Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Miércoles 29 de mayo de 2002
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Política

Carlos Martínez García

De policías y obispos

Como si fueran rock stars a los que es necesario proteger de sus seguidores, o políticos a los que es imprescindible asignar escoltas que los salvaguarden de sus impugnadores, los obispos católicos Onésimo Cepeda y Juan Sandoval Iñiguez tuvieron que ser escudados por grupos policiacos para que no siguieran sufriendo el acoso de quienes les reclamaban su actuación en distintos asuntos.

En el enésimo dislate de Onésimo, al obispo de Ecatepec se le hizo fácil enfrentar a los feligreses católicos de Santa Clara. Un grupo amplio de ellos le exigieron al jerarca que removiera del lugar al párroco Fernando Uribe, a quien acusan de altanería, malos tratos y rehusarse a oficiar determinado tipo de misas. Cepeda, tal vez molesto porque tuvo que robarle tiempo a sus conocidos juegos de golf con pudientes empresarios, acudió al poblado para recordarle a la población católica que en ella la jerarquía manda y a la feligresía no le queda más que acatar las decisiones de la cúpula clerical. Ante los reclamos encendidos de quienes le externaron su descontento con el estilo personal de pastorear del párroco impugnado, se encrespó y les soltó un sermón de teología política. En la más pura línea de lo que marcan los cánones del Vaticano remarcó a su audiencia que la Iglesia católica no ha sido ni es democrática. En ella, trató de explicar el alto funcionario eclesial, hay una línea de mando vertical que viene de Roma y aplican en cada país los cardenales, arzobispos y obispos. Así que por más movilizaciones, asambleas y plantones que organizaran los rebeldes, les subrayó iracundo, tendría que prevalecer forzosamente la decisión tomada por él.

En sus incursiones a Santa Clara Coatitla, cuya población católica resiste la imposición obispal de venerar a Juan Diego en lugar de a la Virgen del lugar, Onésimo Cepeda tuvo que ser resguardado por policías que facilitaron su salida del pueblo. La reacción de una buena parte de católicos inconformes, no sólo ya con el párroco sino también con el titular de la diócesis, sorprendió al obispo que esperaba sumisión automática a sus dictados. Ni modo, así es esto de los ciudadanos que exigen más participación en la vida de las organismos de los que forman parte.

Por otro lado, el cardenal Juan Sandoval Iñiguez también supo lo que es verse en la necesidad de ser rodeado por policías para evitar que ciudadanos(as) defraudados con el aval del dirigente católico lo molestaran en un acto público. La semana pasada asistió en la ciudad de México a presentar el libro Sangre de mayo, que explica la muerte del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, hace nueve años, como resultado de un complot armado desde estructuras gubernamentales. Para empezar el conspicuo presentador tuvo que aguantar los reclamos que desde el público le hizo uno de los sobrinos del finado obispo de Cuernavaca, Luis Reynoso Cervantes.

El impugnador se dijo ofendido porque de forma abusiva Juan Sandoval ha propalado falsedades respecto de la posición que tuvo sobre el asunto el obispo Reynoso Cervantes. Debemos recordar que como especialista en derecho Luis Reynoso avaló que Posadas Ocampo fue víctima de una confusión y cayó muerto como resultado de esto. Sandoval Iñiguez perdió la compostura, y aunque siguió con elogios al libro que él mismo prologó, ya no se repuso durante la sesión del golpe que significó ser tratado como cualquiera por un don nadie.

Al igual que Onésimo Cepeda, el obispo de Guadalajara tuvo que ser escoltado por fuerzas policiacas que al final del acto lo sacaron de la Casa Lamm, donde se presentó el libro, y conducido en una patrulla lejos de los reporteros y engañados por el proyecto Jubileo 2000. De los primeros huyó porque no quiso verse en la difícil situación de ser cuestionado por el pleito que se trae con Jorge Carpizo. De los segundos porque se trata de un asunto muy embarazoso en el que están de por medio 30 millones de pesos (o si se quiere 3 millones de dólares, cantidad que es más comprensible para los funcionarios de mente dolarizada). Resulta que Juan Sandoval Iñiguez dio su visto bueno a un plan religioso-turístico, cuyo atractivo fue ofrecer a los posibles interesados un viaje a Roma para estar presentes en la sede del catolicismo mundial durante las celebraciones del Jubileo, que encabezaría Juan Pablo II. Junto con Sandoval el proyecto fue avalado por otros jerarcas católicos. Como los organizadores no cumplieron con lo contratado, unas mil 200 personas fueron defraudadas por la cantidad mencionada. Aunque Sandoval Iñiguez no manejó directamente el asunto, sí respaldó los ofrecimientos que se hicieron humo. No ha dado la cara a nadie por este escándalo.

La próxima vez que usted vea y oiga una ruidosa movilización policiaca alrededor de algún personaje, piense que tal vez se trata de que por ahí anda Britney Spears, Luis Miguel o un obispo como Onésimo Cepeda o Juan Sandoval Iñiguez.

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