Si las encuestas no fallan, Zohran Mamdani será elegido el martes nuevo alcalde de Nueva York. Un migrante musulmán, socialista y propalestino al frente de una ciudad emblema del capitalismo y con la mayor cantidad de judíos del mundo, sólo por detrás de Tel Aviv. El fenómeno es lo suficientemente llamativo como para tratar de descifrar algunas de sus claves.
Van a disculpar el atrevimiento, porque uno es consciente de que Nueva York queda bastante más cerca desde México que desde esta vieja ciudad europea llamada Iruñea, pero como por cuestiones que no vienen al caso a uno le ha tocado seguir la campaña de Mamdani, es difícil resistirse a realizar un pequeño decálogo de las cosas que han funcionado para que, en plena furia trumpista, un candidato socialista esté a las puertas de la alcaldía de la Gran Manzana.
Uno: un marco propio. Todo estaba listo para que la campaña versara sobre la seguridad en una ciudad en franca decadencia durante el mandato de Eric Adams. Pero Mamdani se ha aferrado a su agenda, que es la de lograr una vida asequible para los habitantes de una ciudad que ya no pueden vivir “en lo que llamaban hogar” y ha logrado que el resto bailen al son de su marco. Delimitar el terreno de juego es ganar medio partido.
La causa profunda, por supuesto, es haber conectado con el sentir y el deseo de una amplia mayoría. Subir a un transporte público sin temor a ser asaltado es importante, pero vivir sin la angustia de que te expulsen de casa o de que te deporten de la noche a la mañana no tiene precio.
Ocurre lo mismo con Palestina. Mamdani fue arrestado en octubre de 2023 en una protesta contra los bombardeos en Gaza, recién empezados entonces.
Sus oponentes creyeron que serviría para laminar sus opciones, pero el candidato no se ha echado atrás ni ha renunciado a denunciar el genocidio. Y ha resultado que la gente está más cerca de lo que defiende el socialismo democrático que del lobby sionista.
Dos: las cosas del comer, pero no sólo.
Mamdani ha concretado su agenda en tres grandes promesas que sus seguidores corean en los mítines como si de un estribillo se tratase. Son la vivienda –con congelación de los alquileres–, el transporte público gratuito y la atención infantil garantizada. Hay más, por supuesto, pero este es el trípode que aguanta la candidatura. Son materias transversales que, en mayor o menor grado, afectan a toda la base que puede hacerlo alcalde.
Pero, ojo, centrarse en las cuestiones del comer no significa que haya descuidado a las minorías amenazadas por un trumpismo que arremete contra todo lo que cabe en un significante vacío construido con mimo y paciencia para ello: wokismo. Mamdani ha defendido abiertamente al migrante, al movimiento queer y a toda identidad amenazada por la ola reaccionaria. Las viejas consignas de la izquierda son perfectamente compatibles con las demandas emergentes de las últimas décadas.
Tres: nuevos votantes. En las primarias demócratas de 2021, 2 por ciento de los inscritos fueron nuevos registrados.
Este año ha sido 7 por ciento. Frente a dinámicas que excluyen a cada vez más gente del proceso político, con participaciones electorales irrisorias que ponen en duda aquello de la democracia representativa, Mamdani está logrando atraer a las urnas a nuevos votantes, jóvenes y abstencionistas. Hay que abrir por abajo lo que se cierra por arriba.
Cuatro: voluntarios, organización, trabajo. Esa incorporación de savia nueva al proceso político se observa también en el tamaño del cuerpo de voluntarios que se está pateando cada esquina de la ciudad. Fueron 50 mil antes de las primarias y son cerca de 80 mil ahora. Solo no se puede.
Cinco: coherencia sí, efectividad también. Otra falsa dicotomía se acostumbra presentar entre el idealismo y el realismo, como si fuera incompatible aspirar a ideas utópicas mientras se adecua el mensaje al momento. “Tener razón, por sí mismo, no sirve de nada. Tenemos que ganar y tenemos que cumplir”, ha dicho el todavía candidato.
Seis: el encanto y la sonrisa. El carisma no gana elecciones por sí solo, pero sería difícil para un migrante socialista llegar a la alcaldía de Nueva York sin un encanto innato que hasta los adversarios reconocen. Es rápido, ocurrente y muy intuitivo. Si las selfis desgastaran a una persona, Mamdani no existiría. Sabe que en corto gana, por lo que no ha dejado una puerta sin llamar ni un pódcast sin visitar. No se le borra la sonrisa ni cuando le gritan “comunista de mierda” por la calle. Y esa, quizá, es otra de las claves. La furia convoca a unas gentes a las urnas y deja a otras en casa. La sonrisa puede hacer lo mismo, pero en sentido inverso.
Siete: el ahora y el mañana. Mamdani vende una visión de la ciudad que no mira con nostalgia al pasado, sino que invoca al futuro para actuar en el presente.
Si te lamentas porque no puedes pagar la renta de tu apartamento, no te quedes mirando aquel tiempo en que llegabas más fácilmente a final de mes, muévete y vuelve a hacerlo posible. El motor no es el resentimiento, que para eso ya está Trump, sino la ilusión.