Jacala de Ledezma, Hgo., Diversas comunidades indígenas de los municipios de Jacala de Ledezma y Tlahuiltepa, en la Sierra Gorda hidalguense, quedaron incomunicadas tras el desbordamiento del río Amajac, que se transformó en un verdadero torrente de lodo imposible de cruzar a pié sin arriesgar la vida.
Puentes artesanales y tirolesas fueron arrasados por la corriente.
En las localidades de Vado Hondo, Quetzalapa y Barrio Cadillal, municipio de Jacala, el río invadió viviendas asentadas en sus márgenes, por lo que vecinos fueron evacuados de emergencia.
Autoridades municipales informaron que los habitantes de Vado Hondo fueron trasladados a un albergue instalado en la parroquia de Santa Mónica, mientras que los de Quetzalapa y Barrio Cadillal fueron reubicados temporalmente en la telesecundaria de la localidad.
Los deslaves en los cerros que bordean el afluente —el cual cruza comunidades de Jacala, Tlahuiltepa y otros ocho municipios de Hidalgo, además de Tamazunchale, San Luis Potosí— convirtieron el cauce en un pantano de arenas movedizas, lo que ha agravado la emergencia.
Los puentes artesanales y tirolesas que los pobladores habían construido para cruzar el río fueron arrasados por la fuerte corriente cargada de lodo provocada por el huracán Priscilla. Esto dejó aisladas a las comunidades de Iztamichapa, Lázaro Cárdenas, La Rinconada y Bado Hondo, en Tlahuiltepa, tras la destrucción de dos tirolesas que eran su único medio de comunicación.
Una situación similar ocurrió en Rancho Camelinas, Rancho Casablanca y otros caseríos, cuyos habitantes utilizaban un pequeño puente improvisado de palos y ramas para llegar a Quetzalapa, donde se encuentra la carretera hacia la cabecera municipal de Jacala. Sin embargo, esta vía quedó bloqueada por un alud entre la noche del jueves y la madrugada del viernes.
En Santo Domingo, una de las pocas comunidades de Jacala que cuenta con puente colgante, se observa el impetuoso paso del río convertido en fango, reflejo de la magnitud del desbordamiento.
El lodazal no solo cubre el cauce del río, sino también los calicantos —canaletas de cantera construidas hace un siglo en los acantilados de los cerros y montajes— cuyos estrechos bordes de escasos 50 centimetros de ancho sirven como camino de los pobladores de comunidades y caseríos. Ante la falta de caminos vecinales, los pobladores, incluidos niños y adultos mayores, deben caminar durante cuatro o cinco horas por los estrechos bordes de piedra, con el riesgo latente de caer a los precipicios.
El lodo vuelve resbaladizas las canaletas y sus bordes, lo que incrementa el riesgo de accidentes. “Ya ha habido personas que se han caído en otras ocasiones”, advirtió don Serafín Salas, vecino de Bado Hondo.
La activista Carolina Guerrero, originaria de Jacala de Ledezma, urgió a las autoridades municipales y estatales a implementar acciones inmediatas para atender a las comunidades incomunicadas y garantizar la seguridad de sus habitantes.