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Tumbando caña

Danzoneando

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▲ El Zócalo capitalino lució ayer animado por un gentío venido de todas partes del país para bailar puros danzones de abolengo.Foto Marco Peláez
“E

l danzón forma parte de la identidad capitalina. Es un lenguaje de respeto, comunidad y alegría que ha acompañado a esta ciudad por generaciones. Hoy lo reconocemos oficialmente como patrimonio vivo de nuestro pueblo”, expresó la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Clara Brugada Molina, en el acto protocolar de la declatoria del danzón como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Ciudad de México.

La jefa de Gobierno destacó que el danzón es más que un baile, es una práctica de convivencia y civismo que ha tejido una red de memoria, afecto y comunidad en los barrios, plazas y salones de la capital. Subrayó que la declaratoria es un acto de justicia para quienes han sostenido esta tradición durante décadas y que permitirá garantizar que esta práctica siga viva en los salones tradicionales, en las escuelas públicas y en las plazas de toda la ciudad.

Presentes y muy atentos a la ceremonia se encontraban Ana Francis Mor, secretaria de Cultura capitalina; Marcos Rodríguez Costa, embajador de la República de Cuba en México; Argel Gómez Concheiro, subsecretario de Grandes Festivales Comunitarios de la Secretaría de Cultura local; María Xóchitl Molina González, secretaria de Cultura de Veracruz; Omara Portuondo, leyenda viva de la música cubana; Miguel Nieto, director y copropietario del Salón Los Ángeles, además de la actriz María Rojo y 200 músicos de 25 danzoneras que testimoniaron la validez del evento.

Durante la ceremonia se recordó que el danzón es una expresión viva gracias al compromiso de las comunidades que lo practican, lo enseñan y lo celebran. Y, aunque no se mencionó la importancia que, para este efecto, ha tenido el Salón Los Ángeles, uno de sus hogares más fértiles, que ha sido testigo de su evolución y de su integración al paisaje cultural urbano, donde se baila semana a semana este ritmo, se precisó: “con esta declaratoria se refuerza la responsabilidad de conservar, documentar, transmitir y promover este legado compartido por generaciones”.

Antes, en las charlas realizadas en el Museo de la Ciudad de México se habló sobre la importancia cultural del género. Durante su participación, la especialista en patrimonio cultural Cecilia Margaona explicó que el danzón no sólo es un género musical, sino “una práctica cultural conformada por rituales, códigos de respeto y expresiones que dan identidad a las comunidades que lo viven”. Destacó que el patrimonio cultural inmaterial depende de sus portadores y que, tras una declaratoria, el verdadero trabajo empieza después para organizarse, salvaguardar el conocimiento y transmitirlo a nuevas generaciones.

“El patrimonio inmaterial no se protege con cal o cemento”, dijo, “sino con afecto, con vida y con emoción. Los portadores, en este caso ustedes, son quienes mantienen vivo al danzón y quienes deben asegurar que llegue a las siguientes generaciones”.

Por su parte, Pável Granados, que podrá saber algo del bolero, pero no mucho de danzón, hizo algunas maromas reflexivas. Habló de la relevancia histórica del danzón y celebró que México haya acogido este ritmo con tanta pasión. “La música viaja, se transforma y encuentra nuevas casas” (¡!), también señaló que el danzón ha construido una comunidad sólida en el país, donde se vive y se baila en plazas, salones y encuentros culturales. “Quiero agradecer a México por apapachar el danzón que nació en Cuba. Me emociona ver cómo esta música forma parte de la vida cotidiana de tantas personas aquí” (doblemente ¡!).

Por su parte, el director de la Orquesta Failde (“conjunto”, no “danzonera”, me dijeron), Ethiel Failde, hizo un recorrido histórico por el surgimiento del danzón en Matanzas, recordando que la base rítmica del género, el cinquillo cubano, proviene de una profunda herencia afrodescendiente. Explicó la evolución de las orquestas típicas hacia las charangas y resaltó que el danzón continúa vivo en Cuba gracias a clubes, orquestas, escuelas y eventos dedicados a su práctica. “El danzón está vivo, en más de 120 clubes en Cuba se reúnen semanalmente para bailarlo; niños, niñas, jóvenes y músicos lo estudian y lo heredan. Es un patrimonio que sigue creciendo de generación en generación”, comentó el joven maestro.

“¡Eso no es cierto!”, exclamó un cubano que estaba a mi lado. “El cubatón, la timba y otras músicas desechables han borrado la tradición de lo que antes era el baile nacional en Cuba (…). Para que exista danzón en Cuba debería haber danzoneras, y no, ¡en Cuba no hay danzoneras! La prueba es esta Failde, que tiene más sones, guarachas y salsa que danzones”, señaló.

El domingo, desde mediodía, el Zócalo capitalino lucía animado por un gentío venido de todas partes del país. Vestidos para la ocasión, ya sabe, elegancia caribe, y rebosantes de alegría, esperaban a que la música orquestal arrancara. En la tarima estaban dispuestos los de Acerina, la danzonera más querida en México; la orquesta La playa, de Paso de Ovejas, Veracruz (donde no hay playa ni mar) y la Orquesta Failde, proveniente de Cuba y heredera directa del legado del danzón.

El programa o “carnet musical”, como le llaman los bailadores, al tiro: puros danzones de abolengo.

Yo, desde mi palco de sombra, recibí la pregunta: ¿Cuántas danzoneras hay en México? Dije: ¡cientos! Porque, desde las más típicas danzoneras como la de Felipe Urban, los Millonarios de Carlos Campos, Casquera o la de Chamaco Aguilar, están los formatos de mariachis, marimbas y conjuntos que tocan danzones. Entonces, cualquier cantidad dicha es inexacta. Tan sólo citar las presentes en la declatoria: Danzonera Isora Club, Danzonera Aragón, Danzonera México, Danzonera Nuevos Aires del Danzón, Danzonera Continental, Danzonera Cui-tláhuac, Danzonera Paz Cisneros, Danzonera Alfil Negro, Danzonera México, Orquesta de la Tercera Edad, Orquesta Antillana de Arturo Núñez, Danzonera Criolla de Adolfo Vega, Danzonera Yucatán y El Internacional Pepe González, nos da una idea de la práctica musical-danzonera en el país.

Coda

Entre música en vivo y un Zócalo repleto, el danzón fue celebrado como lo que es: un patrimonio vivo que sigue latiendo en cada compás y en cada comunidad que lo abraza y lo ejerce.