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Los españoles y México
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arece absurdo pedir perdón, nomás, por las barbaridades cometidas hace 500 años, cuando muchas más pueden considerarse hasta la fecha. Sin embargo, puede ser una buena ayuda para ir estableciendo una relación más armónica entre ambos países que un grupo de españoles deje establecido su repudio por lo que reprueban que hicieron salvajes y voraces antepasados a las civilizaciones originales mexicanas, aunque hayan pasado ya casi cinco siglos.

Tal sería el caso también si las relaciones contemporáneas tomaran en cuenta la valiosa cauda de migrantes españoles que hallaron refugio del abominable franquismo peninsular que, a la sombra y con el respaldo de Hitler y Mussolini, se estableció en España en 1939 y, aun después de a desaparición de éstos, se sostuvo hasta mediar los años 70.

Bien se sabe qué hubiera sucedido con tantos españoles de ideas “civilizadas” si no hubieran hallado cobijo seguro en México, además de buenas condiciones para desarrollarse personal y profesionalmente. Es muy curioso que no falten peninsulares hoy que tienen la cara dura de asegurar que no fueron más de unos 10 mil… Por lo menos, hasta 1942, el número de acogidos, gracias a lo cual salvaron la vida o, al menos, la libertad, merodea los 40 mil.

Pero no acabó ahí la cosa: parientes y amigos de los “refugiados” cruzaron también “el charco” a fines de los 40 y principios de la década siguiente, cuando se pudo hacer a “la buena”, aunque también tenían casi todos motivos sobrados para huir del franquismo.

En su mayoría, tales refugiados resultaron un alimento para México, aunque sus descendientes pueden dividirse entre quienes se mexicanizaron y los que se conservaron españolistas a ultranza y, peor aún, algunos que llegaron incluso a denostar la mexicanidad, no obstante los beneficios que de ella gozaron.

Por fortuna, con el paso del tiempo, los de categoría humana, sin perder el respeto por su origen, se convirtieron en mexicanos de verdad y, lo mismo que sus progenitores, han resultado muy benéficos para nuestro país.

Ello separó a unos y a otros y, claro, han sido los “mexicanistas” quienes, lo mismo que sus padres e, incluso, sus abuelos, han destacado muy favorablemente en el ámbito nacional.

Es el caso de que muchos ni siquiera dan fe de sus orígenes, entre otras cosas porque no es necesario y ello no les representa valor alguno. A fin de cuentas, nuestro país está formado por una retahíla de mexicanos cuyos padres o abuelos o algunos de ellos no nacieron aquí.

No sé si eso es a favor o en contra, pero es el caso de que tales mexicanos los son plenamente y, en general, de valía.

Lo que sí es cierto, aunque parece olvidarse a veces, es que México no tan sólo fue el único país que abrió las puertas de tal manera, sino que incluso hizo muchas y atinadas gestiones para que pudieran escapar de la Europa “facha”, gracias a lo cual muchos incluso salvaron la vida.

Poco se recuerda, por caso, la enorme gesta de don Gilberto Bosques Saldívar, representante de México en la Francia que no fue sometida por completo por los nazis, aunque bastante fascista resultó ser el mariscal Pétain, quien fue su gobernante.

Bosques fue primero –1939– cónsul general, luego embajador de México y finalmente hasta hecho prisionero por los nazis en virtud de todo lo que hizo a favor de los franceses y de otras nacionalidades, empezando por los españoles que habían logrado escapar del fascismo de sus paisanos.

No en vano, sendos homenajes le brindan, por ejemplo, nombres de calles de las ciudades de Viena y de Marsella, mientras en España casi no hay testimonios de gratitud.

A veces los españoles pierden de vista que la gran ayuda mexicana no consistió solamente en recibir y amparar a tantos miles de ellos en México, sino también en dar lugar a que tantos perseguidos allá fuesen protegidos para asilarse y salvarse acá.

Pero es el caso, vale reiterarlo, de que también dieron lugar a que, al principiar los años 50, muchos más parientes y amigos hallaron cobijo y refugio en esta tierra nuestra. Creo que puede hablarse en total de una cifra cercana a 50 mil españoles que, a fin de cuentas, por una vía o por otra, encontraron seguridad y el modo digno de vivir en nuestro país.