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La sinfonía del anhelo
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▲ Portada del álbum Wish You Where Here, de Pink Floyd, lanzado el 12 de septiembre de 2025.
 
Periódico La Jornada
Sábado 13 de diciembre de 2025, p. a12

La experiencia de escuchar en vinilo el álbum Wish You Where Here de Pink Floyd es una de esas cosas que hacen de la vida un hecho fascinante.

Este 12 de diciembre se cumplió medio siglo más tres meses de su aparición y está por publicarse una edición conmemorativa, de la cual ya está disponible en Spotify el principio y el final: Shine On You Crazy Diamong Pts. 1-9, New Stereo Mix, novedad discográfica que se suma a las muchas versiones existentes de este disco que salió a la venta el 12 de septiembre de 1975. Todas esas versiones ofrecen mejoras en calidad acústica, por supuesto.

Entre esas muchas versiones destaca la edición en sonido cuadrafónico de 1976 y en Hi-Fi cuatro años después. La primera grabación en cidí salió en 1983, con la primera remasterización en 1994.

Ha habido cambios en la presentación gráfica del disco, versiones ralentizadas, extravagancias como un cidí recubierto en oro de 24 kilates. La remasterización de 1992 aparece en el compilado Shine, de 1994 y en 2011 una nueva mezcla y remasterización para la fabulosa caja The Immersion Box Set, también con la remasterización estéreo que realizó James Guthrie .

Mientras llega la caja conmemorativa por los 50 años, la escucha del vinylo con la remasterización que hizo Guthrie, es la experiencia más vital. Ese disco incluye la portada original que rechazó la disquera en 1975: una funda negra de plástico con un diseño gráfico al centro que muestra dos brazos de robot saludándose, y esa bolsa contiene el disco que sí circuló, con la portada blanca que muestra al centro la fotografía de dos ejecutivos saludándose de mano, uno de ellos en llamas.

Tengo también en mis manos, propiedad de Mumo Gatti, el ejemplar original de 1975, que incluye todos los elementos mencionados: las manos de robot en saludo, los ejecutivos en llamas la letra de las canciones y, por supuesto, la arena, mucha arena en los oídos al ponerlo a sonar. Paradisíaco.

La celebración amerita reseña de esa obra que todos nos sabemos de memoria pero cada vez que la ponemos en el tornamesa nos llevamos grandes sorpresas, por ejemplo descubrimos que el final tiene claros tintes impresionistas. Es como si un óleo de nenúfares de Claude Monet comenzara a sonar y percibimos con claridad cómo el rejuego de melodías en los teclados electrónicos comienza a balbucear aproximaciones y reintegros que nos llevan directamente ¡al Bolero de Ravel!

En el filme Pink Floyd at Pompei, que vimos recientemente en pantalla Imax, observamos varias escenas donde Rick Wright y Nick Mason se pitorrean de Roger Waters: “Roger dice que estamos haciendo música de arte, ja, ja, ja, ja”.

Lo cierto es que además de la música impresionista al final, la obra comienza igual como inicia la Primera Sinfonía de Gustav Mahler: una neblina sónica que nos recuerda la bruma del vaho del dragón mientras Merlín recita versos a manera de mantra para su amigo el dragón, pues el mago Merlín gozaba de la amistad de duendes, hadas y gnomos y dragones debido a su amor por la poesía.

Estamos en el inicio del disco: burbujas de colores, especialmente color de rosa, melodías con claro sentido sinfónico. Poema Sinfónico. El Moldavia. Aparece el bajo y establece lo que en la música barroca se denomina basso continuo y el todo toma formato de canon, también propio del periodo barroco y es entonces cuando aparece la guitarra de David Gilmour para dar paso al anhelo.

No hay duda, lo que suena en esos acordes delicados no es otra cosa que el anhelo.

Muchos ríos de tinta han corrido en torno a las motivaciones de los Pink Floyd para hacer su disco Wish You Where Here como un homenaje a su entrañable compañero y fundador del grupo, Syd Barrett. De hecho, el título de las partes 1 a 9 es más que explícito: Shine on You Crazy Diamond, en referencia a su amigo que perdió la razón no se sabe a ciencia cierta por el abuso de las drogas o porque tal era su destino trágico.

Entonces, las leyendas urbanas apuntan a que el gran tema del disco es el dolor por la ausencia de Barrett y por extensión el tema sería la ausencia.

La música que escuchamos al inicio del disco echa por tierra esa hipótesis y pone en su lugar el tema que nos dice esa música: el anhelo. Es más, podríamos titular a esta obra monumental así: La Sinfonía del Anhelo, como Mahler tituló a su oratorio/ sinfonía: La canción de la Tierra (Das Liede von der Erde).

Dije Mahler, sí, pero en realidad el compositor que está más presente a lo largo de toda la inmensa obra que constituye el disco Wish You Were Here, es Anton Bruckner, el maestro de Mahler.

Lo confirman los interminables horizontes donde suena una música voltaica que va acumulando energía consecutivamente hasta llegar al clímax, igual como sucede en las sinfonías de Bruckner.

En el disco que hoy nos ocupa de Pink Floyd suenan largos silencios, frases lentas, silencio, muy lentas, silencio, tres veces repetido ese silencio, tres veces repetidas esas frases lentas, como las Gimnopedias de Satie y es entonces que aparece la batería para hacer sonar, solemne, el primer clímax.

Hace su aparición enseguida el bajo. Rotundo placer. Polifonía. Ahora el todo es una gran obra polifónica donde el anhelo es el vórtice.

Bellísimas disquisiciones de David Gilmour en guitarra. Nuevos silencios, lentos silencios. Vuelve el tema principal en teclados y ahora denotamos claramente la naturaleza de la composición, que sigue a pie juntillas la forma sonata, que es la simiente de toda sinfonía y su peculiar sentido orgánico de tema y variaciones.

Y todo está listo ya para los primeros versos:

Remember when you were young,
you shone likde the sun
Shine on you crazy diamond
Now there’s a look in your eyes, like
black holes in the sky
Shine on you crazy diamond
You were caught on the crossfire of
childhood and stardom, blown
on the steel breeze
Come on you target for faraway
laughter, come on you stranger,
you legend, you martyr,
and shine!

Al terminar la canción Have a Cigar, la siguiente pieza se activa bajo el procedimiento de la música de concierto con el indicador “attacca” con procedimientos electrónicos activados por Roger Waters con un VCS3 (Voltage Controlled Synthesizer) muy a la usanza de Brian Eno, Jean Michel Jarre, Roxy Music y King Crimson.

Lo que sigue es fascinante: un riff potente de David Gilmour se apaga en un fade out muy cinematográfico que “chupa” el sonido y queda en profundidad de campo, o segundo plano, para dar paso al episodio célebre donde alguien da vueltas al dial de un radio y escuchamos un fragmento de la Cuarta Sinfonía de Chaikovski, una voz femenina, ámbito teatral y todo está listo para los primeros acordes que todos conocen: el inicio de la pieza Wish You Were Here. Una poética. El sonido majestuoso del anhelo.

A ver, ¿crees que podrías distinguir

¿el cielo del infierno?
¿cielos azules o el dolor?
¿una sonrisa detrás de un velo?
Ay, cómo quisiera, deveras, cómo
quisiera estuvieras aquí
nosotros, dos almas nadando en una
pecera
año tras año tras año
corriendo siempre sobre la misma
pista de tartán
¿y qué hemos hallado?
Nada, los mismos miedos
por eso quisiera estuvieras aquí.

El poema musical culmina con una máquina de viento como las que se usan para interpretar la Sinfonía Alpina de Richard Strauss y, nuevo fade in, el todo enlaza con una sarabanda que nos recuerda la que usó Stanley Kubrick para su filme Barry Lyndon. Pink Freud esquina Georg Friedrich Haendel.

Un pulso eléctrico fosforescente, nuevas variaciones sinfónicas, el paraíso recobrado.

Cuando el disco termina nosotros andamos lejos, muy lejos, flotando. A lo lejos escuchamos el trac trac trac del brazo del tocadiscos desayuntando los últimos surcos, esa suerte de pit de autos de carreras, ese limbo incandescente, ese sonido silencioso del anhelo, ese delicado sonido del relámpago.

Como el anhelo y el cómo y cuánto anhelo estuvieras aquí.

@PabloEspinosaB

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