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Cultura

2022-06-11 06:00

El señor Sibelius y el joven Mäkelä

Klaus Mäkelä, nueva figura de la dirección de orquesta en el mundo, tiene 26 años y es el titular de dos de las agrupaciones más importantes del mundo: la Oslo Philharmonic y la de París.
Klaus Mäkelä, nueva figura de la dirección de orquesta en el mundo, tiene 26 años y es el titular de dos de las agrupaciones más importantes del mundo: la Oslo Philharmonic y la de París. Foto Captura de pantalla
Periódico La Jornada
sábado 11 de junio de 2022 , p. 12a

La nueva figura de la dirección de orquesta en el planeta tiene 26 años y se llama Klaus Mäkelä. A los 21 años fue nombrado director invitado principal de la Sinfónica de la Radio Sueca, y hoy es el titular de dos de las orquestas más importantes del mundo: Oslo Philharmonic y la Orquesta de París, cuya sede es una de las dos mejores salas de conciertos de reciente construcción: la Filarmónica de París, diseñada por Jean Nouvel (la otra es la sede de la Elbphilharmonie, en Alemania).

Ayer fue nombrado nuevo director de una de las mejores cinco orquestas en el mundo: la Royal Concertgebouw de Ámsterdam, ligada a los episodios históricos más importantes de la cultura musical.

Klaus Mäkelä posee todas las cualidades de un gran director de orquesta: tiene encanto. Parafraseemos a Les Luthiers: “Posee una personalidad magnética, como todos los imanes”, aunque Klaus no es imán, ni jeque ni sultán, pero tiene a sus pies el mundo de la vida de conciertos.

En su página web hay videos de algunos de sus conciertos, entre ellos cuando dirigió la Primera Sinfonía de Mahler: espectacular.

Al entrar a la sala, crea una energía muy agradable. Sonríe todo el tiempo. Sube al podio y cierra los ojos durante instantes interminables, en señal de concentración para comenzar la sinfonía y lo que suena es un prodigio.

No marca el compás, marca el matiz. No indica el tempo, señala el rumbo. Lo suyo es el gesto hierático, el impulso vital. Y el dominio del silencio.

Pocos directores dominan el silencio como lo hace Mäkelä: suena el silencio entre nota y nota, sin que se trate del procedimiento musical llamado ligadura, y tampoco es una hondonada: es sencillamente el silencio.

Por eso el acontecimiento musical del momento es el ciclo de todas las sinfonías de Sibelius dirigidas por Klaus Mäkelä al frente de la Oslo Philharmonic, merced a un contrato de exclusividad con el sello discográfico Decca, privilegio solamente antes otorgado a semidioses, como Georg Solti.

Más allá de la idiosincrasia, el resultado sonoro de este portentoso ciclo Sibelius tiene sus razones de ser, además del genio de Klaus Mäkelä, en que se trata de un director de orquesta finlandés, al igual que finlandés fue Sibelius, y que la orquesta sea noruega refuerza el carácter nórdico del sonido resultante.

Lo mejor que ha pasado en música en muchos, muchos años, fue la interpretación de las siete sinfonías de Sibelius por la Filarmónica de Helsinki, en tres jornadas consecutivas en el Palacio de Bellas Artes: 7, 8 y 9 de agosto de 2015. Un acontecimiento de esos que suceden solamente una vez en una vida y nos cambió la vida para siempre. La Filarmónica de Helsinki, la orquesta que dirigió Sibelius y con la que estrenó todas sus sinfonías. Lágrimas de emoción. Una experiencia para toda la vida.

De entre las grabaciones discográficas disponibles destacan las de dos directores finlandeses, por supuesto: Paavo Berglund y Osmo Vänskä.

Klaus Mäkelä es uno de los numerosos alumnos del más grande maestro de dirección de orquesta contemporáneo: el profesor finlandés Jorma Panula, quien ha formado a prácticamente todos los grandes directores de orquesta nacidos en Finlandia en varias generaciones: en primer lugar, el legendario Esa-Pekka Salonen, seguido por Jukka-Pekka Saraste, Sakari Oramo, Dalia Stasevska, Santtu-Matias Rouvali y nuestra favorita: Susanna Mälkki.

Las siete sinfonías de Sibelius dirigidas por Klaus Mäkelä tienen un punto de partida sólido: su convicción de que las últimas dos sinfonías de Sibelius “es la música más bella y pura que escribió y ambas forman un conjunto: la Séptima Sinfonía es algo así como el último movimiento de la Sexta”.

En las plataformas Spotify y Apple Music, las grabaciones de Mäkelä con Sibelius vienen en orden cronológico. (En el segundo de los casos, la app Apple Music, la calidad del sonido es prodigiosa, con la conjunción de tres sistemas de última generación: Dolbi Atmos, Hi-Res Lossless y Apple Digital Master. Una alucinación.)

Ese ordenamiento en el tiempo permite a Klaus Mäkelä desplegar un concepto personalísimo de Sibelius, basado acertadamente en el embrujo del sonido y en la naturaleza más pura del sonido: el silencio.

El fraseo de su Primera Sinfonía corta el aliento. La combinación de alientos-metales con percusiones y una efervescencia pluvial de alientos-madera encabalga la secuencia melódica de manera tan fluida como el agua. Porque eso y no otra cosa es la música de Sibelius: agua.

El espaciamiento de los silencios es perceptible tanto para el escucha experto en Sibelius como para quien lo conoce apenas. Hay un dominio pleno de los tempi, los cambios de ritmo, los turnos de los tonos, los tiempos de lo terso.

En cada sinfonía de Sibelius tiene Mäkelä algo nuevo que decir. Su Segunda Sinfonía es impetuosa pero al mismo tiempo mar en calma, viaje próspero. Y así sucesivamente nos va conduciendo por una dramaturgia imponente. Nos redescubre al gran maestro moderno del formato sinfonía.

Las intensidades son gotas de agua cayendo sobre agua. Fiordos sobre fiordos. Paisajes. Ah, y aves.

El agua, el paisaje y las aves: he ahí los temas de Sibelius.

Así como Olivier Messiaen, el gran compositor sinestésico, escuchaba todos los amaneceres y el canto de los pájaros; los transcribió uno a uno en sus libretas y después en sus partituras; Sibelius llevó el canto de las grullas, la danza de los cisnes, a sus sinfonías.

Escribió en su diario: “Hoy vi 16 cisnes. Dios, qué belleza. Volaron en círculo sobre mí. Largo tiempo. Desaparecieron dentro de la bruma solar como un listón de plata”.

En su Quinta Sinfonía, Sibelius introduce una de sus más trascendentales ideas: un campaneo de acordes entre los cuatro cornos que reflejan su visión de cisnes volando. Es el famoso “swan theme” que emerge de la marea en trémolo de cuerdas. Son seis compases poderosos, sumamente poderosos, que cabalgan el moto perpetuo finale.

Soy una aparición de entre los bosques, parece decir en cada sinfonía el señor Sibelius. Y entonces braman los dragones, burbujean los elfos, danzan las hadas, saltan los duendes, galopan los unicornios, vuelan los pegasos, flotan fuegos fatuos.

Mi música viene del silencio y va hacia el silencio –enuncia Jean Sibelius. Y entonces enmudecen las arpías, cierran los ojos los hipocampos al igual que el cíclope nubla su mirada, bailan las sílfides, aparecen los espectros, cantan las sirenas, trepidan los centauros.

Mi música es agua, desliza Jean Sibelius. Y entonces se aúpan los doxys, se apagan las bolas de fuego, se bañan las ninfas, escurren las esfinges, nadan las nagas, se hunden las mantícoras, crecen las hidras, se multiplican las dríadas, se ahogan los drolls, se mojan las sombras, se horrorizan los orcos, se humedecen las gárgolas, se inunda el Leviatán, se sumerge el gólem.

Dieciséis gansos volando en formación. “Una de mis experiencias supremas”, dice el señor Sibelius.

Y entonces se desata un furor de cánticos de grullas, un graznido ronco de gansos en vuelo y hacen contrapunto con el crujir de una rama húmeda en el bosque y el estallido monumental de una gota de agua que cae sobre el lago encantado.

La coda final de la Quinta Sinfonía de Sibelius consta de seis golpes de orquesta, seis unísonos, seis tuttis intercalados por el silencio.

En sus versiones discográficas, los directores de orquesta Mariss Jansons, Sir Simon Rattle, Paavo Järvi y Vladimir Ashkenazi otorgan al silencio una duración de hasta siete segundos entre un golpe de orquesta y el siguiente.

Klaus Mäkelä otorga cinco segundos de silencio entre un compás y el siguiente, sabedor de la metáfora del batir de alas de mariposa del inicio de la Quinta Sinfonía y que John Coltrane tomó para su obra maestra: Love Supreme.

El vuelo de 16 cisnes nubla el cielo de repente. Son 16 ángeles, dieciséis grullas, 16 gansos, 16 epifanías.

Desaparecen dentro de la bruma solar como un listón de plata.

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