A su muy precario entender, el desquiciado Donald Trump asegura que ningún imperialismo es válido, salvo el estadunidense, y por eso decidió “revivir” una agresiva política exterior muy a la gringa que en los hechos nunca desapareció (hay muestras suficientes): la Doctrina Monroe, puesta en marcha hace 202 años por el presidente de Estados Unidos que llevó ese apellido, y a partir de entonces cuánta sangre latinoamericana se ha derramado y cuánta soberanía han cedido los “gobiernos” cipayos de la región. Pero el magnate naranja, con el pretexto de la “seguridad nacional” de su país (históricamente utilizado para cometer todo tipo de tropelías), anuncia que la volverá a aplicar, como si algún día Washington la hubiera abandonado.
“Después de años de negligencia, Estados Unidos reafirmará y aplicará la Doctrina Monroe para restaurar la preminencia americana (estadunidense) en el hemisferio occidental, y para proteger a nuestra patria y nuestro acceso a sus geografías a través de la región”, afirma el documento oficial de la estrategia de seguridad de Estados Unidos, emitido el viernes pasado por la Casa Blanca. “Negaremos a competidores no hemisféricos la habilidad de posicionar fuerzas u otras capacidades amenazantes, o de adueñarse o estratégicamente controlar bienes vitales en nuestro hemisferio”, indica la “estrategia”. En la introducción del documento oficial, fechado en noviembre de 2024, pero difundido ahora, Trump escribe que en sus primeros nueve meses “hemos salvado a nuestra nación y al mundo del precipicio de la catástrofe y el desastre”, y esta estrategia es “una ruta para asegurar que Estados Unidos permanezca como la nación más poderosa y exitosa en la historia humana” ( La Jornada, David Brooks y Jim Cason).
Obviamente, asegura que repartirá caramelos a quien doble las corvas: “se premiarán a gobiernos, partidos y movimientos en la región que ‘estén alineados con nuestros principios y estrategia’ y propone un ‘reajuste’ de la presencia militar estadunidense en la región para enfrentar ‘amenazas urgentes’ en este hemisferio, dedicada a controlar la migración y el narcotráfico. Más aún, propone ‘despliegues enfocados para asegurar la frontera y derrotar a cárteles’, incluyendo el uso de fuerza letal cuando sea necesario. Estados Unidos tiene que ser preminente en el hemisferio occidental como condición de nuestra seguridad y prosperidad, una condición que nos permite afirmarnos con confianza donde y cuando necesitamos hacerlo en la región”. También establece promover el retiro de lo que llama ‘influencia del exterior’ del hemisferio y “mantener como prioridad los negocios e intereses empresariales estadunidenses por toda la región” (ídem).
Y Trump se avienta al ruedo en un momento en el que “sólo 17 por ciento de los estadunidenses dice ahora que confía en que el gobierno de Washington hará lo correcto (“casi siempre”, 2 por ciento. “La mayor parte del tiempo”, 15 por ciento). Si bien la confianza en el gobierno ha sido baja durante décadas, la medida actual (con el magnate naranja en la Casa Blanca) es una de las más bajas en las casi siete décadas desde que el Estudio Nacional de Elecciones hizo la pregunta por primera vez, y es más baja que la del año pasado (22 por ciento)”, de acuerdo con el reciente informe del Pew Research Center (PRC), el cual subraya que dicho índice de “confianza” es el menor en los últimos 67 años.
Ningún presidente estadunidense, de Dwight Eisenhower a la fecha, registró una caída tan pronunciada en la “confianza” de los estadunidenses como en el periodo de la autodenominada “era Trump”, y el desplome se mantiene.
El PRC señala que en 1958 (primer Estudio Electoral Nacional), 73 por ciento de los estadunidenses confiaba en que su gobierno “haría lo correcto casi siempre o la mayor parte del tiempo”. En las décadas de los 60 y 70 esa “confianza” se erosionó por la guerra de Vietnam y siguió en picada por el escándalo Watergate y la crisis económica. Para 1980, sólo alrededor de una cuarta parte de los estadunidenses expresaba un alto nivel de confianza.
Tras los sucesos del 11 de septiembre de 2001, el citado índice alcanzó su nivel más alto en tres décadas, pero volvió a caer rápidamente a raíz de la guerra de Irak y la crisis financiera. De 2007 en adelante, nunca ha superado 30 por ciento, pero con Trump de plano se ha ido al caño, y así quiere “convencer” de la “supremacía estadunidense”.
Las rebanadas del pastel
Bien por Zohran Mamdani: “todos podemos enfrentarnos al (fuck) ICE si conocemos nuestros derechos”, y se compromete a proteger a los 3 millones de inmigrantes en Nueva York.
Twitter: @cafevega