula para escribir temas que la gente canta en la calle, bajo la regadera, cuando se está triste o alegre por alguien. Le copió la sencillez, la frase llana: "Hoy corte una flor/ y llovía, llovía/ esperando a mi amor/ y llovía, llovía./ Que me alegre tu canto/ que me alegre tu risa/ que me alegre en silencio./ Tu mirada y la mía".

Leonardo Favio se escuchó en México hace 33 años y los asistentes lo volvieron a oír en vivo, emocionados. Recordaron cuando en la secundaria, hacia mediados de los años 70, hicieron suyas las letras y la música de un cantante cuyo disco de éxitos era el reflejo de la derrota. En la portada aparecía un tipo mugroso, de aspecto desaliñado, olvidado de sí mismo, con los ojos rojos y vidriosos, un vagabundo apenas cubierto con una chamarra a punto de los girones.

Era la portada del disco que en el barrio de Guardias Presidenciales, en la Ex Aeroclub, en El Molinito, San Esteban y otras colonias, entre cerveza y cerveza, se escuchaba repetidas ocasiones, hasta acabar con la aguja de diamante, en consolas entonces en boga, o en tocadiscos que se hacían maletín. En las esquinas de las cuadras los muchachos, Guitarra fácil de por medio, cantaban para ellos y para sus primeras novias O quizá simplemente le regale una rosa.

Los primeros descalabros sentimentales eran compartidos mientras se entonaba Fuiste mía un verano: "Hoy la vi/ fue casualidad/ yo estaba en el bar/ la miré al pasar/ yo le sonreí/ y le quise hablar/ me pidió que no/ que otra vez será/ que otra vez será/ que otra vez será".

En las primeras desveladas y O quizá simplemente le regale una rosa también animaba, daba fuerza para seguir adelante. La canción del perrero, de quien quiere conquistar a una muchacha bonita. La eterna lucha por conseguir un beso y la alegría al lograrlo.

Dos horas de recuerdos y uno que otro estreno

Favio subió al escenario y el tiempo se constriño, se condensó. Hubo expresiones de emoción y algunos no pudieron contener el llanto. Fuiste mía un verano, Vanidad, Esto es el amor. La melodía despide un olor a vals, a una fragancia de limón. Recuerda la rubia que fue su primer amor, quien le dio su cuerpo para hacerle un favor.

Leonardo salió de su pueblo a la ciudad, a Buenos Aires. Y platica el contexto de la canción, el recorrido, la geografía sentimental. Observador, cita cómo los viejos se quedan largo rato mirando algún punto de un parque. La bohemia. Le lanzan dos rosas rojas. Interpreta Cómo poder saber si te amo, de Leo Dan, y Zenaida, cumbianguera y anecdótica.

Una larga introducción para la que será su mejor interpretación de la noche. Los arpegios de Ella se escuchan y la canta como nunca. El fraseo es rematado en graves que se ve que le cuestan trabajo, pero que consigue, en un alarde. "No soy cantor de traumas", expresó, y cerró su actuación con un popurrí tropical, donde cupo Caballo viejo, La bamba, La adelita...

Una larga ovación del público, de pie, tras dos horas de recuerdos y uno que otro estreno. "Si algunas de mis canciones fueron éxitos, es porque no las oyó nadie", dijo con buen sentido del humor.

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