EL SIDA, FLAGELO QUE PODRIA SER ERRADICADO
Hoy,
día de la lucha contra el sida, habrá de discutirse a escala
mundial la forma de combatir este terrible mal. Aunque hay bases para la
esperanza, la eliminación de la enfermedad, desgraciadamente, no
figura entre las prioridades de los gobiernos.
En efecto, según Naciones Unidas, sólo 2
por ciento de los afectados por el síndrome de inmonudeficiencia
adquirida tiene acceso a los fármacos necesarios para contrarrestar
sus efectos, mientras que otras organizaciones de la ONU, como Onusida,
la agencia especializada en el combate de la enfermedad mortal, o la Organización
de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO),
siguen denunciando los efectos terribles de la propagación del sida
en todos los continentes.
En Sudáfrica, por ejemplo, uno de cada nueve ciudadanos
es seropositivo y cada año nacen entre 70 mil y 100 mil bebés
infectados por el VIH, mientras el continente africano se despobla por
los efectos de la propagación, y la ONU denuncia el peligro de que
pronto exista una epidemia gigantesca en China, que podría cobrar
la vida de más de 10 millones de personas.
El fondo de las Naciones Unidas contra el sida requiere
10 mil millones de dólares (40 veces menos que los fondos transferidos
al Pentágono este año), pero los gobiernos han aportado hasta
ahora menos de 20 por ciento de la suma necesaria para financiar esta lucha,
tan vital para muchos países pobres y sectores en iguales condiciones
de los países ricos.
Es cierto que se han registrado algunos avances, aunque
insuficientes, que tropiezan con diversos y poderosos factores que ayudan
a propagar la enfermedad.
Las Naciones Unidas llegaron a un acuerdo con la industria
farmacéutica, por el cual ésta se compromete a reducir los
precios de sus medicamentos en los países pobres (recuérdese
que los industriales se vieron obligados a aceptar que países como
Sudáfrica fabriquen dichas medicinas sin pagar derechos de patente
o importen similares desde Brasil).
Por su parte, el gobierno sudafricano fue obligado por
la justicia a proporcionar gratis, y de inmediato, el antiviral denominado
nevipirina a las mujeres embarazadas para salvar del contagio por lo menos
a la mitad de los niños que nacen cada año infectados.
Pero estos progresos, aunque deben ser saludados, no alcanzan
a compensar los efectos mortíferos en aquellos países donde
la religión católica es mayoritaria. Son los mismos países
donde se orquesta una campaña de esa Iglesia contra los contraconceptivos,
y la irresponsabilidad, ineficiencia y corrupción de autoridades,
así como el conservadurismo y la pudibundez de algunos gobiernos,
como el de Beijing, que muy poco hace para tratar clara y abiertamente
el problema de la educación sexual, han provocado el incremento
de infecciones en los años recientes.
Asimismo, los efectos de la política llamada "de
ajuste" neoliberal, promovida por el Fondo Monetario Internacional, ha
provocado un enorme crecimiento de la pobreza (que dificulta la educación
y agrava la seguridad sanitaria), un debilitamiento de la acción
preventiva y asistencial de los estados, y el abandono de enteras regiones
rurales y continentes.
La lucha contra el sida, en cambio, exige gobiernos interesados
en la salud de sus habitantes, que prioricen el bienestar nacional, la
cultura y la sanidad -y no el pago de la deuda externa-, y hagan planes
para combatir la propagación de esta terrible enfermedad.
Exige igualmente dar prioridad al logro -mediante esfuerzos
conjuntos de los estados y de los laboratorios farmacéuticos- de
una vacuna internacional que sea distribuida gratuitamente.
Los medios y los conocimientos existen en algunos países
como Cuba, donde se cuenta se canalizan medios y recursos escasos a esta
lucha humanitaria. ¿No sería necesario entonces que los países
ricos tuvieran también la voluntad política indispensable
para acabar, mediante una urgente campaña masiva, con un mal que
es erradicable, como lo fue antaño la viruela?