Las torturas, detenciones arbitrarias y desapariciones forzadas que en la llamada guerra sucia sufrieron estudiantes, militantes de grupos armados y disidentes marcó también a sus familias, que en muchos casos “quedaron destrozadas”, varias con dos o más integrantes ausentes o desplazados. “Sigue habiendo una deuda con ellas”, aseveró Dalid Mondaca, sobreviviente del halconazo del 10 de junio de 1971.
En la última sesión del Diálogo por la verdad, zona centro, convocado por el Mecanismo de Esclarecimiento Histórico de la Comisión para la Verdad sobre las violaciones graves a derechos humanos cometidas entre 1965 y 1990, participaron sobrevivientes de la represión al movimiento estudiantil del 2 de octubre de 1968 y de organizaciones político-militares, quienes narraron no sólo su vivencia personal, sino también la de sus familias.
Alfredo Tecla, ex miembro de la Liga Comunista 23 de Septiembre, continúa buscando a su madre, Ana María Parra; sus dos hermanas, Violeta y Artemisa, y su hermano, Adolfo, quien sólo tenía 15 años y hasta ese momento no había participado en ningún movimiento.
En el Centro Cultural Universitario Tlatelolco expuso cómo fue torturado por agentes del Estado, encabezados por Miguel Nazar Haro, quien fue titular de la entonces Dirección Federal de Seguridad. Los toques eléctricos, golpizas y vejaciones fueron cometidos en Tlaxcoaque, la prisión de Lecumberri y el Reclusorio Oriente.
En una ocasión, contó, “me subieron a un helicóptero y anduvimos dando vueltas (para que les diera direcciones de casas de seguridad). No se encontró nada, pero en algún momento me amenazaron con que si no les decía algo me iban a aventar, y ladeaban el helicóptero, que tenía la puerta abierta de mi lado”.
Pese a estas vivencias, expresó que lo más difícil es hablar de su familia. “Como sea, lo que yo pasé es algo que ya no tiene gran impacto en mí, lo puedo platicar… Y si he decidido participar en un foro de estos es con el interés de llegar a saber qué pasó con mi madre, hermanas y hermano”.
Florentino Jaimes Hernández, ex militante de la Asociación Cívica Nacional Revolucionaria, sobreviviente de Lecumberri, manifestó que el estigma contra disidentes, estudiantes e integrantes de organizaciones político-militares, sembrado desde el Estado, llevó a que sus familias fueran “segregadas, apestadas. Un hermano mío perdió su trabajo porque le pidieron que renunciara, a mi novia la intimidaron y estuvo presa en Tlaxcoaque sin tener nada que ver en el asunto”.
Laura Elena Gaytán, del Comité ¡Eureka!, hizo un reconocimiento a la luchadora Rosario Ibarra de Piedra, fundadora de esta organización. “Mi presencia en este foro es un acto de lealtad y gratitud en honor a ella y a nuestras queridas doñas, que lucharon codo a codo” exigiendo la presentación con vida de todos los desaparecidos por motivos políticos.
También hizo una solicitud a la Fiscalía General de la República para que reciba a los colectivos de familiares y sobrevivientes.
La jornada de ayer, en la que participaron todos los integrantes del MEH, fue clausurada al ritmo de la canción “Yo te nombro libertad”, en la voz de Alfredo Tecla, seguido de Jorge Salinas Jardón, como acto solemne.