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Obispos falsificando la historia

Obispos durante la Asamblea Plenaria CXIX de la CEM. Foto tomada de
Obispos durante la Asamblea Plenaria CXIX de la CEM. Foto tomada de redes sociales
09 de diciembre de 2025 00:02

En días recientes, los obispos católicos mexicanos se congregaron en una “reunión plenaria”, al término de la cual dirigieron un “mensaje al pueblo de Dios en México” que es de una inoportunidad y una intolerancia digna de los peores obispos de nuestra historia, como los que en 1847, para no cooperar con el esfuerzo de guerra, provocaron la rebelión de los “polkos”; como los que en 1863-1867 se pusieron de tapete ante un invasor extranjero; o como los que en 1926-1929 lanzaron a una guerra brutal a sus feligreses mientras ellos se exiliaban cobardemente y luego traicionaron a los rebeldes cristeros, o al menos así lo sintieron ellos. Vayamos a la parte “histórica” del texto, porque de la parte política ya se ha ocupado, dos veces, don Bernardo Barranco aquí en La Jornada.

El “mensaje” está lleno de muy gordas mentiras o tergiversaciones. El punto II.2 adelanta que 2026 será el año de la “memoria de la resistencia cristera que nos interpela”. Los señores obispos dicen que la “Ley Calles” (la reglamentación del artículo 130 constitucional… casualmente también los magnates petroleros anglosajones llamaron “Ley Calles” a la reglamentaria de las fracciones I y IV del artículo 27, expedida casi simultáneamente y de la que surgió una amenaza de guerra directa) “desató la persecución religiosa más cruenta de nuestra historia”, aunque la única verdadera persecución religiosa de nuestra historia fue la emprendida, a muerte, por los católicos contra las religiones mesoamericanas y aridoamericanas, persecución que duró tres siglos, pero esa es otra historia. 

Sigamos: fue por eso, dicen sus señorías ilustrísimas los obispos, que “en enero de 1927, el pueblo católico reprimido inició el movimiento armado conocido como la Resistencia Cristera”.

Historia: dicho movimiento lo provocaron los ilustrísimos obispos con la suspensión de cultos en julio de 1926, no en enero de 1927; no hubo represiones del “pueblo católico” antes del inicio de la guerra, y la gran mayoría de los católicos mexicanos rechazaron esa violencia y muchos de ellos, como soldados y agraristas, la combatieron. Por cierto, como historiador es la primera vez que leo la frase “resistencia cristera”.

Lo que sigue es increíble: esa “resistencia” fue “un acontecimiento providencial” (es decir, dictado por Dios): “Cuando el Estado totalitario intentó imponer el dominio absoluto sobre las conciencias, nuestros mártires comprendieron con claridad meridiana la centralidad de Jesucristo: morir gritando ‘¡Viva Cristo Rey!’ era afirmar que ningún poder humano puede reclamar la soberanía absoluta sobre la persona y la conciencia”. No es posible llamar al gobierno de Calles “Estado totalitario”, pero es aún más falso y canalla decir “dominio absoluto sobre las conciencias” o “soberanía absoluta”, sobre todo viniendo de los ilustrísimos obispos que hablan de una absoluta verdad, única, en su forma intolerante y excluyente de ver la fe de Jesucristo. La llamada Ley Calles, buena o mala (más mala que buena), no buscaba prohibir ni implicaba persecución (como la ejercida por los católicos en la Nueva España del siglo XVI), sino regular, quizá en exceso, el culto público: ninguna “soberanía absoluta”, ilustrísimos obispos: mienten ustedes con todos los dientes. Y luego, el dogma, ese sí absoluto, y el discurso inaudito “Cristo es Rey, no el dictador en turno”. El uso de esos términos se repite hasta el cansancio en la parte política del documento, que no examinamos hoy.

Lo que sigue es casi un llamado a las armas, como el de sus irresponsables y cobardes antecesores de 1926 (sí, reitero: irresponsables porque causaron una terrible guerra civil, cobardes porque fueron a instalarse cómodamente al exilio): “El México heroico de los cristeros que dieron su vida por una causa sagrada (otra vez, los señores obispos meten a Dios)… nuestros mártires nos preguntan hoy. ¿ESTAMOS DISPUESTOS A DEFENDER NUESTRA FE CON LA MISMA RADICALIDAD?” (las mayúsculas son mías). ¿La misma radicalidad?, armas en la mano, volando trenes, violando maestras, ahorcando maestros, asesinando en masa a agraristas y comunistas (lo mismo que hacían las fuerzas del gobierno contra los cristeros; tampoco nos engañemos, pero de ese lado nadie habla de la Divina Providencia, ni de la Verdad Absoluta dictada por Dios, ni la palabra de Jesucristo, como lo hacen sus señorías ilustrísimas, los 126 obispos).

Y eso último también es preocupante.

¿Todos, los 126 obispos, están de acuerdo con estas llamadas y con lo que sigue del documento, abierta y agresivamente contra el gobierno y con los términos políticos copiados de los Alitos Moreno, los Marko Cortés, las Lilly Téllez, repetidores de Donald Trump? ¿No queda ninguno, ni uno sólo con la honorabilidad, el humanismo, el valor, la moral cristiana de un Sergio Méndez Arceo, un Samuel Ruiz García, un Arturo Lona Reyes… un Vasco de Quiroga, un Bartolomé de las Casas?

Al parecer, no: están tomando partido, en este mundo en que la ultraderecha y los nuevos fascismos se vuelven cada día más amenazantes. Sus señorías ilustrísimas están violando flagrantemente el octavo mandamiento de su Biblia (no digamos nada de la Constitución) y, peor aún, están llamando al encono, la violencia, la intolerancia, contrarias a las palabras que según los cuatro evangelistas canónicos pronunciaba Jesucristo.

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