Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 7 de julio de 2002
  Primera y Contraportada
  Editorial
  Opinión
  Correo Ilustrado
  Política
  Economía
  Cultura
  Espectáculos
  CineGuía
  Estados
  Capital
  Mundo
  Sociedad y Justicia
  Deportes
  Lunes en la Ciencia
  Suplementos
  Perfiles
  Fotografía
  Cartones
  Fotos del Día
  Librería de La Jornada
  Correo Electrónico
  Búsquedas
  >


 

Espectáculos

En el juego de aprendizaje musical, decenas de niños corearon los temas

Aun con pésima acústica, Papa Roach la hizo

CHAVA ROCK ESPECIAL

Papa Roach lo volvió a hacer: ofreció un gran concierto, aunque no demoledor como el de su anterior visita, en octubre del año pasado.

Cerca de cuatro mil admiradores fueron testigos de la actuación de una de las bandas representativas del denominado nu metal, que ahora trajo un nuevo álbum bajo el brazo, Lovehatetragedy.

La cita fue en uno de los pabellones del Palacio de los Deportes, foro semejante a una gran bodega con techo y paredes de aluminio; el problema de este espacio es la pésima acústica, que crece cuando el grupo en turno eleva el volumen de su sonido a todo lo que da, como sucedió la noche del viernes pasado.

Ataviado de negro, emulando a Metallica, el cuarteto empezó con gran vigor, poco a poco cayeron los primeros dardos: Dead cell, Broken home, Life is a bullet, She loves me not.

Un concierto aparentemente fácil para los estadunidenses. La gente entregada desde un principio; decenas de niños sobre los hombros de sus padres o hermanos mayores, en el juego del aprendizaje musical, coreaban y sudaban cada uno de los temas, la mayoría de la nueva placa y anterior obra del grupo, el exitosísimo Infest, que le dio gran popularidad y marcó un sello distintivo con la cucaracha de la portada.

El grupo colocó desde un principio sobre los bafles la bandera nacional mexicana, que en lugar del escudo del águila devorando a la serpiente, tenía la imagen de una cucaracha, regalo que un día antes les hizo un admirador.

El concierto fue breve y emotivo; cientos bailaban frente al escenario y en el slam se confundían los brazos y torsos desnudos en una sola mancha humana.

Jacoby Shaddix, voz, en su papel de hombre frontal, recorría con rapidez el escenario una y otra vez, con contagiosa energía. A su lado dos guerreros de las cuerdas, Jerry Horton, guitarra, y Tobin, bajo, endurecían el sonido de esa noche. Al fondo, el que parece más divertido es el regordete baterista, quien mostró más punch que técnica.

Cierre ensordecedor

Por momentos parecía escaparse el concierto, pero el cierre fue ensordecedor, cuando un lapso percusivo dio paso a Between angels and insects, para después seguir la candela con uno de los mejores cortes del nuevo cidí, Born with nothing, Die with everything.

La escasa hora y media de concierto estaba llegando a su fin. Al centro, Jacoby entonaba las primeras líneas de Last resort: Cut my life into pieces, I've reached my last resort, fueron suficientes para que la locura se hiciera presente; brazos y miradas al cielo acompañaron al cuarteto, mientras sobre el escenario se elevaban unas llamaradas que marcaron la despedida.

Poco a poco la gente se fue retirando, niños jalados prácticamente por adultos encanecidos, y miles de rostros sudorosos que no se preocuparon por exigir otro tema. Vinieron por los éxitos de Papa Roach y ya los llevaban grabados en el cuerpo, como tatuajes de plástico, que en unas semanas desaparecen.

Números Anteriores (Disponibles desde el 29 de marzo de 1996)
Día Mes Año