Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 20 de enero de 2002
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Editorial
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PRD, LA IZQUIERDA VULNERADA

SOLHace casi tres años, el 19 de marzo de 1999, el Partido de la Revolución Democrática (PRD) vivió uno de sus procesos de elección internos más polémicos y deseasados. Ante la sociedad mexicana, los jefes de las corrientes y de los grupos en contienda reprodujeron el peor catalógo de prácticas fraudulentas para vencer al contrario: desde el ratón loco hasta el relleno de urnas, desde el acarreo hasta la alteración de actas.

Los protagonistas de entonces no escatimaron epítetos para descalificar al contrario. De pronto, el partido que se caracterizó por su constante denuncia del fraude electoral priísta reproducía lo peor de esa cultura política e iniciaba un proceso de distanciamiento con la sociedad y de división y pulverización internas.

Al calor del nuevo proceso de elección de su dirigencia, la sombra de ese fraude reaparece, pero esta vez los adversarios de ayer son los aliados de hoy, y las descalificaciones de entonces se reproducen ahora contra quienes quieren rescatar la iniciativa original que le dio vida al mayor partido de izquierda que ha existido en el país y que reclama en este momento un proceso de definición y un discurso que vaya más allá de los anatemas y del sectarismo.

Instalados en el "aparato", estos grupos acusan a los contrarios de ser los aparitchniks. No se asume ninguna responsabilidad; el problema son los otros, justamente quienes se distanciaron a raíz del proceso de marzo de 1999. Sin la menor autocrítica, ninguno de ellos asume la gravedad de la crisis. En lugar de encarar el desafío de restablecer la limpieza y la credibilidad internas, se convierten en partes interesadas de una nueva contienda y se reproducen los escenarios que permitieron el desaseo en los comicios anteriores.

Tal pareciera que se lucha por un botín que se reduce al reparto de cargos, curules y recursos, y no por la definición de una estrategia que vuelva a acercar al PRD a la sociedad y a las causas que hoy son las que definen la ruta de la justicia, la democracia y el cambio político en todo el país y en todas y cada una de las luchas que protagonizan los sectores que menos tienen, los que están fuera de los beneficios del "voto útil", los que han creído fielmente en la apuesta iniciada el 6 de julio de 1988.

Los grupos sociales e intelectuales que apoyaron desde su origen la creación de esta pluralidad de fuerzas de izquierda, democráticas, que era el PRD, observan con mayor rigor y crítica el proceso actual. Ya no será posible la autocomplacencia y menos el conformismo. Los principales críticos del proceso perredista son quienes se sienten desencantados y engañados por esa dinámica burocrática.

Son ellos quienes le reclaman a los contendientes no sólo congruencia, sino altura de miras; autocrítica y propuesta clara; compromisos con las luchas sociales y no sólo con los cargos electorales; generosidad democrática; actitud incluyente, tolerante y, sobre todo, un nuevo dinamismo que rompa con el círculo vicioso del desencanto y el sectarismo.

El reto para el PRD es doble porque no se trata sólo de definir a la futura dirigencia, sino de encarar en forma distinta los próximos desafíos políticos. En momentos en que comienza a discutirse una reforma laboral que amenaza con atentar contra los derechos elementales de los trabajadores, una reforma energética que promueve abiertamente la privatización de Pemex y de la Comisión Federal de Electricidad, la voz y la presencia de un partido de izquierda sólido, fuerte, es urgente.

El PRD está en riesgo de caer en la tentación del "oponente útil", aún cuando durante el proceso presidencial del 2000, fue muy clara su definición en contra de un simple cambio de personajes sin cambio de modelo económico.

Los distintos liderazgos del PRD tienen, ante la sociedad y ante sí mismos, el desafío de promover una auténtica transformación de la cultura política y no la reproducción de los mismos vicios autoritarios. No habrá transición posible si se reinventa una vez más al priísmo interiorizado en la izquierda. Difícilmente se revertirá el proceso de crisis y falta de credibilidad si no se logra atraer la atención de quienes están en la batalla cotidiana por defender su dignidad de indígenas, su salario, su empleo, su tierra, su acceso a la educación; que luchan contra la discriminación por su condición de género o por su preferencia sexual; que reclaman espacios de expresión, y que ensayan formas novedosas de organización y solidaridad.

Hoy se espera un PRD pensante, activo, no sólo un partido diletante en su propia crisis y en las trampas de su burocracia.
 

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