no. El martes 4 del corriente, una pareja de amigos argentinos y su hija Lety (joven de 19 años que estudia en Buenos Aires) me invitaron a cenar. Y a los postres, comentamos la noticia del día: el insólito tocamiento de un sujeto a la presidenta Claudia Sheinbaum, en el Centro Histórico. La mamá dijo: “En este país, el acoso a la mujer es una plaga”. Lety replicó: “Sí… ¡pero sólo una es Presidenta de México!”
Dos. Descolocada, la señora trató de calmar a su hija: “¡Ay, Lety…! ¡No seas paranoica! ¡Era un borrachín inofensivo!” Con dureza, la joven alzó la voz: “¿Cómo lo sabes, mamá? ¡El copito (vendedor de algodones de azúcar) que intentó matar a Cristina en Buenos Aires también parecía inofensivo…!”
Tres. Lety se refería al fallido magnicidio contra la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, cuando en la noche del 1º de septiembre de 2022, llegando a su domicilio, se bajó del coche, fue al encuentro de la multitud que ahí la esperaba y ni cuenta se dio de la mano que gatilló una pistola dos veces, a centímetros de su cabeza. Milagrosamente, el tiro no salió.
Cuatro. ¿Quién estaba más cerca de la verdad? ¿Lety o su mamá? La propia Presidenta de México trató el asunto como simple acoso, en tanto los medios hegemónicos argentinos instalaron la idea de que en el atentado a Cristina hubo un “lobo solitario”. Sin embargo, la policía identificó al frustrado homicida como integrante de una ignota agrupación ultraderechista que días antes, frente a la Casa Rosada (presidencial), erigió una guillotina artesanal junto con bolsas negras que simulaban cuerpos con nombres de activistas sociales y defensores de derechos humanos y frases contra la “dictadura” de Alberto Fernández.
Cinco. En el caso Cristina, los fiscales desecharon la versión de testigos que dos días antes, en un bar vecino del Congreso de la Nación, habrían oído decir al diputado Gerardo Milman: “Cuando la maten a Cristina, yo estaré camino de la costa”. Dato no menor: Milman fue quien junto con la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA) denunció el aterrizaje en Ezeiza de un avión venezolano de carga “de origen iraní”. Avión que, finalmente, fue entregado a Estados Unidos.
Seis. Volvamos a casa. Tres días después del caso Claudia, la legación diplomática de Tel Aviv en México dijo que el gobierno de Irán tenía un plan para atentar contra su embajada. En sendos comunicados, las secretarías de Seguridad y de Relaciones Exteriores de nuestro país, dijeron “no contar con reporte alguno respecto al supuesto atentado”.
Siete. Hum… ¿Suena todo esto muy paranoico? Como fuere, y tal como andan las cosas en la “era Trump” y en los ríos revueltos de toda América Latina, prefiero poner en valor el viejo refrán: “piensa mal y acertarás”. Después de todo, Cristina había advertido una y otra vez: “Si me pasa algo, miren hacia el norte”. Y si prescindimos de la lógica obsesión de Washington con Venezuela, Cuba, Colombia y Nicaragua, tampoco se requiere de mayor análisis para dejar en claro que las ultraderechas de México y Argentina tienen la mira puesta en Claudia y Cristina. La una, Presidenta en funciones. La otra, injustamente presa en su domicilio, con tobillera electrónica.
Ocho. En octubre de 2020, cuando Javier Milei era un total desconocido, firmó la llamada Carta de Madrid junto con Vicente Fox, Felipe Calderón y otros. Un manifiesto del partido español ultraderechista Vox, abogando por la “reivindicación de la herencia de la civilización occidental, el legado cultural de España en el mundo y su vocación en Europa y América”.
Nueve. Ignoro si el aguerrido patriota Ricardo Salinas Pliego suscribió dicho manifiesto. Pero en diciembre pasado, en la exclusiva Universidad Belgrano de Buenos Aires, el dueño de Tv Azteca y el grupo Elektra dijo: “Javier Milei es como un bálsamo para todos los que creemos en la libertad y nos sentimos solos (…) Milei es muy importante para el mundo, y ésa es la razón por la que vine”. A más de contar que en 2014 había contratado al hoy presidente argentino “para dar unas charlas”.
Diez. En 2018 y 2024, más de 30 y 36 millones de mexicanos (53 y 61 por ciento del padrón electoral) votaron a favor de la Cuarta Transformación (4T). Y el resto, debatiéndose entre la neotenia y la chochez, cortó cartucho contra la “izquierda institucional” o, de plano, cerró filas contra la “narcodictadura-populista” (¡vamos-hacia-Venezuela!)
Once. Común denominador de los últimos: tener sobradamente garantizados pan, techo y trabajo, salud y educación, recreación y capacitación, tarjetas de crédito que tornan innecesarias las de bienestar, vacaciones de cinco o media estrellas y, por sobre todo, el derecho a “pensar-distinto” en consonancia con Tv Azteca, Televisa, Contrarreforma, Inconexos y Letras Liberales.
Doce. ¿Será que el gobierno de Claudia es “de centro”? Mire usted: en política, el centrismo siempre ha sido una abstracción, pues al final del día cuenta cómo se reparte el pastel. Por esto, y a pesar de que presumir de apartidario, antisistémico, antiestatista o independiente conlleve cierto glamour, conviene cerrar un ojo frente a los que dicen estar contra “todas-las-ideologías”. Con excepción de la propia, claro.











