a gobernanza hemisférica de Estados Unidos se sustenta en una alta dosis de terrorismo de Estado. En otra investigación utilicé el concepto de presidencia imperial para entender tanto el comportamiento nacional e internacional del gobierno de EU, cada vez más irracional, así como las continuidades y discontinuidades de su proyección de poder desde su fundación como nación hasta la crisis de la Pax Americana de nuestros días, es decir, la crisis hegemónica terminal que enfrenta un país cuyo comportamiento expresa el fenómeno imperialista contemporáneo a lo largo de su historia. ( Terror e imperio, 2006, Random House Mondadori).
Con la llegada de Donald Trump a la presidencia y la actualización de la Doctrina Monroe (1823) se retoma el expansionismo territorial del siglo XIX, al estilo de aventureros y filibusteros como estrategia de dominación, amenazando a Canadá con anexar el país a EU, a Dinamarca con la toma de Groenlandia, a Panamá con reconquistar la zona del canal, con lo cual enfila sus baterías de manera temeraria hacia nuestra región, atacando al presidente colombiano, Gustavo Petro, a la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, y asediando a Venezuela con un despliegue militar inusitado, acompañado de bombardeos a lanchas que el secretario de Guerra, Pete Hegseth, llama “buques cargados de drogas”, que ya se han tomado la vida de más de 70 personas, lo que laONU al fin califica de asesinatosextrajudiciales.
El Destino manifiesto, que atribuye el dominio de EU sobre el mundo como un designio divino, en realidad ha servido para justificar la geoestrategia de los monopolios bélico industriales y su codicia por los recursos naturales y materia prima estratégica como el gas natural, el petróleo, la energía eléctrica, las tierras raras, etcétera, por medio de políticas en extremo agresivas e intervencionistas.
Hay toda una historia bien documentada por parte de historiadores, investigadores y periodistas de investigación, como el realizado por Gregorio Selser (1922-1991) sobre las intervenciones, invasiones y golpes de Estado realizadas por Estados Unidos como parte de su diplomacia de fuerza, a lo que se añaden los estudios sobre el llamado regime Change o cambio de régimen, como el trabajo recomendado por Jeffrey Sachs de Lindsey O’Rourke llamado Cambio de régimen encubierto ( Covert Regime Change, 2018), el cual documenta 70 casos de operaciones realizadas entre 1947-1989, sólo durante el periodo de la guerra fría, así como 64 de las llamadas operaciones encubiertas.
El acoso a Venezuela, que es sobre todo una obsesión personal del secretario de Estado Marco Rubio, tiene una larga historia, remontándose a los gobiernos de Bush Jr. hasta Trump, pasando por Obama, quien empezó a imponer sanciones a Venezuela. Es como dice Sachs, una política nacida del Estado profundo, totalmente fuera de la ley.
En un sentido parecido, para el geopolitólogo Pepe Escobar, el recientemente fallecido Dick Cheney, vicepresidente en el gobierno de George W. Bush, era el verdadero líder del imperio durante esa época fatídica posterior al 11/S, quien tomó la invasión y destrucción de Irak como un proyecto personal. Aquello era una vicepresidencia aislada del resto del sistema, por lo que se le vincula con lo que es el Estado profundo repleto de ilegalidad.
Ahora, con dos derrotas estratégicas, ¿qué le queda al imperio?, un imperio fuera de control, qué se pueda lanzar contra el sur global, queriendo atacar a África, desestabilizando Libia, dividiendo a Siria en pedazos.
“La administración Trump 2.0 está en camino de perpetrar algo que, en términos de la ley internacional, es absolutamente demencial. ¿Que revela esa desesperación? Entre otras cosas, la interacción absolutamente tóxica entre dos guerra fallidas, la guerra contra las drogas y la guerra contra el terrorismo (Pepe Café “Distopia reina En Washington”, 8/11/25).
Hay cada vez más ciudadanos estadunidenses que rechazan la operación militar en el Caribe y la amenaza de invasión a Venezuela, pero a pesar de las guerras sangrientas y fallidas que EU emprendió desde Vietnam hasta Irak, sigue barajando posibles escenarios de guerra.
Según una encuesta de YouGov del 17 de octubre, 55 por ciento de los estadunidenses estarían contra el uso de fuerza militar frente a 15 por ciento que lo apoyarían; entre los demócratas, el rechazo llega a 73 por ciento frente a los republicanos que alcanzan por ahora 38 por ciento, mientras Time da cuenta de los esfuerzos de la oposición con información falsa para promover un cambio de régimen violento (La iguana TV, 11/11/25).
El despliegue del portaviones Gerald Ford en el Caribe añade incertidumbre. Gran Bretaña suspende el intercambio de información de inteligencia con Estados Unidos porque no quiere ser cómplice de los ilegales ataques militares en el Caribe y Pacífico, “lo que refleja el creciente escepticismo de la comunidad internacional sobre la legalidad de la campaña militar de Washington en America Latina (Noticiero Pulso, Radio Educación), 12/11/25).











