°C -
|

La Jornada

Últimas noticias
Anuncio
Anuncio

Doctrina Monroe II y el fantasma del narcoterrorismo

El presidente Donald Trump y los secretarios de Estado, Marco Rubio, y de Guerra, Pete Hegseth, durante una conferencia en el Despacho Oval de la Casa Blanca. Foto
El presidente Donald Trump y los secretarios de Estado, Marco Rubio, y de Guerra, Pete Hegseth, durante una conferencia en el Despacho Oval de la Casa Blanca. Foto Afp
01 de noviembre de 2025 00:04

La posibilidad de una acción militar contra Venezuela por parte de Estados Unidos aumenta día tras día. Mientras tanto, el presidente Donald Trump sigue obsesionado con ganar el Premio Nobel de la Paz, insistiendo en que ha negociado el cese de hostilidades entre varios países, incluso algunos conflictos que nunca existieron. ¿Son estas las acciones de un presidente cada vez más incapacitado o son parte de una estrategia que busca la derrota de la izquierda en América Latina? Quizás ambas cosas sean posibles. Parafraseando a Carlos Marx y Federico Engels, un fantasma recorre Estados Unidos: el fantasma del narcoterrorismo

Washington ha declarado que el propósito de su despliegue masivo en el Caribe es interceptar el tráfico de drogas de América Latina hacia Estados Unidos. Pretenden hacernos creer que para destruir 13 lanchas y matar a 57 personas que supuestamente traficaban cocaína y fentanilo se requiere la presencia de 15 por ciento de la fuerza naval de Estados Unidos, incluyendo el portaviones más grande del mundo, el Gerald R. Ford, varios destructores, una embarcación de combate litoral y un submarino nuclear. 

La fuerza naval está respaldada por un equipo de helicópteros en Panamá, y en Puerto Rico han concentrado un escuadrón de cazadores F-35B. Estados Unidos también tiene bases militares en Cuba, El Salvador y Aruba, y cuenta con la ayuda explícita del gobierno de Trinidad. Como si fuera poco, el Comando Sur también ha despachado bombarderos B-52 capaces de cargar armas nucleares para sobrevolar la costa de Venezuela. El presidente Trump también autorizó las acciones de la CIA en territorio venezolano. 

El pretexto para destruir las embarcaciones y matar a sus tripulantes es que su destino final era el territorio de Estados Unidos, una distancia de 2 mil 600 kilómetros, lo cual sería imposible sin surtirse de combustible innumerables veces. La realidad es que el gobierno de Trump no ofrece la más mínima prueba que indique que estas lanchas intentaban llegar a Estados Unidos. 

Lo más probable es que algunas pertenecen a redes de pescadores, y sin duda algunos serían contrabandistas, que siempre han operado en el Caribe traficando bienes, gasolina o inmigrantes. Como señaló un pescador trinitario: “ningún narcotraficante va a cargar 11 personas en una lancha, si de lo que se trata es de traficar drogas”. 

Según Trump, los tripulantes son miembros del Tren de Aragua, una banda criminal que opera en Venezuela y supuestamente representan una fuerza invasora bajo las órdenes del gobierno de Venezuela, cuya intención es matar a estadunidenses. Al igual que hizo con la Mara Salvatrucha durante su primer gobierno, Trump ha satanizado a los inmigrantes venezolanos asociándolos con el Tren de Aragua. En el contexto internacional, el país y su población son también satanizados, vistos como el principal enemigo de Estados Unidos en América Latina. Esta postura de crear monstruos ahora se convierte en una justificación para atacar embarcaciones en el Caribe. 

El presidente Trump, su principal asesor, Stephen Miller, y el secretario de Estado, Marco Rubio, afirman que los llamados narcoterroristas amenazan la seguridad de Estados Unidos. Al igual que en Irak, donde Estados Unidos falsamente promovió la existencia de “armas de destrucción masiva” para iniciar una guerra, en el Caribe usan el narcotráfico para justificar sus acciones militares y presionar a Venezuela y a Colombia. 

Según Trump, las naves y su cargamento representan una amenaza existencial para Estados Unidos. Trump manipula esta posición para no tener que pedir al Congreso una declaración de guerra, y de tal forma, Trump y su gobierno se convierte en juez, jurado y verdugo de las personas en las lanchas. 

Sin mucho éxito, un puñado de congresistas demócratas han criticado las acciones de su gobierno. Trump también ha recibido críticas de sectores inesperados. Abogados militares jubilados han declarado que la ejecución de los tripulantes no sólo viola el derecho internacional, sino también la ley de Estados Unidos. El almirante Alvin Holsey, comandante del Comando Sur encargado del despliegue en el Caribe, renunció a su cargo a mediados de octubre al no estar de acuerdo con las acciones letales del gobierno. 

En abril, el Concilio Nacional de Inteligencia y otros servicios de inteligencia en Estados Unidos refutaron la posición de Trump, indicando que Venezuela no produce ni cocaína ni fentanilo y que el gobierno no controla al crimen organizado. Sobre todo, confirmaba que las principales rutas del narcotráfico operan en el Pacífico, no en el Caribe. Posteriormente, el presidente y vicepresidente del Concilio fueron despedidos, y la Casa Blanca produjo un reporte de la FBI que justificaba sus acciones. 

Trump no tiene una estrategia sistemática, la mayoría de sus ideas surgen de la última emisión de Fox News o de su interacción con algún asesor o empresario. Sin embargo, sus asesores, especialmente el secretario de Estado, Rubio, sí pretenden tener planes con los cuales aspiran “rescatar” América Latina de la izquierda. Rubio y sus socios no sólo intentan derrocar al gobierno de Venezuela: también buscan influir en las elecciones en Colombia, y a largo plazo su objetivo es transformar los gobiernos de Cuba, Nicaragua e incluso México y Brasil. 

La visión de los asesores de Trump es una doctrina Monroe II. Los asesinatos ilegales en alta mar proporcionan imágenes espectaculares para Trump, que está obsesionado con la televisión, ya que le permite ocultar la realidad. La administración combate fantasmas, mientras tanto, hoy como antes, las víctimas son personas reales cuando el Caribe se convierte en el laboratorio de pruebas para el imperialismo estadunidense. 

*Profesores eméritos, departamento de Historia, Pomona College

Imagen ampliada

Trump no es eterno

Es un narcisista de gran calado: le gusta lo grande, apuesta siempre a cifras o condiciones imposibles.

Recursos, sociedad y guerra

¿Querrá demostrar Netanyahu que él es más poderoso que todo el mundo? O de plano, su objetivo es demostrar que puede ser mejor que Hitler.

Bases para la transformación educativa

Cambiar el sistema de enseñanza es un proceso largo, complejo y que se presenta entre contradicciones.
Anuncio