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Califica a la candidata liberal de peligro trasnacional

Trump golpeó el tablero electoral en Honduras con amenazas en redes

El magnate indultó al ex mandatario Juan Orlando Hernández para tener a la derecha como socio: periodista

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▲ Simpatizantes del Partido Liberal de Honduras se congregaron el lunes afuera del consejo electoral, en Tegucigalpa, con el deseo de que su candidato gane el conteo de votos.Foto Ap
 
Periódico La Jornada
Jueves 4 de diciembre de 2025, p. 26

Entre las columnas formadas por miles de hondureños que caminaban las interminables carreteras de México a la par de otros miles de migrantes salvadoreños y guatemaltecos –literalmente desde el río Suchiate, en Chiapas, hasta la garita de El Chaparral, en Tijuana, trayecto que recorrieron las históricas caravanas de 2018 y 2019–, de tanto en tanto se alzaba una consigna que sólo para los catrachos tenía sentido. Y ellos eran mayoría en el gigantesco éxodo.

–¡Fuera JOH! ¡Fuera JOH!

JOH son las siglas del nombre del ex mandatario hondureño Juan Orlando Hernández. Hasta ayer estuvo preso en un penal de Hazelton, Virginia, extraditado por cargos de narcotráfico apenas semanas después de dejar la presidencia en 2022 y declarado culpable. Fue indultado por Donald Trump a pesar de que un tribunal de Nueva York, la Agencia de Control de Drogas (DEA, por sus siglás en inglés) y el Departamento de Justicia estadunidense probaron en 2024 su responsabilidad en el trasiego de 400 toneladas de cocaína hacia Estados Unidos (pasando por territorio mexicano). Hoy está libre.

Su fuerza política es el derechista Partido Nacional, que abandera ahora a Nasry Asfura, quien disputa un desempate técnico con su rival Salvador Nasralla, del Partido Liberal, por la presidencia.

En 2018 los sectores populares de Honduras repudiaban a JOH porque había hecho inhabitable su país para la gente pobre, a merced de los grupos criminales que invadieron todos los rincones e impusieron su ley, convirtiéndolo en una de las naciones con mayor número de asesinatos violentos en el mundo.

Cerca un millón de hondureños habían emigrado hasta 2020, casi 10 por ciento de la población. Las remesas hechas por estos migrantes constituyen 27 por ciento del producto interno bruto de esa nación centroamericana. Más de 30 mil originarios de ese país han sido deportados de Estados Unidos en las recientes batidas del Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés).

Esa etapa del pasado –violenta, con una oligarquía voraz y cómplice de narcotraficantes– vuelve al presente hondureño.

Lo que observadores pasaron por alto

El domingo 30 de noviembre un nutrido cuerpo de observadores internacionales se desplegó por el territorio de Honduras para fiscalizar el proceso electoral. Su exigencia principal, y en particular de la Organización de Estados Americanos (OEA), fue el juego limpio y libre de intervenciones externas.

Transcurrida la jornada electoral, avalaron la corrección de los comicios presidenciales y legislativos en los que el proyecto progresista de Rixi Moncada, del partido oficialista Libre, resultó el gran derrotado.

Todos pasaron por alto la acción injerencista más visible y determinante que vivió la elección de Honduras. Horas antes del arranque de las elecciones del domingo, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, dio tres golpes en la mesa que alteraron por completo el tablero político hondureño. Primero expresó –con todo el peso de su poderío– su apoyo al candidato de la derecha Nasry Asfura, del partido que desde hace décadas representa los intereses de la inamovible oligarquía y que en las encuestas prelectorales no tenía el camino despejado.

“Tenemos tanta confianza en él…lo apoyaremos con todo el potencial para asegurar su éxito”, escribió el mandatario estadunidense en su cuenta de Truth Social. De Rixi Moncada, la ex ministra de Defensa en el gobierno de Xiomara Castro, Trump mencionó que “Fidel Castro es su ídolo” y remató: “no puedo trabajar con ella y los comunistas”. También declaró que suspendería toda cooperación con Honduras si ganaba el oficialismo.

No podía escapar a los electores la amenaza implícita. Honduras, uno de los países más pobres del continente, depende fuertemente de la cooperación internacional, en particular de la estadunidense. Usar el dinero como la zanahoria de la carreta tiene siempre más peso que mil discursos políticos.

En el mismo párrafo de esa publicación trumpista llegó el tercer golpe: la promesa de indultar al ex presidente Juan Orlando Hernández, correligionario de Tito Asfura, como se le conoce popularmente al alcalde de Tegucigalpa. JOH fue sentenciado en 2024 a más de 45 años por una corte de Nueva York por el trasiego de cocaína a Estados Unidos junto con su hermano Tony, que tiene una condena a cadena perpetua. El trabajo de años de la DEA y del Departamento de Justicia para irrumpir en las redes del narcotráfico de Centroamérica fueron desechadas con un par de mensajes presidenciales en redes.

Washington define

Después de esos mensajes de la Casa Blanca, Gustavo Irías, director ejecutivo del Centro para el Estudio de la Democracia (Cespad), opinó: “el proceso electoral hondureño ha tenido un viraje dramático con la injerencia de Trump”.

Para el periodista hondureño Óscar Estrada, autor de Tierra de narcos: cómo las mafias se apropiaron de Honduras, el mensaje “trasciende al candidato, alienta a un sector del Partido Nacional, acorrala a Nasralla y sitúa a Libre en el terreno donde Trump ubica a las amenazas trasnacionales”.

El descrédito internacional de la figura de Hernández es irrelevante para los fines de Trump, cuya intención es “la recuperación simbólica del Partido Nacional como socio confiable de Washington”, agregó Estrada en un artículo publicado en su blog. “Honduras vota, Washington define el tablero”. Sólo a partir de esa legitimación “podía reconstruirse públicamente el pasado reciente sin que el perdón a JOH se leyera como una defensa cruda de un ex presidente condenado por narcotráfico”.

En algunas reseñas periodísticas centroamericanas, a JOH ya lo llamaban “el Bukele antes de Bukele”, por sus métodos represivos –durante su administración fue asesinada la líder lenca Berta Cáceres y cinco activistas garífunas de la costa atlántica, entre cientos de otros–; su desvergonzada corrupción y sobre todo su amistad-complicidad con Trump, que gobernaba su primer periodo.

Desde principios del siglo XX, con el surgimiento de las grandes fortunas a la sombra de las plantaciones de plátano sumisas a Washington –de ahí la definición de “república bananera”–, un sistema político bipartidista de liberales y nacionales se ha turnado y disputado el poder en Honduras. Son siempre los mismos apellidos los que dominan el juego donde la Casa Blanca siempre mueve sus fichas: los Rosental, Bueso, Flores Facusé, Canahuati, Kafie, Corrales Álvarez, Maduro, Ferrari, Atala, Faraj y Casanova, entre otros. Y también Asfura. Por eso el candidato de la ultraderecha es el favorito del presidente de Estados Unidos. Al final del conteo se verá la trascendencia de su par de mensajes en redes.