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Política

2022-11-28 06:00

La Tierra, termómetro del cambio climático

Periódico La Jornada
lunes 28 de noviembre de 2022 , p. 26

Hace nueve años un estudio que publicó la revista Nature mostró cómo la Antártida pierde más hielo por la fusión de la parte inferior de las plataformas de hielo sumergidas. Ocurre en cantidades mayores a lo que los expertos pronosticaban y se debe a los efectos del cambio climático. En algunas zonas fue hasta 90 por ciento. Ese estudio ayudó a comprender mejor cómo la capa de hielo interactúa con el resto del sistema climático y, en particular, con el océano. Una prueba: la fusión de los icebergs provoca que 2 mil 800 kilómetros cúbicos de hielo salgan de la Antártida cada año, aumentando así en el nivel global del mar.

Durante muchas décadas, los expertos creían que el proceso más importante responsable de esta gran pérdida era la fractura de los icebergs, esos bloques de hielo en el borde de un glaciar. Pero investigaciones, dirigidas por Jonathan Bamber, de la Escuela de Ciencias Geográficas de la Universidad de Bristol, Inglaterra, mostraron que eran muy vulnerables a los cambios de temperatura en el océano.

Ese mismo año, un equipo internacional de científicos recopiló los estudios disponibles sobre los efectos del cambio climático en los océanos. Publicaron su trabajo en la revista Nature Climate Change y en él mostraron que los organismos marinos se desplazan hacia los polos a un ritmo de 72 kilómetros por década debido al calentamiento del océano. Y que, aunque los gases de efecto invernadero calientan los ecosistemas terrestres tres veces más rápido que en el océano, las plantas y los animales marinos necesitan moverse para adaptarse a esta situación y buscar las condiciones térmicas favorables. Entre 1960 y 2010 cambiaron su distribución a un ritmo mayor que las terrestres. Algo que no se sabía.

Además, dichos organismos sufren un grave impacto. Entre ellos, la destrucción de los bosques de alga kelp, las praderas submarinas y las barreras coralinas. Agreguemos huracanes de mayor intensidad, la desaparición del hielo en el Ártico y en el Antártico, un aumento del nivel del mar de, al menos, medio metro antes de finales de siglo. Esto último llevará a que avance hacia tierra firme, por lo que algunos países insulares desaparecerán.

Si en 2013 los especialistas mostraron la necesidad de evitar al máximo la generación de gases de efecto invernadero para evitar el aumento de la temperatura de los océanos, nuevos estudios revelan que sigue al alza. Los últimos años han sido los más calurosos jamás registrados y por eso los océanos cada vez se calientan más rápido, sobre todo entre la superficie y los 2 mil metros de profundidad. Desde 1970, absorben hasta 90 por ciento del calor derivado del “efecto invernadero” causado principalmente por las emisiones de dióxido de carbono. Además, las olas del calor del mar han sido 50 por ciento más frecuentes los últimos 30 años. El planeta azul es ahora el termómetro del cambio climático.

En la COP27 celebrada a principios de este mes en Egipto, poco se abordó el tema del calentamiento de los mares. Una excepción muy notable fue la llamada de auxilio de los territorios insulares de baja altitud, muy vulnerables al calentamiento global y a los desastres naturales. Es el ca­so de Tuvalu, una nación donde viven ca­si 12 mil personas que enfrentan ciclones más fuertes, sequías, escasez de agua potable y la desaparición de sus vitales arrecifes de coral. Ese mismo drama lo comparte con Kiribati, Vanuatu, Islas Salomón, Samoa, Nauru, Tonga, Islas Fiyi, Islas Maldivas e Islas Marshall.

Cincuenta y dos países conforman el grupo de Pequeños Estados Insulares en Desarrollo (SIDS). El año pasado denunciaron en la COP26 estar condenados a desaparecer por el aumento del nivel del mar y a desplazar a las más de 100 millones de personas que los habitan. Llevan más de 30 años exigiendo acciones concretas de la comunidad internacional para salvarse. No son los únicos expuestos. Un informe de la ONU sostiene que el calentamiento global hará que partes del mundo se vuelvan inhabitables. Como los 11 mil kilómetros costeros de México. Allí se localizan asentamientos humanos, polos turísticos, obras públicas, industrias petrolera y petroquímica, actividades pes­queras y agropecuarias.

¿Alguna ­medida gubernamental para prevenir lo que viene?

Ninguna.

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