Miércoles 5 de noviembre de 2025, p. 4
La llegada de un juguete humanizado altera la vida de una aldea situada entre finales del siglo XIX y principios del XX. Con su presencia, surge una lista pública que jerarquiza a los habitantes, amplifica la fascinación y el temor, y genera la tensión entre devoción y rechazo.
Esa dinámica colectiva es el núcleo de El mar es un pixel, “ensayo escénico” del dramaturgo y director David Gaitán, que explora la intersección entre el honor y la tecnología como catalizadores de la vida social. La obra se presenta en el Teatro Juan Ruiz de Alarcón del Centro Cultural Universitario.
“La importancia de nuestra reputación ha vuelto a ser central. El temor a que se manche nos impulsa a querer figurar en ciertas listas y a mantenernos alejados de otras”, comentó Gaitán (CDMX, 1984) en entrevista con La Jornada.
El juguete funciona como un gesto de magia que promete llenar vacíos y ofrecer certezas. “Apoyo profesional, logístico, emocional y sexual; la certeza que amenaza con mejorar la vida de un segundo a otro; una utopía tan bien diseñada que termina por volverse siniestra”, añadió el director.
“Con su presencia, la comunidad expone su intimidad y transmite información de unos a otros; lo privado se muestra como espectáculo.”
El montaje plantea así la relación entre fascinación y terror que provoca la tecnología: un artefacto que promete bienestar puede alterar estructuras emocionales y sociales de manera imprevisible.
Los cinco personajes (el consejero, la inversora, la emprendedora, el juguete y el mensajero) muestran rasgos humanos que el espectador puede reconocer en sí mismo.
“Queremos poner sobre la mesa las dinámicas de validación y exclusión. La angustia de no estar en una lista deseada y la de estar en otra no deseada generan consecuencias profundas”, explicó Gaitán.
La escenografía refuerza la tensión y la plasticidad de la trama, telones que se expanden y contraen evocan plenitud y angustia, mientras la luz y la música marcan los ritmos emocionales y los silencios que construyen la narrativa.
Cada recurso activa múltiples capas de percepción: la acción escénica se observa, se siente y se piensa.
“La escritura en verso con rima consonante y métrica rigurosa aporta un ritmo que combina tradición y contemporaneidad. Quería replicar lo que pudo significar en el Siglo de Oro escuchar versos medidos, pero con temas actuales como la reputación o la irrupción de nuevas tecnologías.
“La obra es una metáfora formal de lo que queremos explorar: cómo el honor, percibido como un tema de otra época, adquiere relevancia hoy a través de la reputación y la pertenencia a listas”, señaló el dramaturgo.
La combinación de humor, tensión dramática y ciencia ficción anacrónica habilita una experiencia tanto lúdica como reflexiva, en la que el público puede identificarse o distanciarse de los personajes mientras observa los efectos de sus decisiones sobre el colectivo.
El mar es un pixel se presenta hasta el 30 de noviembre en el Teatro Juan Ruiz de Alarcón del Centro Cultural Universitario (Insurgentes Sur 3000), jueves y viernes a las 20 horas, sábados a las 19 y domingos a las 18 horas.












