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Cultura

2022-05-20 10:08

Mis canciones también son suyas; en ellas les doy las gracias: Serrat

El cantautor ofreció el primero de dos conciertos en la Ciudad de México, el pasado 18 de mayo.
El cantautor ofreció el primero de dos conciertos en la Ciudad de México, el pasado 18 de mayo. Foto cortesía Auditorio Nacional / Tony François

Ciudad de México. Las 144 bocinas, las 250 luces del escenario del Auditorio Nacional y las 20 mil palmas de los asistentes sirvieron de contexto para recibir a Joan Manuel Serrat, quien, junto con el titánico arsenal de personajes contenidos en sus canciones, llegó para iniciar el primero de dos conciertos en la Ciudad de México, dentro de su gira de despedida titulada El vicio de cantar.

Con un ánimo desbordantemente festivo y de excelente humor, Serrat dio la bienvenida: “Qué bueno que me puedo acercar a ustedes, darles las gracias por haberme acompañado en tantas ocasiones a lo largo de mi vida. Es un gusto estar aquí, despidiéndome personalmente, como corresponde”.

Ante la pletórica expresión de cariño del público, que demostró que el gusto por Serrat se lleva en la información genética, el catalán agregó: “No me van a hacer caer… pero guarden su boleto, no se les va a regresar su dinero, pero en el caso, poco probable y deseable, de que no lleguemos al final, podrán decir: ‘Yo lo vi caer’”.

Pasaron una triada de la treintena de canciones, Dale que dale, Mi niñez y Mi carrusel, cuando El Nano, después de dar unos pasitos de lo que pareció un intento de baile, afirmó: “Mis canciones también son suyas porque les han dado sentido, y prendido de ellas traje a los personajes que en ellas habitan, y a través de ellas les doy mi gratitud y mi reconocimiento”.

Haciendo un resumen, y para sus sagaces seguidores, expresó: “Cualquiera diría que mis personajes y yo nos tenemos una gran confianza, pero les confieso que apenas los conozco, lo que les he dicho a ustedes y alguna cosa más; por ejemplo, aquella mujer que yo quería o quise, no se bañaba en agua bendita se purificaba con ginebra. Si les digo que no hago otra cosa que pensar en ti, es verdad. Si les digo que nunca he abusado de una mujer de cartón piedra, es verdad; jamás recurriría a una torpeza así, por el momento, tal vez algún día salga en ¡Alarma!: ‘Cantautor de éxito descubierto abusando de una mujer de cartón piedra’”.

Todo mundo permanecía atento a cada movimiento de Serrat para atesorarlo, guardarlo en su retentiva, para que nunca se vaya a un lugar que no habite, para sacarlo/rememorarlo cuando el momento lo amerite, incluso los recurrentes intentos de lo que parecía ser el inicio de un baile más profuso.

Llegaron No hago otra cosa que pensar en ti y Romance el Curro el Palmo, esta última con cambio de paradigma, desde que nunca existió el tablao de El Lacio ni, ¡ohhh no!, ni Merceditas. Serrat no tiene corazón se percibió en el ambiente. Pero eso sí: “Los junté en una canción y los hice vivir una historia de amor absolutamente imposible”.

El concierto tuvo enormes momentos, uno de ellos fue cuando al soltar las coplas de Para la libertad, la pantalla del proscenio comenzó a trasmitir una atarazana de cuadros de Banksy, lo cual demostró que el catalán no pierde el filo. Otro fue cuando interpretó su emblemática Mediterráneo, donde, además de las imágenes poéticas, incluyó la de los inmigrantes africanos que surcan ese mar en endebles lanchas.

Homenajeó a Miguel Hernández. Retomó las palabras de Pablo Neruda, quien dijo que recordar hoy a plena luz al poeta, que desapareció en la oscuridad, “es un deber de España; es un deber de la humanidad”.

Bueno, tampoco todo fue perfecto, porque al escenario invitó a su “querido amigo”, ¡horror!, Manuel Mijares, y alternaron con Hoy puede ser un buen día; lo mejor fue que ahí quedó la cosa y Mijares no habló, no dijo absolutamente nada fuera de las coplas de la canción.

Otra de las cosas que dijo Serrat fue: “Recordar viene de latín recordis, que significa que pasa por el corazón. Y, como dijo nuestro querido Gabo, la vida no es la que uno vivió, sino la que recuerda. La realidad es mucho mejor cuando se imagina, y soltó su seminal Tu nombre me sabe a hierba.

También se refirió a la “salud del planeta” con una canción que “está por cumplir 50 años” cantada en su idioma materno, Pare (Padre) con mensaje ecologista: “… Que el bosque ya no es el bosque / Padre, antes de que oscurezca / Llenad de vida la despensa / Sin leña y sin peces, padre / Tendremos que quemar la barca/ Labrar el trigo entre las ruinas / Padre, cerrar con tres cerraduras la casa…”

También compartió con el público su exilio en los años 70 en México, “por decir algunas cosas del hombre que fustigó España y con el debido respeto, voy a cantar un tema de uno de los mejores cantautores que ha dado la República Mexicana: José Alfredo Jiménez”. Serrat se rifó con Un mundo raro, que impregnó de una energía mágica al Auditorio Nacional.

Así llegaron clásicos como: Señora, Lucía, Las pequeñas cosas, Cantares y finalizó con Penélope.

Evidentemente las 30 canciones, los 130 minutos de duración del concierto y los emotivos diálogos resultaron insuficientes para el público, pero en ese lapso Joan Manuel Serrat distorsionó el Auditorio Nacional en un universo para que sus fanáticos lo habitaran/ gozaran, y eso, únicamente, y sólo para ser precisos, lo hacen los dioses.

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